Por Nicolás Pousthomis
Siempre resulta difícil fotografiar a alguien que uno admira. El 21 de septiembre 2013, primer día del bloqueo a la planta de Monsanto, Andrés Carrasco se hizo presente en el festival y todos nos agrupamos a escucharlo. Le pedí luego sacarle algunas fotos; tenía que hacerlo, sentí que no podía perder la oportunidad de fotografiar a nuestro gran científico. En vez de decirle “usted es un gran hombre, gracias por tanto compromiso, tanta sabiduría en la lucha, tanta fuerza e inteligencia…” le dije: “a ver, un poco más al costado… ahi, con las vías de fondo…”. Odio ser fotógrafo en esos casos pero cuando más no queda de un hombre que las imágenes creo que hice lo que tiene que hacer un fotógrafo: una simple foto para dejar una huella y alimentar la memoria del paso de un tipo como él. Gracias Señor Carrasco. Como dijo el Grr: vaya tranquilo que no vamos a aflojar.
Carta de Claudia Korol de despedida al Dr. Andrés Carrasco…
No tenías que irte, Andrés todavía. No era el tiempo. Vos lo sabías. Faltaban cosas para hacer. No tenías que irte antes de que se fuera Monsanto de estas tierras nuestramericanas. No tenías que irte mientras el glifosato siguiera fumigando a nuestras niñas y niños y ancianos y ancianas y pueblos y animales y plantas…
No tenías que irte todavía. Vos lo sabías. Por eso no hiciste mucho caso de la enfermedad cuando te atacó así, como de golpe, como de rabia, como de enojo.
No era el tiempo. Y había tantos proyectos, tantas tareas para terminar, tanto amor no transgénico para sembrar en nuestras tierras.
Ahora la lucha que continúa te va a extrañar. Y nosotras y nosotros con ella. Era fácil llamarte y pedirte que digas lo que había que decir. Vos sabías, y sabías decirlo, y ahí estabas siempre, batiendo a duelo a los molinos de viento.
Las Madres de Ituzaingó te van a extrañar, Andrés. Y los investigadores que no quieren hacer de sus saberes mercancía. Y los / las periodistas que te molestábamos en cualquier momento y a cualquier hora. Y tu familia. Y tus amigas y amigos en el mundo.
Te digo con dolor que yo también te voy a extrañar, porque nos quedaron cosas pendientes….Porque aprendí primero a admirarte, y luego a respetarte y a quererte compa. Estamos tristes, con rabia, porque entre tus dolores estaba la herida provocada por la persecución y las agresiones que sufriste de quienes firman acuerdos y se sacan fotos con Monsanto, de sus ministros, de los gerentes de las envenenadoras masivas.
No tenías que irte, Andrés, todavía. Vos lo sabías. Ahora las luchas serán más difíciles. Y si algo nos queda, además de tu investigación, de tu compromiso, de tu modo de ser buena gente… es el ejemplo.
Con ese ejemplo nos quedamos, como lo más importante que nos dejaste. Más importante todavía que tus importantes investigaciones.
Te saludamos compañero en este viaje que no elegiste. Porque no era el tiempo. Y vos lo sabías, Andres Eduardo Carrasco. No todavía.
Claudia, 11 de mayo
La muerte de Andrés Carrasco, mucha bronca y más ganas de seguir luchando
La sorpresiva muerte del querido Andrés me cae como un baldazo de agua helada y me genera un dolor enorme. Un sentimiento que parece ser compartido por una infinidad de compañeros de ruta, a la mayoría de los cuales ni siquiera conozco pero cuyo dolor expresan en innumerables correos que circulan masivamente por las redes sociales horas después de su fallecimiento.
Pero no es sólo dolor lo que genera su injusta muerte, sino también mucha, pero mucha bronca, y a la vez muchas ganas de seguir luchando.
La bronca tiene que ver con la serie de acontecimientos que se suceden en mi memoria, desde que tomó estado público su invalorable aporte a la lucha y resistencia de los pueblos contra el envenenamiento masivo con agrotóxicos, cuando se informó de los resultados de su investigación, donde demostraba el efecto horroroso que provocaba el glifosato en la malformación de los embriones de anfibios (y por lo tanto, también sobre los seres humanos).
Se trataba de un golpe demoledor de la ciencia sobre las acciones genocidas de la actividad de los agronegocios, que aunque venían siendo denunciadas por numerosas organizaciones sociales y ambientales por el creciente número de cánceres y malformaciones generadas por el rociado generoso del mágico Round up, intentaban defenderse y legitimarse con el falso argumento que no había ninguna investigación que demostrara el efecto nocivo del herbicida estrella de la corporación Monsanto. Desde entonces, ya no podían ningunear a las denuncias contra los agrotóxicos. Carrasco era jefe del Laboratorio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina de la UBA e investigador principal del CONICET.
