Histórico triunfo del pueblo de Chubut

Por Pablo Sayago / Contrahegemonía Web .- Existe el pueblo, como realidad política innegable, como red de solidaridades, como heterogéneo conjunto de voluntades que, en determinadas coyunturas, se manifiesta como un movimiento que empuja la historia. Esto está ocurriendo en Chubut, en estos días. Y este movimiento lleno de vida, de bronca y de esperanza, se está llevando puesta una clase política acostumbrada a mentir y manipular. Y también se planta ante grupos capitalistas que se relamen al pensar en un negociado de cientos de miles de millones de dólares.

Imagen: Luan / Colectiva de Acción Fotográfica

Chubut, una provincia que duele

En 2007, Mario Das Neves apuró un contrato de concesión de Cerro Dragón con Pan American (en aquel entonces, Bulgheroni y British Petroleum). Dando exageradas ventajas a la empresa privada, bajo el asesoramiento de Julio de Vido y la atenta mirada de Néstor Kirchner, el entonces gobernador dijo que tomaba esa decisión porque la provincia necesitaba aumentar sus ingresos en dólares. Casi 15 años después, su sucesor Mariano Arcioni dice que hay que habilitar la minería a cielo abierto porque la provincia necesita generar ingresos. En el medio, hicieron pelota el Estado y generaron una deuda externa impagable.

No hay análisis ni autocrítica. Solo el inverosímil cliché: “Hay que extraer recursos naturales para generar divisas y así revertir la situación deficitaria y poder pagar la deuda externa”. Lo mismo que dice Alberto Fernández en estos días. Lo mismo que dijo Macri y muchos más.

El asunto es que el pueblo de Chubut se hartó de las mentiras. Es obvio que el extractivismo no es la solución. Es cuestión de ver cómo están las cosas. Por eso salió a las calles, a repetir “No es No” y a repudiar a los gobernantes que han cometido un acto de traición.

El peso de la traición

“Traición” es una palabra con una carga muy fuerte y puede que alguien crea que es exagerada. En política, además, los cambios de vereda y las rupturas hasta pueden ser tomadas como muestra de astucia. Si uno estudia la biografía política de los funcionarios de la provincia, resulta más que evidente.

El problema es cuando se le miente al pueblo y se gobierna en contra de su voluntad. Mariano Arcioni y sus diputados ganaron las elecciones en 2019 montados en un discurso ecologista que él había utilizado desde 2017, cuando, siendo vicegobernador de Das Neves, fue candidato a diputado nacional. Prometió “decirle NO a la megaminería que nos quieren imponer desde Buenos Aires”, repitió “un rotundo NO” cuantas veces pudo. Su vicegobernador, Ricardo Sastre, también juró oponerse a este tipo de extractivismo.

El asunto es que mintieron. A pocos meses de asumir, empezaron a decir que estaban trabajando un proyecto de zonificación, elaborado junto a empresas mineras. Y, después de muchas maniobras de manipulación y de distracción, lo aprobaron el 15 de diciembre, en una sesión hecha a las apuradas.

El pueblo, esa entidad desconocida y subestimada por Arcioni, Sastre, Eliceche y varios cómplices más, se manifestó. Hizo oír su voz. Repitió, con mayor fuerza y contundencia, lo que viene diciendo desde hace 20 años.

Estos días en la provincia son maravillosos. Miles de personas movilizándose en las ciudades más grandes y grupos más pequeños en los pueblos y aldeas más chicas. Familias enteras, abuelos, jóvenes, grupos urbanos, rurales, mapuche-tehuelche. El pueblo, en fin, al que le importó tres cominos que la ley ya estuviera promulgada y que el lobby minero estuviera celebrando su triunfo.

Cuando el pueblo está movilizado y conciente, no hay ley que valga, si está en su contra.

