Más de la mitad del territorio del Reino Unido (64%) encierra unos ingentes recursos minerales en su subsuelo que podrían ser explotados para reducir la dependencia de las importaciones energéticas y generar nuevos puestos de trabajo. Ese es el mapa que el Gobierno británico acaba de trazar con el objetivo de dar un nuevo impulso a las perforaciones a través del fracking, una controvertida técnica de extracción de gas que sus detractores tildan de fatal para el medio ambiente y que sigue dividiendo a la opinión pública del país. Las nuevas licencias empezarán a concederse a mediados del próximo año.
El Gobierno del conservador David Cameron presentó ayer una hoja de ruta de 49 páginas que, en un escenario de máximos, contemplaría la perforación de hasta 2.880 pozos de extracción de gas o petróleo en un futuro próximo. Londres espera abrir una nueva ronda de licencias en el verano de 2014 y conceder, según el secretario de Estado de Energía, Michael Fallon, entre medio centenar y 150 nuevos permisos. Este paso genera nuevas expectativas en una industria que vio frenadas sus actividades después de 18 meses de moratoria impuesta tras dos terremotos, con magnitudes de 2,3 y 1,5, que se produjeron durante las prospecciones de la compañía Cuadrilla en Lancashire. Gigantes del sector como la francesa GDF Suez y la británica Centrica ya han confirmado su interés.
Antes de la definitiva luz verde, el Gobierno debe atender a las respuestas que suscite un informe encargado a una asesoría (AMEC) sobre el impacto medioambiental y que ayer dio a conocer. El veredicto es que ese impacto es “asumible”, en contraste con las alegaciones de los grupos ecologistas de que el método del fracking implica una potencial contaminación de los acuíferos por el cóctel químico inyectado en el subsuelo durante el proceso y por el metano que liberan las rocas. El trabajo de AMEC señala también que la actividad puede llegar a producir 108 millones de metros cúbicos de agua residual que habría que tratar. “Tal volumen podría suponer una carga importante para la infraestructura de tratamiento actual”, añade.
El informe presentado por Fallon tiene el objetivo de promover exploraciones para determinar en qué zonas el gas y el petróleo son efectivamente extraíbles. Hasta hoy, las grandes compañías solo están autorizadas a operar en una pequeña parte del territorio británico (unos 11.000 kilómetros cuadrados).
En su empeño por promover la máxima explotación de los recursos minerales encerrados en el subsuelo, Cameron está dispuesto a enfrentarse a las nuevas directivas que prepara la Unión Europea —la legislación se esperaba para antes de que termine el año, pero se retrasa, y ya hay quien en Bruselas duda sobre si serán recomendaciones u obligaciones— para matizar el impacto ecológico de las extracciones. Así se lo ha comunicado a presidente de la Comisión, Jose Manuel Durão Barroso, en una carta enviada el pasado fin de semana y que el diario The Times publicó ayer. La nueva legislación europea, sostiene el primer ministro, solo servirá para retrasar las “inminentes inversiones” y pondrá al Reino Unido en desventaja frente a Estados Unidos y China.
Un cóctel con disruptores endocrinos
El fracking, la controvertida técnica de extracción de gas natural que consiste en perforar el subsuelo e inyectar agua a presión mezclada con arena y sustancias químicas, no solo preocupa a los defensores del medio ambiente. También a los de la salud. Según un artículo publicado en la revista Endocrinology, entre ese cóctel de sustancias hay 12 consideradas disruptores endocrinos, es decir, que alteran el equilibrio hormonal.
Los investigadores de la Universidad de Missouri (EE UU) tomaron muestras de agua recogidas en una zona con gran densidad de pozos de perforación (Garfield County, en Colorado, con más de 10.000 pozos) y las compararon con las de áreas menos explotadas. Descubrieron que la actividad estrogénica, antiestrogénica, androgénica… era muy superior en la zona con muchos pozos de fracking, es decir, que el agua contenía más disruptores endocrinos.
Estas sustancias han sido objeto de muchas investigaciones para determinar qué papel juegan en distintas enfermedades. Hasta ahora se las ha relacionado con infertilidad y cáncer, entre otras. “Encontramos una mayor alteración de la actividad endocrina en las muestras tomadas cerca de pozos que habían sufrido derrames. Este hecho incrementa el riesgo de padecer enfermedades reproductivas, metabólicas, neurológicas y de otro tipo, especialmente en niños que se expongan a los disruptores endocrinos”, asegura Susan C. Nagel, una de las autoras del estudio.