Por Comisión de vecinxs en contra del loteo en la Bajada de los Palitos .- Empieza mayo en la Argentina de 1980. Comodoro es testigo de su propia realidad, impuesta desde aquella ciudad en donde “Dios atiende” y que nos otorga la alternativa de vivir ligados al petróleo o sobrevivir vendiéndole cosas a quienes del petróleo viven.
Fotos: Diario Crónica (Caleta Córdova, explosión del tanque, 1980)
Se acostumbra Comodoro a normalizar las mallas embadurnadas en hidrocarburo al volver de un paseo por la costa y desde aquel tiempo hay quienes repiten las historias de que el petróleo te blanquea los dientes, como si fuera esa una gran virtud. Insiste la historia oficial en Santa Lucía, en la gloriosa YPF, en las reinas del petróleo y en el oleoso fluido siendo bendecido, sin discernir que en verdad, el verdadero elemento sagrado es uno: el agua.
Dentro de esta ciudad, al norte y al este, Caleta Córdova sueña con un futuro pesquero, sueña el puerto ser terminado de una buena vez y que los barcos salgan en busca de lo que la mar nos regala. Sueñan las barrigas con hambre de los hijos de migrantes recién llegados, que sus padres puedan adentrarse en las aguas patagónicas. Sueñan los barrigones adinerados también, poder tener un barco. Sueñan los más osados que el destino final de Comodoro no sea exclusivamente un destino petrolero.
Caleta tiene dos playas, una levantada por la mano del hombre y otra tallada por la fuerza de las olas. Una tiene inmensos recipientes cilíndricos que los hombres de mameluco llaman “tanques”, la otra tiene elevados acantilados arcillosos que los niños llaman “gigantes”. En una playa se respira sulfhídrico con olor a huevo podrido, en la otra se respira la mar y un aire de libertad. Una tiene un horizonte de ingresos de dinero mal distribuido, la otra tiene un horizonte infinito de posibilidades. En una playa el sol se refleja sobre las instalaciones de metal, en la otra son los cuarzos de la pared de la Punta Novales y es el agua de los pozones en la restinga quienes juegan con su brillo.
Aquel mayo de 1980, sería la playa de tanques la que tendría el calor. El Tanque de almacenaje N° 57, con sus 8.500 metros cúbicos de capacidad, estalló. La explosión provocó un incendio que se prolongó más de 14 horas y derramó más de 6.000 metros cúbicos de petróleo, que avanzaba encendido en llamas, por el suelo de esa playa. El camión de los bomberos fue alcanzado y destruido, los operarios corrieron por sus vidas, las explicaciones fueron poco precisas y el origen indeterminado. Los daños, como siempre, se midieron solo en costos económicos. Los Diario Crónica y El Patagónico, en esos tiempos de dictadura, solo hablaban de que en poco tiempo se podrían reiniciar las tareas, que se habían perdido unos cuántos millones de dólares y que era sumamente extraño que los modernos sistemas de seguridad hubiesen fallado. Para los ideólogos del progreso, no importa la década, siempre resulta una sorpresa que el “dios tecnología” falle.
Así va, así siempre. La industria camina, de día y de noche sin descanso, indetenible, como las cigüeñas que cabecean la tierra cada vez más, más y más. Es Caleta Córdova lo que es Comodoro: una zona de sacrificio elegida por quienes ni siquiera habitan esta ciudad costera.
Es Caleta la oportunidad perdida, la externalidad no internalizada, el sueño opacado por la ambición, la tierra que quieren que siga siendo desierto. Es Caleta el deseo indetenible de quiénes desean comprar voluntades de la población a cambio de tolerancia, a cambio de que soporten una “ocasional” explosión de tanque, un “inesperado” derrame en el mar que tiñe el futuro de negro, un modo de vida arrebatado, un cachito de vida, todo en nombre del “progreso” y del bendecido petróleo que por el mar se va, se va, se va.
Desde la Comsión de vecinxs en contra del loteo en la Bajada de los Palitos, extendemos nuestro apoyo a las y los vecinos del B° Caleta Córdova, que desde la década de 1920 habitan la puerta de salida, desde donde se le dice “adiós” a la naturaleza extraída de nuestros territorios. Desde esta comisión entendemos los intereses que atraviesa la disputa judicial y la importancia que reviste un juicio por aquel derrame de petróleo en mar de diciembre de 2007. Por eso remarcamos la necesidad de que la opinión pública se exprese de las más diversas formas.
Vemos en Comodoro cómo no puede sostenerse el extractivismo sin que los costos los pague un puerto que no camina, un barco que no zarpa, una comunidad que se ve obligada a aceptar un destino que no eligió.
Caleta tiene dos playas y hay una que depende de la otra, y que basa su existencia en la primera existencia de la otra. Una de las playas simboliza el dinero para justificar el saqueo con un ejército de abogados sedientos de ambición. La otra tiene un abanico de posibilidades para los de abajo.
Tal vez por eso los tipos de traje se empecinan tanto en sellar con fuego su destino como zona de sacrificio.
Tal vez por eso las tipas de la costa se empecinan tanto en resistir y luchar por otra vida posible. Ya no mirando la playa de tanques, sino mirando la playa y el mar, con la cara de frente a esa playa, de frente y de cara a la playa y al mar.
Los espacios litorales son un bien común.
El mar es de todxs.
Sin justicia ambiental, no hay justicia social.
There are 1 comments
Comments are closed.