Por Marcelo García / El Extremo Sur
Las reservas de gas subieron 4,5% durante 2018, producto del impulso de los no convencionales en Vaca Muerta. Ese incremento es levemente superior al nivel de 2015, pero muy inferior a los medidos en la década del 2000. A pesar de los subsidios estatales, el horizonte gasífero es uno de los peores en casi 18 años. Aunque las reservas petroleras crecieron 18,4% en 2018, están por debajo de los niveles de 2010. Chubut concentra el 45% de las reservas de crudo y Neuquén acapara el 50% de las gasíferas. El Estado hace máximos esfuerzos con las inversiones, pero no consigue revertir sustancialmente el decrecimiento de los reservorios.
Argentina atraviesa un proceso ambiguo en el terreno de los hidrocarburos. Por un lado, recupera levemente reservas de petróleo y gas como consecuencia de la impronta aportada por los recursos no convencionales localizados en Vaca Muerta. Al mismo tiempo sostiene desde hace más de seis años políticas de subsidios estatales a las empresas privadas sin que los mismos se traduzcan en la ampliación significativa de los horizontes productivos de los reservorios.
Los dos epicentros de las reservas de hidrocarburos del país están bien diferenciados. Chubut concentra el 45% de las reservas petroleras comprobadas hasta el final de la vida útil de los yacimientos, con una mayor incidencia del sector privado a través del rol que juega Pan American Energy.
Neuquén acapara el 50% de los reservorios gasíferos nacionales, con una relevancia mucho más determinante del Estado por la incidencia de la YPF con la mayoría accionaria estatal.
El Estado invierte; los privados ganan
Los principales esfuerzos para aumentar las reservas los hace el Estado, pero las perspectivas de perdurabilidad de los reservorios no se amplían. En paralelo las mayores ganancias quedan en manos del sector privado. Así se sigue desarrollando una lógica inequitativa en el reparto de los recursos naturales que se instauró desde 1992 con la privatización menemista y que perduró en el tiempo, más allá de cambios mínimos y circunstanciales; y llegó hasta la actualidad para potenciar los esfuerzos estatales para beneficio de las poderosas empresas privadas.
Lo sucedido en estos últimos 15 años con los reservorios de petróleo y gas son un claro ejemplo de cómo el Estado solventa buena parte de las inversiones que deben efectuar las compañías petroleras privadas, pero ese esquema no se tradujo en progresos sustanciales que posibiliten expandir el horizonte en años de sustentabilidad para la explotación de los recursos hidrocarburíferos y superen el estrecho margen del abastecimiento interno o la generación de divisas para compensar la falta de dólares en la balanza comercial.
Las escasas mejoras apenas permitieron emparejar las perspectivas con las de hace casi una década, dejándolas muy por detrás de los años que el Estado tenía el control mayoritario de la industria petrolera a través de la YPF estatal. Como si fuera poco, la mayor recuperación de reservorios la efectivizó la petrolera con actual mayoría accionaria pública; ya que efectúa los mayores esfuerzos exploratorios.
Subsidios K y macristas
La combinación de los subsidios estatales -sumando parte del período de gobierno kirchnerista y tres del macrista totalizaron 10.275 millones de dólares desde 2013 hasta 2018- y los esfuerzos exploratorios de la actual YPF deberían poner en el centro del debate el rol del Estado.
El Estado invierte fuertemente en la recuperación de reservas hidrocarburíferas pero no se queda con una parte proporcional de las ganancias que las mismos generan.
Invertir en exploración es la faceta menos rentable para el capital privado, pero es la más significativa para el Estado en su carácter de propietario de los recursos naturales a los que concesiona para su explotación. Desinvertir en este terreno reduce las perspectivas futuras y achica las posibilidades de perdurabilidad en el abastecimiento nacional de petróleo y gas.
Desde hace casi 20 años este Estado “bobo” privatiza sin ningún beneficio y liberaliza a favor del mercado. O subsidia al capital privado sin imponer condiciones que le permitan apropiarse de una parte significativa de la renta sobre recursos naturales no renovables. Ni siquiera estipula un mínimo esquema gradual que vincule los tributos a pagar por las empresas con la cantidad de reservas aportadas.
El macrismo festeja el aumento interanual de las reservas de gas y petróleo producido por el aporte de los convencionales, pero en el mejor de los casos ha conseguido empardar los mejores años del kirchnerismo; más allá de que en ninguno de los procesos políticos se visibilizó un horizonte fructífero en esta materia para el país.
Nada para festejar con el gas
La Secretaría de Energía de la Nación publicó recientemente los datos correspondientes a las reservas hidrocarburíferas en el conjunto de las cuencas productivas del país. A través de un comunicado, el organismo que lidera Gustavo Lopetegui festejó los incrementos sosteniendo que “En 2018 las reservas comprobadas de petróleo crecieron 18,45%, mientras que las de gas natural se incrementaron 4,53% respecto del año anterior. El nuevo incremento de las reservas se explica principalmente por los hidrocarburos de formaciones no convencionales, cuyas reservas comprobadas crecieron 32,8% en gas y 191,9% en petróleo”.
Los resultados positivos obtenidos en cuanto a los reservorios de petróleo y gas en el país durante el 2018, no habilitan festejo alguno ya que los vinculados a los recursos gasíferos solamente crecieron un 4,5% respecto del 2017 y no se debe perder de vista que el Estado viene subsidiando fuertemente a las empresas petroleras con fondos públicos.
