Las energías verdes se hacen un lugar

INVAP INGENIERÍA DISEÑÓ UN AEROGENERADOR QUE PRODUCE 4,5 KW Y TOLERA ALTÍSIMOS VIENTOS. YA VENDIÓ 54 UNIDADES.

las residencias rurales son por ahora el mercado más elegido para instalar estos molinos.

En el frío polar de la Antártida o en la seca estepa patagónica. En la terraza de un edificio de Mar del Plata o en un coto de caza en el sur neuquino. Allí donde haya viento y se necesite energía moverá sus aspas el IVS-4500, el único aerogenerador fabricado en serie en el país. Su diseño fue íntegramente desarrollado por Invap Ingeniería SA, una subsidiaria de la firma estatal rionegrina que tiene talleres en Neuquén. Con sus 4,5 KW de potencia, es la estrella de la compañía que, pese a la falta de un marco legal que aliente la generación verde, ve crecer su demanda de la mano de nuevos mercados emergentes y con un producto que ya dio pruebas sobradas de su solidez.

El IVS-4500 nació de una contingencia. A fines de los 90, la firma TGS había traído a Argentina unos equipos de California, Estados Unidos, destinados a la protección catódica de los gasoductos. “Les duraron 15 días: a la primera ráfaga fuerte quedaron destruidos”, contó Juan Castro, gerente de la empresa. El Invap, que en ese entonces realizaba otros servicios para la transportista, se ofreció para hacer una reingeniería de ese molino. Fue el nacimiento del proyecto. En poco más de una década de vida, ya hay 54 de estas instalaciones a lo largo de todo el país.

El desafío fue generar una unidad que resistiera el viento patagónico y, sobre todo, que tuviera un sistema de montaje sin demasiadas complicaciones para poder llegar a lugares sin acceso. La solución se dio con una hélice de 4,5 metros de diámetro que resiste las vibraciones que generan las ráfagas más violentas. También cuenta con un sistema de autofrenado que combina las “cargas pasivas” (resistencias que frenan el rotor y la hélice) con un procedimiento que repliega las palas. Esto evita su rotura mecánica así como la sobrecarga.

La generación de 4,5 KW permite alimentar un casco de estancia grande o abastecer el consumo estándar de cuatro casas rurales. Pero también puede afrontar un uso industrial, como la alimentación de equipos petroleros. El caso más extremo fue el de un desarrollador inmobiliario en Mar del Plata, que compró un aerogenerador para poner en el techo de su edificio y publicitarlo como una construcción verde. El IVS-4500 alimenta allí todas las luces de los pasillos.

No sólo energía eléctrica puede salir de sus palas. También se instaló con muy buenos resultados para bombear agua en proyectos productivos. En la Antártida se usa para alimentar radiadores que calefaccionan las bases argentinas.

Pero tener un molino en el patio de la casa es por ahora una posibilidad lejana. Los bajos precios que tiene la energía eléctrica en el país desalientan este tipo de inversiones, que pueden superar los 200.000 pesos.

“La instalación completa del IVS-4500 cuesta unos 130.000 pesos”, explicó Mauricio Schneebeli, responsable del Energía Renovable de Invap Ingeniería. Sin embargo, habrá que agregar el costo de un banco de baterías (que puede variar dependiendo de su autonomía y su vida útil) y un inversor con salida de corriente alterna.

La falta de una normativa que regule la generación distribuida también es un punto en contra para su instalación. En países como Alemania o España se puede instalar un aerogenerador o un panel solar y “vender” el excedente a la red eléctrica. Con ese ingreso, las inversiones hogareñas se amortizan en más corto plazo.

Por todo esto, el mercado selecto para el producto estrella del Invap son propiedades rurales o instalaciones industriales aisladas. Según Schneebeli, un kilómetro de red puede costar hasta 15.000 dólares y ahí sí el costo de los IVS-4500 pasa a ser competitivo.

Además de cascos de estancia o residencias de productores, los molinos se usan mucho para alimentar repetidoras de telefonía o internet, un mercado creciente de la mano de la industria petrolera. También se usa para protección catódica o para alimentar algún tablero de control.

“Todavía hay cierto temor sobre esta tecnología: todo lo mecánico tiende a romperse”, explicó Castro. Pero destacó que su producto con mantenimiento puede durar hasta 20 años. Reveló también una curiosa ventaja comparativa: a diferencia de los paneles fotovoltaicos, los aerogeneradores no se pueden robar.

Pese a su robusta estructura, el montaje es relativamente sencillo. En un día de trabajo y otro de prueba queda listo. La torre que sostiene el molino se arma en el piso y se pliega con un malacate. “Es como un mecano”, bromeó Schneebeli.

Curiosa es también la experiencia de la pintura. En el primer prototipo que instalaron en Auca Mahuida se encontraron con un problema: el hielo se pegaba en las aspas y complicaba su rodamiento. “Había un solo lugar en esa instalación donde no había adherencias. Al analizar las causas vimos que tenía caucho de silicona. Entonces empezamos a pintar la hélice con pintura siliconada y se resolvió el problema”, contó Castro.

El otro punto nodal es la denominada curva-potencia. Se trata de una cuenta que permite establecer la relación entre la velocidad del viento y la potencia que se genera. Es dato clave porque la potencia crece de forma cúbica y es necesario buscar un punto de equilibrio que no dañe el molino cuando las ráfagas son muy altas.

Aquí está quizás una de las principales virtudes del IVS-4500, que puede resistir vientos de 150 kilómetros por hora de velocidad media y varios días de temporal.

EL HERMANO MAYOR

La empresa avanza además con un prototipo de molino de 30 KW para funcionar de forma híbrida. Ya se instaló uno en Bariloche que está bajo prueba y que podría comercializarse en el mediano plazo. En esa potencia, todas las unidades del país, como la que se instaló recientemente en Chorriaca, son importadas.

En este caso, el aspa mide 18 metros de diámetro.

roberto aguirre