Casi la mitad de los fondos de Planificación se consumió en cubrir necesidades del sistema energético. Exactamente, $ 3.852 millones
Por Alcadio Oña
El ministro de Planificación, Julio De Vido, arrancó el año con un pie en el acelerador. En el acelerador del gasto : al 27 de marzo había usado $ 8.349 millones de la partida disponible para todo 2011.
En el mismo período, la cuenta del Ministerio de Educación canta $ 3.000 millones. La de Desarrollo Social, $ 2.300 millones y $ 2.157 millones la de Seguridad. El contraste marca diferencias de entre tres y cuatro veces, además de una velocidad notable del gasto en el área de De Vido.
Casi la mitad de los fondos de Planificación se consumió en cubrir necesidades del sistema energético . Exactamente, $ 3.852 millones.
Pero aun así no alcanzó. Con el mismo destino fueron sacados $ 1.093 millones de la llamada Jurisdicción 91–Obligaciones a cargo del Tesoro, una caja que figura en el Presupuesto sin mayores precisiones sobre en qué serán utilizados los recursos y por eso disponible para los fines más diversos.
Resumido: en menos de tres meses, un sector que según el ministro anda impecablemente bien se comió $ 4.945 millones. O sea, el equivalente a más de 1.000 millones de dólares.
No hay aquí nada nuevo, sino la continuidad de una tendencia cada vez más acentuada y gravosa. Según ASAP, un instituto especializado en el análisis de las cuentas públicas, en los últimos tres años, durante el gobierno de Cristina Kirchner, los llamados subsidios energéticos sumaron nada menos que $ 58.451 millones. Al actual tipo de cambio, 14.361 millones de dólares .
Es una montaña de plata que representa el 27 % de las reservas del Banco Central. Y duplica a las que ahora se emplearán para pagarles a acreedores privados.
En este paquete entran los subsidios a las tarifas de gas y electricidad. Más las importaciones de gas natural y licuado, gasoil, fuel y directamente electricidad: todo lo que demanda tapar los agujeros de una estructura sólida sólo en el discurso oficial .
Algo de eso mismo surge del último informe del INDEC sobre el balance comercial. Revelan que en el primer bimestre las importaciones para sostener el sistema energético aumentaron un 54 %, respecto del mismo período del año pasado.
Nuevamente, la tendencia de las cifras externas ilustra sobre la situación y las urgencias del sector. Entre 2006 y 2010, las importaciones saltaron de US$ 1.740 millones a US$ 4.443 millones. Un 157 % en apenas cinco años .
Así asombren, estos datos del INDEC son en un punto parciales. No incluyen las compras de electricidad a Brasil: en ejemplos cercanos, US$ 343 millones en 2010 y US$ 1.000 millones en 2009, según la Secretaría de Comercio Exterior de ese país.
Semejante factura tiene una explicación obvia. La Argentina debe traer de afuera todo lo que aquí no produce suficientemente. Y encima, todo caro.
Gas natural de Bolivia. Gas licuado en barcos que aquí es convertido en gas natural e inyectado a la red, que ahora vendría hasta de Qatar. Gasoil y fuel de cualquier lugar del mundo para abastecer las centrales térmicas, bajo sospechados contratos con Venezuela. Más la electricidad brasileña.
A esta altura, ni hace falta ser un gran especialista para conocer dónde nace el problema. Aunque algunos que lo son de verdad, habían advertido, ya en 2004, que esto iba a ocurrir: los llamados “agoreros de siempre” en el discurso oficial.
Pasa sencillamente, que la producción de petróleo viene en caída libre desde 1998 y la de gas entró en pendiente a partir de 2004. Por lo que le toca directo al kirchnerismo , el bajón petrolero fue del 17 % durante su gestión y alrededor del 5 % el del gas.
Puesto de otra manera, retrocede aquello que debería subir para atender las necesidades de la producción y los consumidores. Así, deviene por lo menos inconsistente la explicación oficial de que se importa porque crece la economía: se importa porque aquí faltan los hidrocarburos, clave en la matriz energética nacional.
Cálculos recientes, originados en fuentes privadas, agregan luz al cuadro. En 2010, el consumo de energía eléctrica creció 6 %, pero el uso de gas natural cayó 8 %. Consecuencia: aumentaron 3,4 % las compras a Bolivia; insuficientes, porque las importaciones de gas licuado treparon 132 %, el consumo de fuel en generación un 41 % y 71 % el de gasoil.
Además, las ventas de naftas se incrementaron un 8,1 %, siguiendo una curva que se empina sin pausa desde 2004.
Y si aquello que debiera subir cae hace tiempo, luce evidente que hay un serio problema de inversión . Por mucho que se discuta si la falla está en el precio que se les paga a los productores locales, en los subsidios indiscriminados, el retraso de las tarifas o en todo junto, lo cierto es que el eje pasa por la escasez de inversiones. Si se prefiere, por las políticas oficiales o su ausencia.
A este ritmo, la Argentina va camino a tener déficit en su balanza comercial energética. Con exportaciones en declive e importaciones en escalada, el superávit retrocedió de US$ 6.030 millones a US$ 1.958 millones , entre 2006 y 2010.
Por donde se mire, el sistema hace agua. Con una factura cada vez más insostenible.
Esta herencia quedará para el gobierno que venga, así sea color K. E inevitablemente deberá encararla: desde luego, con políticas y gestión acertadas y de seguro pagando costos. Pero ya no habrá espacio para seguir tirando las dificultades debajo de la alfombra o encubriéndolas a puro gasto público.
Clarín.com