Argentina: el país que romperá el Acuerdo de París

Por Nick Cunningham / Revista Cítrica .- Las petroleras aseguran en sus institucionales su compromiso para remediar la crisis climática. Sin embargo, están dispuestas a sacar de Vaca Muerta 50.000 millones de toneladas de CO2 a través del fracking.

La industria no se amilana ante la crisis climática. Muchas petroleras suscribieron el Acuerdo de París, pero al mismo tiempo han invertido, desde 2018, 50.000 millones de dólares en proyectos que no son compatibles con su cumplimiento. Y además planean invertir 1,4 billones de dólares en nuevos proyectos de gas y petróleo en todo el mundo durante los próximos cinco años, a pesar de que los proyectos que ya están en marcha emitirán suficientes gases de efecto invernadero como para agotar el presupuesto de carbono restante.

En otras palabras: las grandes petroleras están apostando activamente por sobrepasar los objetivos climáticos. Y están invirtiendo en ello y en quemar tanto carbono como sea posible. Pareciese que quieren extraerlo todo antes de que la crisis climática y la sociedad se lo prohíban por completo.

Argentina, la nueva frontera

Argentina tiene la segunda mayor reserva de gas de lutita del mundo, y la cuarta de petróleo. El fracking solo se practica a nivel comercial en algunos países. Argentina está considerada una de las pocas naciones que puede replicar el boom estadounidense del shale (hidrocarburos que se extraen mediante esa técnica).

La época del fracking en Argentina aún está dando sus primeros pasos. El Plan de Energía del Gobierno argentino se propone producir 1,1 millones de barriles de petróleo y 4.000 millones de metros cúbicos de gas al día en la provincia de Neuquén en 2030. Para conseguirlo, habrá que triplicar el número de torres de perforación con respecto a 2018, asegurar decenas de miles de millones de dólares en nuevas inversiones y perforar miles de nuevos pozos cada año.

Llevar a cabo esta operación con éxito (lo que no está para nada garantizado) agravaría la crisis climática, de la cual son responsables en gran medida las economías ricas como la estadounidense. Hay alrededor de 50.000 millones de toneladas de CO2 bajo el suelo de la cuenca de Neuquén, lo que equivale a alrededor de 1,5 veces las emisiones globales del sector de la energía. En otras palabras: si las reservas de lutita de Argentina se desarrollan al máximo, usarían el equivalente al 11% del presupuesto de carbono mundial restante, según información de la Red Global de Gas y Petróleo. Los activistas argentinos se refieren a la cuenca como ‘bomba de carbono’.

“Merece la pena preguntarnos no solo si estas inversiones en infraestructuras van llegar, sino también qué tipo de sacrificios financieros y regulatorios requerirán del Estado”.

Extraer hidrocarburos a esa escala requeriría un enorme desarrollo en infraestructura. El fracking conlleva una mastodóntica cadena de suministro, que incluye vertederos, estaciones de compresión, gasoductos, tanques de almacenamiento, extracción de arena, sistemas de transporte a larga distancia en tren y por carretera, plantas petroquímicas y refinerías y terminales de exportación de gas natural licuado (LNG). Es probable que los habitantes de estados como Pensilvania, Texas, Ohio o Dakota del Norte ya estén habituados a esta telaraña tóxica que se multiplica y se extiende de pueblo en pueblo, y de Estado en Estado, en busca de una refinería o la costa para su exportación. Pero en Argentina, gran parte de esta red aún no se ha construido.

La quema de gas en Argentina

Al incrementarse la presión internacional sobre los combustibles fósiles, las grandes petroleras han salido en desbandada, asegurando que sus inversiones en gas natural (cada vez mayores) son parte de la solución, no del problema. Sin embargo, informes recientes sugieren que el gas natural está contrarrestando la reducción de CO2 que se consigue cerrando centrales térmicas de carbón. Y lo que es peor, cada eslabón de la cadena de suministro del gas natural supone fugas de metano, un potente gas de efecto invernadero.

Una de las maneras más notorias en las que la industria del fracking agrava la crisis climática es a través de la quema y liberación de gas en el propio pozo. En la Cuenca Permian, en el oeste de Texas, la industria quemó más de 21 millones de metros cúbicos al día tan solo en el tercer trimestre de 2019. Esta cantidad es mayor que el consumo diario de todos los hogares de ese mismo Estado.

