Una pequeña empresa de San Martín crece en el desarrollo de la solar, eólica e hidráulica.
Gonzalo Rodríguez cuenta que con el título de ingeniero bajo el brazo decidió dejar el Alto Valle del Río Negro y Neuquén para no tener que trabajar en el petróleo.
“Me parecía que si me quedaba no iba a tener otra alternativa; no tengo nada en contra de la actividad pero necesitaba o buscaba tener más libertad”. Hubo un viaje al interior neuquino, y decisiones clave. Apuntó a la montaña. Y en San Martín de los Andes encontró su lugar en el mundo.
Con técnicos y profesionales cordilleranos sumaron capacidades y desde una pequeña gran empresa empiezan a dar que hablar. Hace apenas unos días, Rodríguez, que es de Cipolletti, puso en marcha la turbina que le da electricidad a la localidad de Cochico, el pueblo más alto de Neuquén. Esa turbina fue diseñada y construida en San Martín de los Andes con el financiamiento de Duke Energy, una de las firmas eléctricas más importantes del mundo. En rigor, se trata de un conglomerado de empresas guiadas por Duke Energy, más el apoyo local del Ente Provincial de Energía de Neuquén (EPEN).
Ese trabajo, y otros en Alicura, le abrió a la firma GR Ingeniería el camino hacia las grandes ligas y es posible que pronto el grupo de San Martín de los Andes dé otro gran salto. Pero mejor esperar.
“Trabajo con un grupo de personas de distintas especialidades: tornería y metalúrgica, electricidad, electrónica y cálculo, todos aportamos, todos sumamos”, dice Rodríguez.
– ¿Cuándo y por qué define trabajar en renovables?
Siempre me atrajo la generación de energía, por lo que las últimas materias de ingeniería mecánica las orienté a ese rumbo. En el 2001 realizamos con cuatro compañeros de la carrera un viaje al norte de la provincia, relevando necesidades de energía eléctrica y posibilidades de generación con microhidráulica en escuelas rurales. Esa práctica terminó de marcar mi decisión para establecerme en San Martín, donde la necesidad de generación propia es vital por la lejanía a redes eléctricas en zona rural. Si bien el primer trabajo que tuve en el pueblo no estaba referido a la energía (trabajé tres años en mantenimiento mecánico en Chapelco), empecé de a poco a relacionarme con gente de campos y de a poco con proyectos de generación.
– ¿Qué resultados han tenido? Los resultados son cada vez mejores, estamos muy conformes. Primero por falta de experiencia hubo errores de diseño, cosas que en los libros no están. Hay una brecha bastante grande en teoría y práctica en microhidráulica.
– ¿Qué diseños son los que más se demandan? ¿Quiénes y para qué los están usando?
En el taller fabricamos tres tipos de turbinas: Mitchel-Banki, Pelton y Turgo. Con esas tres abarcamos un gran campo de aplicación. Con el caudal y la altura de operación (o presión) de cada proyecto se selecciona la máquina óptima. Luego se modifican los parámetros geométricos del tipo de máquina seleccionada.
El principal uso que se le da a la microhidráulica en la región es para energía eléctrica. Se fabrican máquinas para carga de baterías donde la generación es muy baja en comparación con el consumo (en términos de potencia) y también se fabrican para consumo directo. Recién este año colocaremos una en Chile para generar en paralelo con la red eléctrica pública. Décadas antes la microhidráulica se usó también para mover aserraderos directamente desde el eje de turbina.
– ¿Cuál es el desafío más grande que han tenido?
Destaco dos: Cochico y luego estancia Algar, cerca de Alicura.
El primero es una obra grande para los límites que tiene la microhidráulica. No hay una cota que defina hasta dónde se habla de micro y dónde comienza lo mini, pero este proyecto tiene las complejidades de una obra de mayor potencia: difícil acceso, lejanía a un centro urbano y exigencias del comitente. Es distinto trabajar para clientes particulares y para una gran empresa como Duke Energy.
– ¿Y Algar?
Algar es constantemente un desafío técnico. Junto al cliente vamos por la sustentabilidad energética. Comenzamos con una microturbina de 7 kW que cargaba un banco de baterías en 48 V.
En estos años se pasó a una tensión de baterías de 760 V con potencia de hasta 70 kW por medio de UPS de grandes prestaciones. La carga la sigue haciendo la turbina en los meses húmedos, pero se adicionaron 7 kW en panelería solar que se inyecta en la red propia y 4 aerogeneradores Invap de 4,5 kW. En este proyecto se hace todo a medida por la tensión “extraña” de esta UPS industrial, aparte de estar prohibido desperdiciar una gota de energía. Todo excedente de generación va a calefacción o agua caliente sanitaria mediante sensores de estado de baterías y controles.
– ¿Hay diseños estándar y otros específicos?
Salvo un intento de estandarización de microturbinas para carga de baterías, todo es a medida.