Que el Ejecutivo, sea del color que sea, mete mano en las operaciones empresariales es un secreto a voces por más que los responsables de la administración central recurran siempre a la coletilla de que nunca se entrometen en “asuntos privados”. Así lo dijo hace ahora un par de año la hoy defenestrada vicepresidenta del Gobierno, Maria Fernández de la Vega, en relación a la compraventa de un paquete significativo de Repsol.
“Repsol y sus accionistas (Sacyr y La Caixa) son empresas privadas con sus necesidades y planes de negocio”, aseveró para defenderse de quienes acusaban al equipo de José Luís Rodríguez Zapatero de intermediar para salvar los muebles a la constructora, dueña del 20% de la petrolera. El Estado no tiene participación en ninguna de las tres y “nos estaríamos retrotrayendo a tiempos pasados”, señaló la política de pasarela, a la que ahora los papeles de WikiLeaks han dejado en mal lugar.
Entre los documentos revelados por El País se encuentran unos cables en los que se demuestra como Bernardino León, el chico de oro de Moncloa, -así lo define el ex embajador de Estados Unidos, Eduardo Aguirre- supervisó las negociaciones para que Lukoil se hiciera con una participación relevante en Repsol. El secretario general de la Oficina del Presidente recibió la orden del Maquiavelo de Castilla para que la operación se hiciera en términos aceptables y que, en todo caso, no se llegara al 30%
Los cables de la embajada americana ponen en evidencia que Zapatero apoyaba la entrada del grupo ruso, en cuyo capital estaba la estadounidense ConocoPhilips, con un 20% del capital. Una maniobra para ayudar a Sacyr, que “sufre dificultades” y cuyo presidente, Luís del Rivero, se prestó en su día para desbancar a Francisco González de la presidencia de BBVA por orden del Ejecutivo. Favor por favor.
La correspondencia también apunta al papel de la Casa Real, ya que en ella se pone de manifiesto que el Rey también es partidario de la operación “porque reforzaría las relaciones hispano-rusas”. Una frase reveladora si se tiene en cuenta que Su Majestad, supuestamente, no tiene intereses en asuntos privados de esta envergadura.
El Confidencial