La suba a pesar de tantos subsidios estatales destinados al gas no convencional es bastante escasa y muestra claramente que apenas se recuperan los niveles producidos achicando el horizonte de perdurabilidad en años de las reservas gasíferas que son propiedad del Estado y están concesionadas a las operadoras privadas.
Pero lo que resulta peor aún y termina acomodando el debate en torno de las reservas gasíferas es el horizonte en años, que surge de vincular los reservorios con la producción a lo largo de un mismo año. En este terreno las reservas de gas existentes en el país representan un horizonte de 7,9 años, un panorama apenas superior al piso histórico alcanzado en 2016 cuando se bajó a 7,48 años; pero no muy alejado de los niveles relevados en los últimos 8 años cuando las reservas solamente alcanzaban para 7,62 años.
En 2000 los reservorios de gas argentinos representaban un horizonte de 17,33 años; luego decrecieron en 2005 a 8,56 años; para volver a bajar en 2010 a 7,62 años. Tocaron su piso en 2016 con tan sólo 7,48 años y se clavaron en los 7,9 años durante 2018.
En cuanto a los volúmenes de reservas de gas, el punto más elevado del país se logró en 2000 cuando se relevaron 4.650 millones de barriles equivalentes de petróleo (BEP). De esa cantidad se decreció volumétricamente a los 2.624 millones de BEP en 2005, para volver a decrecer a los 2.145 millones de BEP en 2010 y tocar el punto más bajo en 2014 con un total de 1.986 millones de BEP.
Las leves fluctuaciones alcistas no movieron significativamente la cantidad de reservas de gas y el año pasado se estancaron en los 2.221 millones de BEP; una cifra que apenas es un 3,5% superior a las contabilizadas en el 2010 -cuando aún no estaba en marcha el proceso de Vaca Muerta-, pero un 52,2% menores a las del año 2000.
Retrocesos en el terreno del crudo
Las reservas de petróleo nacionales no muestran un panorama mucho mejor que las del gas y a pesar de los aportes de los no convencionales, los reservorios de crudo son 5,3% menores que los existentes en 2010. La merma respecto de 2000 es aún peor porque retrocedieron 19,6% en los últimos 18 años.
Para 2018 la Secretaría de Energía relevó 2.388 millones de barriles de petróleo, confirmando el aumento interanual de 18,4%; pero esa cantidad de reservas es 5,3% menor a los 2.524 millones de barriles contabilizados en 2010 cuando todavía no tenían ninguna incidencia los reservorios de Vaca Muerta. Si la comparación se efectúa con los 2.973 millones de barriles existentes en 2000, cuando se alcanzó el mayor nivel de los últimos 20 años, la retracción termina siendo del 19,6%.
Como los niveles de producción de petróleo vienen decreciendo de manera constante desde el 2000 en adelante, la perspectiva de horizonte en años tiene fluctuaciones levemente positivas; aunque jamás volvieron a recuperar los niveles existentes antes de la privatización de YPF.
En 2018 el horizonte (producción sobre reservas) del crudo nacional creció a 13,37 años y se transformó en el nivel más elevado en casi tres décadas; sin perder de vista que en 2000 se extrajeron 44,6 millones de barriles y el año pasado solamente 28,4 millones. Durante 2010 el horizonte era de 11,73 años y se mantuvo con variaciones menores a pesar del ingreso en escena de los yacimientos no convencionales.
Rol del Estado y privados en Vaca Muerta
Si los resultados de las reservas de petróleo y gas no son peores, mucho tiene que ver la inversión estatal. Eso ocurre tanto con la que se viene destinando a través de los subsidios al gas para Vaca Muerta como con las que realiza YPF en la provincia de Neuquén.
No obstante, las inversiones en exploración para sumar reservas no son la prioridad para el mercado hidrocarburífero argentino y los mayores esfuerzos están focalizados en la producción de crudo y gas.
Sobre un total de 51.883 millones de dólares invertidos en el país por todas las compañías petroleras, sólo 5.227 millones fueron destinados a la exploración; poco más del 10% desplegados en promedio entre 2012 y 2018. De ese total en exploración, 1.418 millones de dólares los invirtió solamente YPF y representaron el 27% del total en la búsqueda de sumar reservas.
Para la exploración de los hidrocarburos no convencionales de Neuquén, las empresas destinaron 46% de todas inversiones efectuadas en el rubro durante los últimos cinco años; acumulando un total de 2.418 millones de dólares solamente en los yacimientos de la provincia donde se focaliza Vaca Muerta.
Estas proyecciones empresarias no posibilitan ampliar el horizonte hidrocarburífero nacional y se concentran especialmente en la producción; dejando al país librado a los planes empresarios en función de la rentabilidad y las fluctuaciones del mercado internacional, y despreciando la posibilidad de elaboración de planes estatales estratégicos de largo plazo.
A ese panorama se le deben incorporar los 10.275 millones de dólares que el Estado nacional destinó entre 2013 y 2018 para las empresas privadas a través de los subsidios para la producción de gas natural extraído particularmente en Vaca Muerta. Aunque no fueron directamente entregados para la ampliación de las reservas, terminaron ayudando a las compañías petroleras en sus finanzas y para nada se tradujeron en mejoras sustanciales en los reservorios.