A partir de la investigación de Carrasco y su difusión pública, ya nada fue como antes. Y eso generó una rápida reacción del lobby impulsor de los transgénicos y los agrotóxicos, que cayeron como fieras hambrientas sobre el autor de semejante tropelía. Rápidamente las empresas de agroquímicos salieron con los tapones de punta, los abogados de las corporaciones llegaron hasta su laboratorio de la Facultad de Medicina de la UBA con amenazas y patoterismo, y los diarios del poder lobbysta (La Nación y Clarín) desataron una feroz campaña de desprestigio contra el científico que les aguaba la fiesta de ganancias fabulosas a costa de la destrucción del ambiente, de la salud humana y de la vida.
Pero la bronca por la reacción del poder económico contra la investigación de Carrasco no es tan grande, ya que no es novedad que los intereses mezquinos de las corporaciones y de los medios de comunicación a su servicio siempre van a tratar de destruir a cualquiera que se oponga a sus negocios o afecte sus sagrados y egoístas intereses. Actúan en el marco de un sistema social que legitima la búsqueda incesante de ganancias como el principal objetivo del accionar de cualquier agente económico. Entonces, de las corporaciones piratas y genocidas no se puede esperar otra cosa.
En cambio, la bronca mayor que sentimos quienes reconocemos en Andrés Carrasco un ejemplo de científico comprometido con la sociedad (ejemplos que son bastante escasos últimamente) es con los funcionarios del gobierno nacional, quienes ante el descubrimiento que ponía al desnudo las nocivas consecuencias del glifosato y ante el ataque que sufría el investigador, en lugar de salir en su defensa se sumaron al coro de miserables y patéticos serviles del poder para potenciar las críticas y poner en dudas los resultados anunciados.
A la cabeza del servilismo más repudiable se puso el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Lino Barañao, para desacreditar la investigación de Carrasco. También la conducción del Conicet se lavó las manos con los retorcidos argumentos de la falta de publicación en una revista científica internacional, como requisito ineludible para ser considerado “serio” por el establisment científico, quien para defender el poder se pone muy riguroso, pero para justificar lo injustificable (expansión irresponsable de la aplicación masiva de transgénicos y agrotóxicos sin ningún aval científico ni evaluación de impacto ambiental) guardaba un silencio cómplice y acomodaticio.
Tan repudiable como ellos fueron muchos investigadores argentinos que permanecieron en silencio ante los ataques sufridos por Andrés, priorizando la cómoda posición en que se encontraban antes que correr riesgos por la búsqueda de la verdad y la defensa de los intereses de quienes con su esfuerzo y sus aportes sostenían y sostienen la estructura del sistema. Tan repudiable fueron también los que el año pasado armaron un jurado para evaluar su pedido de ascenso en la carrera del investigador (de Principal a Superior), ascenso que rechazaron sin fundamentos serios, pero fundamentalmente sin tener autoridad para realizar tal evaluación. Uno de los jurados era especialista en filosofía budista, otro era un científico ligado a los agronegocios, y un tercero un licenciado en zoología que fue secretario académico de la facultad de Ciencias Exactas durante la dictadura militar en la que hubo 65 desaparecidos.
Esa conducta vergonzosa de quienes deberían defender los intereses de la sociedad argentina, los valores de un ambiente sano, de la salud de la población y de la vida en general, y el prestigio y compromiso de un investigador al servicio del pueblo, y que en lugar de eso atacaban al que lo hacía, provoca una bronca gigante ante la prematura muerte de este gran luchador que fue Andrés Carrasco.
A pesar de todos los ataques de las corporaciones y los medios que defienden sus intereses, de los serviles funcionarios nacionales que traicionan a quienes deben representar, y de la indiferencia cómplice de muchos de sus colegas que miraban para otro lado, Andrés siguió firme con sus convicciones y sus investigaciones, pero además con su presencia solidaria en cuanto lugar del territorio fuera convocado para explicar los resultados de su investigación y ponerse al servicio de quienes resistían desde el llano el avance de los transgénicos y de su compañía inseparable de los agrotóxicos.
No sólo continuó investigando, sino que aceptaba toda invitación a reflexionar sobre el colonialismo del sistema científico-tecnológico del país y su puesta al servicio de las corporaciones. También para asistir a encuentros, seminarios, talleres y conferencias donde era invitado a participar, constituyendo un aporte de enormes dimensiones en la desigual confrontación de los sectores populares víctimas de un proceso masivo de envenenamiento silencioso contra un poder transnacional que contaba y cuenta con el apoyo del estado nacional y el sistema partidocrático.
Por eso además de dolor y bronca, la muerte del querido Andrés también nos da más fuerzas y más ánimo para seguir en la lucha contra el modelo extractivista depredador, lucha en la que él se constituyó en un puntal y referente ineludible, en un investigador de honor y comprometido con su pueblo, en una persona de valores extraordinarios. Seguro que vamos a sentir su ausencia, seguro que vamos a extrañar sus aportes. Pero seguro también que continuaremos firmes en el camino de la resistencia y del cambio de este proyecto genocida, en su honor y en homenaje a las víctimas por las cuales el luchó hasta su muerte.
Como dice Darío Aranda, “Andrés Carrasco, científico y militante: Gracias!”
Luis Lafferriere
Programa de Extensión “Por una nueva economía, humana y sustentable” UNER
Paraná, 10 de mayo de 2014