Por José Luis Brea.- “Este invierno no habrá grandes problemas con la energía, pero el Gobierno igualmente tendrá que poner mucha plata.” La frase corresponde a un ex alto ejecutivo del sector y resume el diagnóstico de la mayoría de sus colegas, expectantes ante el aumento de la demanda, consecuencia de la recuperación de la economía local. Es que así como el repunte de la actividad redimensionó el problema de la inflación, que era el principal en 2008 antes del inicio de la crisis mundial, también está renovando la preocupación por la disponibilidad de gas y electricidad para el invierno.
En los últimos dos meses, por ejemplo, los grandes consumos industriales y comerciales de electricidad crecieron entre 5 y 6% contra el año pasado. La demanda domiciliaria, que nunca bajó, ni siquiera durante el recesivo 2009, continuó subiendo sin pausa.
En el sector dicen que el Gobierno volverá a enfrentar la situación importando más gas natural licuado (GNL), que se regasifica e inyecta en la red desde un barco en Bahía Blanca; gas boliviano y electricidad brasileña. Pero, además, este año tiene una carta fuerte para jugar: los embalses de la región de Comahue están colmados, lo que permitirá generar mucha electricidad y sacarle presión a la demanda de gas. Centrales como Piedra del Aguila, por ejemplo, están en su mejor momento en años, incluso por encima de la cota máxima permitida.
Un dato que hace notar el ex ejecutivo consultado es que el buque regasificador, cuyo propósito inicial era paliar los momentos más críticos del invierno, “ha llegado para quedarse” y ya funciona todo el año. No hay información oficial, pero un paper que circula en el sector dice que los 11 barcos que trajeron GNL en 2009 serán 20 este año.
Esta vez, el mercado al menos trae un poco de alivio. Por la fuerte caída de la demanda de GNL en Estados Unidos, el precio internacional está, según un ex funcionario del área energética, en US$ 7,30 el millón de BTU (la unidad de medida) con el flete y la regasificación incluidos, cuando en una situación “normal” debería costar unos diez dólares.
A Bolivia se le pagará un precio parecido, que, a fines de marzo, Cristina Kirchner calificó de “justo” en un acto público junto con su par Evo Morales. Parece una justificación por el creciente costo del gas que el país importa desde allí. A principios de 2006, por caso, era de US$ 3,40 el MBTU, y a partir del 1° de este mes y hasta el 30 de junio próximo, costará US$ 7,37, según fuentes del mercado.
Para los productores locales, también hubo algunas recomposiciones, pero el precio promedio del mercado, que según el segmento es libre o regulado, este año será de US$ 1,80 el MBTU y, en el caso de la industria, puede llegar a 3,30 dólares, menos de la mitad del que tiene el gas que llega desde Bolivia. “Si nosotros pudiéramos aproximarnos a esos precios en la Argentina, tendríamos otro nivel de actividad”, afirma el ejecutivo de una productora de hidrocarburos. Pero no tiene esperanzas: “Para el Gobierno, incentivar la exploración y la producción es tirar la plata porque no hay un efecto inmediato. Hace falta esperar cinco o siete años, y a un político hablarle de eso es como hablarle de la reencarnación. Deberían pagar el costo político de la suba de tarifas hoy y el rédito lo cosecharía otro”.
Una vez más la billetera oficial será vital para cumplir el objetivo, que es que los pequeños y medianos consumidores domiciliarios no vean aumentos en sus facturas. A fuerza de subsidios y con la ayuda de la naturaleza en materia de recursos, en el sector no prevén grandes sobresaltos. “Si no viene un invierno crudo como el de 2007, la situación se puede manejar de taquito”, confía el ejecutivo. ¿No habrá, entonces, cortes de gas y electricidad? Sí; difícilmente se puedan evitar. La idea es que el suministro hogareño se preservará a cualquier costo y se espera que la industria del interior, sobre todo la radicada en Córdoba, el Litoral y en Chaco, sufra más restricciones que las localizadas en el Gran Buenos Aires y en la Capital Federal.
La Nación