Por Diego Rubinzal
La cuestión ambiental se coló en la agenda nacional a partir de la resistencia contra la instalación de pasteras en las márgenes del río Uruguay. Esa protesta mostró que el cuidado del medio ambiente es un reclamo que excede los limitados márgenes de los grupos ecologistas. La multiplicación de eventos internacionales de alto nivel diplomático o “alternativos” dan cuenta de la importancia que adquirió ese tema. Más allá de los muy escasos avances conseguidos en esos foros, se coincide en que la contaminación y/o el agotamiento de los recursos naturales avanzan a pasos acelerados. La World Wide Fund For Nature sostiene que la demanda mundial sobre los recursos biológicos del planeta supera en un 30 por ciento la capacidad de regeneración de la naturaleza.
El becario del Conicet Ignacio Sabbatella afirma en Un problema de fondo. Latinoamérica ante la crisis ecológica global que “es posible ubicar temporalmente la acelerada degradación ecológica en las últimas cuatro décadas, período que coincide con la implementación de las políticas neoliberales. Adjudicar la responsabilidad a la acción del hombre de modo abstracto, como suele hacerse en análisis ligeros o intencionados, oculta la forma histórica en la cual está inserta esa acción”. Un reciente artículo publicado en la página web de la Cepal, “Más de 60% de la tierra en algunos países podría degradarse en 2100”, advierte que la pérdida de productividad biológica y económica de los suelos está afectando a una buena parte de la región. Esa degradación se explica por la erosión producida por la deforestación, la sobreexplotación de las tierras en la agricultura y su contaminación con productos químicos.
Las estimaciones del proyecto regional “Valorización económica de la degradación de las tierras ante escenarios alternativos de cambio climático”, de la Cepal, y el Mecanismo Mundial de la Convención de la ONU de Lucha contra la Desertificación muestran un aumento de las temperaturas con reducción o incremento de las precipitaciones ya existentes, tendencias que se profundizarán hacia fines de siglo, especialmente en las nuevas áreas agrícolas, debido a la deforestación, la ganaderización y la apertura de nuevas tierras a cultivos de exportación de alta rentabilidad.
Ese trabajo se centraliza fundamentalmente en analizar lo qué está ocurriendo en Paraguay, Perú y Ecuador.
En ese sentido, la Cepal sostiene que “entre 1982 y 2002 las áreas degradadas adicionales eran equivalentes a 16,4 por ciento del territorio del Paraguay, 15,3 de los suelos de Perú y 14,2 de las tierras en Ecuador, según el Modelo de Evaluación Global de Degradación de los Suelos”. De mantenerse esa tendencia, los consultores cepalinos pronostican que el 66,3 por ciento del territorio de Paraguay, el 62,0 de Perú y el 57,2 de Ecuador se transformarán en áreas degradadas para el 2100. En este contexto, Sabbatella sostiene que “es necesario rediscutir los fundamentos del sistema capitalista para comprender los problemas ecológicos. Entender no sólo la relación contradictoria capital-trabajo sino también la contradicción capital-naturaleza”.
Página/12