Al intentar replicar el frenesí del fracking estadounidense, los perforadores de la región argentina de Vaca Muerta han seguido los pasos de Texas y Dakota del Norte en la práctica de la quema sin control. Esto, quizás, no debería sorprendernos, ya que muchas de las compañías son las mismas.

En Vaca Muerta, las llamas de la quema iluminan la noche, emitiendo densos penachos de humo negro. Y, al igual que en Estados Unidos, las empresas presentes en Vaca Muerta cada vez están más interesadas en el petróleo de la región, ya que la zona carece de una adecuada infraestructura de transporte de gas (gasoductos). Eso significa que la quema empeorará al emitirse el gas no deseado directamente a la atmósfera.

Además, junto a la proliferación del fracking llega el correspondiente incremento en fugas de metano. Usando cámaras de visualización óptica de imágenes de gas, la ONG Earthworks grabó fugas en más de 12 puntos de Vaca Muerta en 2018.

Daños para la salud

El complejo industrial del fracking, que sigue en continua expansión, también afectará de manera negativa a las personas que viven bajo su sombra. En particular, las comunidades indígenas mapuche han vivido en partes de Neuquén desde mucho antes de que llegaran las torres de perforación y han denunciado efectos negativos sobre la salud, tanto de las personas como de los animales, debido a la contaminación del aire y el agua.

Actualmente hay en marcha movimientos de resistencia indígena. Estas comunidades tendrán que seguir conviviendo con este legado tóxico en su tierra ancestral después de que las torres de perforación la abandonen.

Ante la crisis del clima, más perforación

Una de las mayores dificultades a las que se enfrenta la industria del petróleo y el gas en Argentina es de carácter económico. Debido a los altos costos de operar en Vaca Muerta y al extraordinario riesgo que supone invertir en el país, las compañías petroleras internacionales han sido muy precavidas a la hora de realizar inversiones de peso. Pero la compañía estatal YPF no puede hacerlo todo. Para replicar con éxito el auge estadounidense del fracking, Argentina dependerá en gran medida de la implicación de las grandes petroleras, como ExxonMobil, Chevron, BP y Shell, entre otras.

Una de las grandes empresas que opera en Vaca Muerta es Total SA. La compañía francesa es una de las 20 organizaciones que más ha gases de efecto invernadero ha emitido desde 1965, según The Guardian. Total es un caso de estudio curioso. La petrolera se esfuerza por posicionarse como líder climática al tiempo que se aferra a su modelo de negocio.

Total afirma que su “ambición” es convertirse en una “Gran Empresa Energética Responsable”, es decir, proporcionar energía “asequible, fiable y limpia”. La empresa publica un informe cada año, en el que proclama sus progresos en la lucha contra el cambio climático. Como preparación para una transición a largo plazo, la compañía francesa ha comenzado a realizar modestas inversiones en energías renovables. El Consejero Delegado de Total, Patrick Pouyanné, escribió un artículo LinkedIn en el que alababa los esfuerzos de su compañía por reducir emisiones. La cuenta de Twitter de la empresa está llena de mensajes positivos sobre el progreso hacia una transición energética limpia.

Total parece estar tomándose la transición energética en serio, al menos si se la compara con sus retrógrados competidores estadounidenses. Sin embargo, aunque aparente ser sincera, la multinacional francesa está apostando con fuerza por proyectos de petróleo y gas, con especial atención al gas natural licuado. Estos proyectos duran décadas.

La empresa Total ha recibido más de 300 millones de dólares en subsidios del Gobierno argentino entre 2016 y 2018.

“El gas natural está en el corazón de la estrategia de Total”, afirmó Pouyanné en una conferencia sobre gas celebrada en Shanghái el pasado mes de abril. “Queremos integrarnos en la cadena de valor del gas para aprovechar por completo esta pujante fuente de energía y descubrir nuevos activos [de gas natural licuado]”, afirmó el ejecutivo. Solo un mes después, Total gastó 8.800 millones de dólares para adquirir activos de gas natural y gas natural licuado en varios países africanos.

La producción de petróleo y gas de Total alcanzó su valor máximo durante el tercer trimestre de 2019. En noviembre, cuando el Banco Europeo de Inversiones anunció que no financiaría nuevos proyectos de gas natural, Total criticó la decisión, calificándola de “pobre”.