El gobierno y sus aliados efectuaron un acto de traición, supusieron que iba a haber una tímida reacción y listo. Se equivocaron de cabo a rabo. No solo cometieron un suicidio (sus carreras políticas quedaron irremediablemente contaminadas), sino que además ayudaron a unir partes sueltas, gran cantidad de sectores que convergen en las calles para manifestar su repudio y cantar “Que se vayan todos”.

Derogación y punto

La ley de zonificación fue aprobada el miércoles 15, aproximadamente a las 20.30hs. Al día siguiente, a primera hora, el gobernador la promulgó y se fue de Rawson. Un rato más tarde, el intendente de Puerto Madryn Gustavo Sastre (hermano del vicegobernador) lograba que el concejo deliberante de su ciudad aprobara la adhesión a la ley. La idea era que todos los municipios alineados hicieran lo mismo. La artimaña estaba montada. El problema, por supuesto, fue el pueblo.

Enseguida se levantó un reclamo popular para exigir su inmediata derogación. Y cada vez más gente empezó a sumarse. El gobernador dijo “Yo jamás doy marcha atrás” y redobló la apuesta. El mismo que, hace unos meses, había asegurado que no lo iban a detener “500 ruidosos o más” en su intento de aprobar la zonificación. Por ahí, 500 no, pero 50.000 ruidosos es otra cosa, sobre todo si están decididos.

Es una pena que la prensa tradicional de la provincia y los grandes medios nacionales no hayan registrado lo que pasó estos días en Chubut. La noticia del incendio de la Casa de Gobierno en Rawson es una anécdota en medio del movimiento popular más grande, más coherente y más intenso de los últimos 50 años en la provincia y uno de los más notorios de este siglo en Argentina. El pueblo de Chubut está escribiendo la historia y la prensa oficial trata de invisibilizarlo. Algo imposible, ya que, gracias a la prensa contrahegemónica y las redes sociales, la gente se entera igual.

El gobernador acaba de anunciar la derogación de la ley y la realización de un plebiscito provincial. Lo primero estaba cantado. O derogaba la ley o renunciaba, no tenía otra opción. En cuanto a lo segundo, no deja de ser un gesto cínico. ¿Por qué no hizo un plebiscito cuando decidió impulsar la ley de zonificación? ¿Por qué no lo propuso cuando decidió descartar el segundo proyecto de Iniciativa Popular, presentado para prohibir la megaminería y avalado por más de 30.000 firmas?

En los tuits que envió desde su búnker, dice que quiere una oportunidad para conversar con todos los sectores y debatir esta ley. No entendió el mensaje o finge no hacerlo: el pueblo no quiere debatir esta ley porque no quiere megaminería. “No es No”, repite.

Crisis de legitimidad

El gobernador y sus secuaces (incluso quienes se jactaron de votar a favor de ese mamarracho de ley) han cambiado de posición y aseguran que “han escuchado al pueblo y son respetuosos”. Parece que recién ahora tienen oídos, porque el pueblo hacía rato que les venía diciendo que no quería megaminería. Y ellos se reían.

Ahora, con la provincia tomada por el pueblo, dieron el grito de “¡Sálvese quien pueda!” y cada uno está tratando de lavarse la cara. Eso intentan, y la imagen es grotesca. Ahora solo falta que Sebastián López, el diputado que fue grabado pidiendo coimas a las mineras, exija la inmediata derogación.

Estos personajes cumplieron con el lobby minero. Votaron la ley, acordaron darle un mínimo marco de legitimidad y se dispusieron a aguantar el temporal. El problema es que fue un tsunami y se los llevó puesto.

Entonces, ahora proponen un plebiscito, para dar la oportunidad a las empresas mineras de que hagan lo suyo. Un tiempo extra. Tratan de que esta derrota no sea definitiva. Dicen: “Perdimos la batalla, pero la guerra continúa. No está todo perdido”.

Pero, si miran por la ventana o revisan las imágenes que circulan por Internet, entenderán que la historia ha cambiado.

Acá, en Chubut, el pueblo ha vencido. Está de pie y dice “No somos tierra de sacrificio. Elegimos otro futuro”. Y es maravilloso.