La extracción del yacimiento de petróleo y gas de esquisto de Vaca Muerta mediante el ‘fracking’ se plantea por el peronismo y el macrismo como una receta mágica para salir de la crisis económica. Naciones Unidas alerta del problema medioambiental que supondría.
Andrea Ana Gálvez.– Hay quien dice que fueron las sierras cercanas las que le dieron el nombre de Vaca Muerta. Otros, que la forma del animal se dibujaba en los planos del lugar. La llaman el Dorado argentino por sus promesas de riquezas subterráneas. Lo cierto es que Vaca Muerta está llena de símbolos que nos hablan de la idiosincrasia del país, de su abundancia, de sus consensos y grietas. Su localización difusa anima el relato. Aunque no se saben los límites exactos, la formación se extiende por la Patagonia, la Cuenca Neuquina, parte de la provincia de Mendoza y algunas localidades del sur.
Lo que sí se sabe es que la explotación masiva de Vaca Muerta a través del fracking para ampliar el rendimiento de las extracciones de shale gas (gas de esquisto) y de shale oil (petróleo de esquisto) podría convertir a Argentina en uno de los principales exportadores del Cono Sur. Así lo vaticinó Wood Mackenzie, una de las principales consultoras globales en cuestiones energéticas.
Esta empresa afirmó en junio de este año que el yacimiento de shale gas argentino podrá competir con EE UU como principal abastecedor de gas en Asia. En un futuro próximo, al shale gas que podría producir Vaca Muerta no le bastaría con el autoabastecimiento interno y la exportación a Brasil y Chile, tendría que extender la venta y podría hacerlo hacia Asia, sobre todo hacia Japón, India y China, a un precio muy competitivo. Según la consultora, la formación de explotación no convencional podría exportar diez millones de gas licuado para el 2030.
Aunque estas cifras parecen prometedoras para la economía argentina, hoy en día sumida en una recesión generalizada, el país tendría que garantizar el almacenamiento, construir gaseoductos, oleoductos, plantas de licuefacción de gas y mejorar y ampliar la infraestructura si quiere llegar a cumplir estas estimaciones. El secretario del Departamento de Energía de Estados Unidos, Rick Perry, animó al presidente a atraer desarrolladores de oleoductos y empresas petroquímicas. Los datos de los presupuestos generales para el 2019 parecen confirmar esta tendencia. Según la Fundación Ambiente y Recursos Naturales, el presupuesto refleja que un 86% del presupuesto de la Secretaría de Energía se destinó a subsidiar a empresas privadas.
Subsidios para las empresas
Mientras los subsidios a las empresas aumentaron, los destinados a los consumidores se redujeron. Además de los subsidios, las tarifas de los servicios como la luz y el gas aumentaron significativamente. Unido a esto, algunos investigadores advierten sobre situaciones llamativas de injusticia energética que se dan en las localidades cercanas a la explotación de Vaca Muerta; en las que, al mismo tiempo que se extraen toneladas de hidrocarburos, algunas familias no tienen acceso al gas y al petróleo o éste está restringido.
Aunque el Grupo de los Veinte y las empresas trasnacionales parecen tener claro que Vaca Muerta es una mina de oro, o de shale gas, a la manera contemporánea, desde diferentes organismos internacionales como la ONU mostraron preocupación por la técnica utilizada y por el cumplimiento de los objetivos climáticos: “La explotación total de todas las reservas de gas de esquisto [de Vaca Muerta] consumiría un porcentaje significativo del presupuesto mundial de carbono para alcanzar el objetivo de un calentamiento de 1,5ºC, estipulado en el Acuerdo de París”. Desde Naciones Unidas también se recomendó “reconsiderar la explotación a gran escala de combustibles fósiles no convencionales mediante el fracking en la región de Vaca Muerta”.
A nivel nacional el consenso político sobre el fracking en el yacimiento une al macrismo y al peronismo que se enfrentarán en las urnas el próximo octubre. Aunque sus propuestas difieren en quiénes serán los protagonistas y cómo se distribuirán los beneficios de la extracción, Vaca Muerta se presenta como una de las piedras angulares de la recuperación económica y como solución a la crisis energética desde ambas visiones.
Según la investigadora y docente, Lorena Riffo, en Vaca Muerta no hay grieta: tanto Cambiemos como el peronismo ven la extracción intensiva de gas y crudo como una de las principales actividades económicas del país cuyo objetivo es la entrada rápida de divisas en dólares y la confirmación de un modelo energético de gran impacto social, cultural y territorial. “Esto genera conflictos socioambientales y termina negando la posibilidad de realizar una transición energética ni productiva”, señaló la investigadora al Observatorio Petrolero Sur. Según este organismo, los impactos en la salud de las poblaciones, la contaminación de las aguas y de las tierras deberían alertar sobre este tipo de explotaciones masivas.
Este “consenso nacional” sobre el yacimiento se integra bajo un consenso mucho mayor que excede a los límites provinciales y nacionales: el llamado Consenso de las Commodities se afianza en Latinoamérica como un modelo de desarrollo neoextractivista. Según la investigadora Maristella Svampa, “el Consenso de las Commodities subraya el ingreso en un nuevo orden, a la vez económico y político-ideológico, sostenido por el boom de los precios internacionales de las materias primas y los bienes de consumo cada vez más demandados por los países centrales y las potencias emergentes, lo cual genera indudables ventajas comparativas visibles en el crecimiento económico y el aumento de las reservas monetarias, al tiempo que produce nuevas asimetrías y profundas desigualdades en las sociedades latinoamericanas”.
De entre los productos predilectos que se demandan a América Latina están el gas y el petróleo. Aunque la extracción de hidrocarburos y la exportación de materias primas no es una novedad para la región, el nuevo modelo ha intensificado la expansión de megaproyectos, la ampliación hacia los territorios “improductivos”, la extracción y la exportación de bienes naturales sin mayor valor agregado y la irrupción de técnicas intensivas como el fracking. “El extractivismo instala una dinámica vertical que irrumpe en los territorios y a su paso va desestructurando economías regionales, destruyendo biodiversidad y profundizando de modo peligroso el proceso de acaparamiento de tierras, al expulsar o desplazar a comunidades rurales, campesinas o indígenas” afirma Svampa.
Para frenar estos impactos, activistas, pueblos originarios e investigadores están tratando de promover alternativas hacia un nuevo modelo de desarrollo más justo y democrático que alimente la transición hacia energías renovables y que reduzca el impacto sobre las poblaciones y el medio ambiente. Llevan una larga batalla, pero poco a poco están desnaturalizando estos consensos que parecen mitificar a esta vaca muerta en tiempos de vacas flacas.