Los directivos de las compañías petroleras afirman estar llevando a cabo la transición lo más rápido que pueden. Sin embargo, la realidad revela que no tienen intención de frenar en su modelo tradicional. En Argentina, por ejemplo, la industria tiene concesiones a 35 años, y los ejecutivos se preparan para ese largo plazo. “Total se compromete a desarrollar y producir estos recursos no convencionales de manera segura, optimizada y responsable”, dice la empresa en un vídeo promocional de Vaca Muerta. “Será necesario usar varios miles de pozos, durante varias décadas, para extraer todas las reservas”. Total ha recibido más de 300 millones de dólares en subsidios del Gobierno argentino entre 2016 y 2018.

¿Cuál será el futuro del shale argentino?

Es cierto que la producción de gas y petróleo de Total en Vaca Muerta es pequeña en comparación con lo que produce en el resto del mundo. No obstante, eso es, precisamente, lo interesante. La historia de la explotación del gas de lutita de Argentina está en sus primeras etapas, y empresas como Total planean extraer la totalidad de las reservas, aunque la ciencia del cambio climático esté pidiendo una reducción inmediata de las emisiones.

Y, como demuestran los casos de Texas, Dakota del Norte y Pensilvania, al crecer la industria, las economías de esos lugares quedan subordinadas a industrias intensivas en sus emisiones. Estas industrias son muy difíciles de desplazar después. El proceso político se corrompe, y las políticas se reorientan para servir a la industria.

Actuar rápidamente en Vaca Muerta “es importante no solo porque [estas operaciones] multiplicarían por tres las emisiones procedentes de combustibles fósiles… sino también porque el país se decantaría por un modelo de desarrollo fósil (o alargaría el actual) del cual sería extremadamente difícil salir durante décadas”, afirmó Gabriel Blanco, profesor de ingeniería de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN).

“El bloqueo de la infraestructura y la tecnología, además de los activos varados, son procesos conocidos que están sufriendo casi todos los países”, añadió Blanco, quien también contribuyó al informe de 2014 del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC).

Las grandes petroleras han pasado del negacionismo climático explícito a un discurso vacío sobre la acción climática. Al mismo tiempo, siguen con sus modelos tradicionales de negocio. La transición real, que requeriría reducir la producción de petróleo y gas, no está sobre la mesa. En vez de eso, la industria debate cómo hacer del complejo del fracking algo un poco más limpio.

Protección legal

La historia de Argentina todavía no está escrita. Las empresas multinacionales que operan en Vaca Muerta piden ahora incentivos más atractivos y protección legal por parte del Estado. Esto podría usarse para justificar nuevas perforaciones, la construcción a gran escala de infraestructura y, en algún momento, quizás incluso una terminal de exportación de gas natural licuado.

Tras una reunión con ejecutivos de las petroleras, el nuevo gobierno nacional propuso el pasado 18 de diciembre una rebaja fiscal para la industria como iniciativo para estimular la perforación.

Existe, en general, un consenso nacional sobre el avance de los proyectos de Vaca Muerta. Este consenso cuenta con apoyo político tanto en Buenos Aires como a nivel provincial. Sin embargo, las dificultades económicas podrían mantener a las grandes petroleras al margen, al menos hasta que el Gobierno ofrezca mejores condiciones. Hay rumores de nuevas leyes para proteger las inversiones de la industria, un blindaje que ofrecería garantías y más incentivos.

Los grupos medioambientales critican lo absurdo de un país que, en mitad de una crisis económica, ofrece aún más incentivos a compañías petroleras multinacionales altamente rentables. “Merece la pena preguntarnos no solo si estas inversiones en infraestructuras van llegar, sino también qué tipo de sacrificios financieros y regulatorios requerirán del Estado”, escribieron en un informe reciente Mariana Fernández y Facundo López Crespo, investigadores de Enlace por la Justicia Energética y Socioambiental (EJES).

Con la industria del shale estadounidense enfrentándose a una especie de crisis de mediana edad, lugares como Argentina comienzan a ser atractivos. Las compañías petroleras realizan enfáticos compromisos con los objetivos climáticos, pero, en Argentina, lo que desean es una repetición de la bonanza del fracking.

Este reportaje se publicó originalmente en inglés en ‘DeSmog’, y luego en www.climatica.lamarea.com con traducción de Santiago Sáez. Revista Cítrica comparte el artículo como parte de un acuerdo colaborativo con el medio de comunicación español para que el periodismo autogestionado se difunda en distintos países.