Por Victoria De Masi / El Diario AR .- Es la localidad-epicentro de la explotación de hidrocarburos en la cuenca neuquina. Pasó de tener una población estable de 2.500 personas a 8 mil en menos de una década. Falta de trabajo y dificultades para acceder a una vivienda en una ciudad en la que escasean servicios como el agua e, insólito, el gas.
Añelo. Foto: Pablo Piovano
Un mechero es como un fósforo gigante, la antorcha que llevaría una bestia. Pero no: aquí, en Añelo, el “monumento” de bienvenida es un caño largo que despunta fuego. Fuego y humo. Hay un mechero en la entrada de la localidad. Otros dos recortan el horizonte sobre la meseta de la izquierda, a unos kilómetros. La llama, que deambula entre el naranja y un rojo intenso, flamea como una bandera. Lo único que indica es que allí se quema en tiempo real una buena cantidad de gas sobrante. Añelo está a unos cien kilómetros de la capital de Neuquén y es, desde 2012, el epicentro de la explotación no convencional de la cuenca neuquina.
Hasta hace pocos años, aquí había pocos habitantes y chacras verdes donde criaban chivos o se cosechan peras, manzanas, zanahoria, anco. Acá había veranada, un arreo de animales hacia el valle de pasto tierno. Pero desde hace ocho años, el compás del pueblo está marcado por la actividad petrolera. Entre 2013 y 2016 la población estable pasó de 2.449 personas a 7 mil. Hoy viven 8 mil personas, pero durante la semana Añelo recibe a 20 mil que trabajan directa o indirectamente en el reservorio Vaca Muerta. Debajo de esta tierra hay gas y petróleo suficiente para abastecer de energía a todo el país. Bendición y miseria: esos dos recursos son ahora el único cordón umbilical de la comunidad, una especie de relación de dependencia vital para la economía.
“Un plan demasiado ambicioso”
Es la mañana dorada del viernes 6 de agosto. Por la Ruta 7, la arteria principal de Añelo y la que la conecta con Neuquén, van y vienen camiones de gran porte. La municipalidad, ubicada a unos metros, es una construcción nueva y luminosa. Allí está el intendente Milton Morales, del Movimiento Popular Neuquino. Asumió hace dos años, en 2019. Él fue uno de los autores del masterplan “Añelo 2034”, una manual-guía que tiene como objetivo preparar a la localidad para un próximo boom petrolero. O, al menos, para que el pueblo no colapse. Esperan que se instalen 35 mil personas de manera permanente.
Sobre el impacto de la industria hidrocarburífera en la localidad, Morales dice: “Es una actividad muy avasallante, de mucha intensidad por momentos y con temporadas en las que decae. Eso hace que sea complejo el sostenimiento económico del Estado municipal. Pero también tiene efectos sobre el empleo, la situación habitacional y los recursos con los que contamos”.
¿En qué sentido impacta en el empleo?
El año pasado, en pandemia, unas 800 personas que trabajaban en la actividad petrolera quedaron sin trabajo. Con la colaboración de las empresas y los sindicatos, y con la gestión de la bolsa de empleo municipal, logramos reducir esa cantidad a la mitad. Hoy habrá unas 70 personas desocupadas. En los últimos tres años fuimos capacitando a personas en oficios relacionados a la industria del petróleo, pero no tenemos todavía gente con estudios terciarios y universitarios, es decir, calificados. Pero estamos insertando a las mujeres en una actividad marcadamente masculina: hay una buena cantidad de mujeres que son choferes profesionales.
¿Y las ocupaciones que tienen relación indirecta con la actividad?
Gastronomía y hotelería. Pasamos a ser una localidad que presta servicios a la actividad y se generaron muchos puestos de trabajo en gastronomía y hotelería. Pero tenemos un problema generado por la disparidad en los sueldos. Como la actividad hidrocarburífera paga mejor que la hotelería, por ejemplo, el lugareño prefiere esperar tres meses sin trabajar hasta que surja una oportunidad de empleo en el petróleo.
¿Y qué trabajos consiguen en la industria?
Tareas generales, en su mayoría. Limpiar instalaciones, levantar banderines, clavar estacas. Nos cuesta muchísimo lograr ese cambio cultural. Lo vemos en la ruta: mucha gente de otras localidades viene a Añelo porque consiguió empleo en hotelería o gastronomía.
En Añelo, una habitación con baño compartido puede costar unos $15 mil. El alquiler de un monoambiente $30 mil, dos ambientes casi $50 mil. ¿Cuál es la situación habitacional?
No hemos podido regular el tema de los alquileres. Y es otro problema disparado por la actividad. El costo de vida aquí es alto, pero más allá de eso cuando la actividad repunta el petróleo se lleva todo lo que encuentra. Y ahí arranca la discusión de los valores. Cuando hay un “estallido” no hay alquileres disponibles. Es más, algunos deciden alquilar su vivienda a una empresa y se mudan a localidades más chicas, sin tanto movimiento como el que tenemos nosotros. Y le alcanza para vivir muy bien. Luego está el desarrollo urbano en La Meseta, donde ofrecemos el acceso a un lote financiado en cuotas.
“No pudimos regular el tema de los alquileres. Y es otro problema disparado por la actividad hidrocarburífera. El costo de vida aquí es alto, pero más allá de eso cuando la actividad repunta el petróleo se lleva todo lo que encuentra”
¿Hay asentamientos en Añelo?
La única toma que hay es en la barda, en la entrada a la localidad. Está sobre tierras de un privado; un privado que tampoco ha normalizado su situación entonces el Estado no puede avanzar.
El Plan Añelo 2034 fue presentado hace cinco años. Incluye un matadero, campo hípico, barrios privados, hectáreas para cultivo… ¿Es viable?
Es ambicioso. Pero no queremos modificarlo porque somos conscientes del retraso que tenemos en las obras pero creemos que el objetivo tiene que ser el mismo. La explotación de Vaca Muerta está, recién, en el 4 o 5 por ciento. Si remonta a los niveles de 2017 tenemos que prepararnos.
¿Qué es lo que falla?
Falta la plata que corresponde a Nación. Los privados fueron haciendo su aporte económico a la Provincia y pudimos avanzar pero… Imaginate que el masterplan calculaba que Añelo necesitaba 300 millones de dólares para infraestructura, para lograr un atractivo que haga que quienes vienen a trabajar tomen la decisión de quedarse. Esa plata no ha llegado al municipio.
Por lo pronto, las obras son para el casco antiguo de Añelo: completar la red de cloacas y asfalto, cordón cuneta y veredas para nueve cuadras. Eso y poner en funcionamiento un módulo de la planta potabilizadora de agua. El agua y la electricidad son problemas históricos en Añelo. En el mismo lugar donde extrae energía, en Añelo no hay potencia.
Una camarera, una vendedora de ropa, la dueña del vivero, un maquinista y el cura del pueblo
Los mecheros y su bocanada de fuego interrumpen esta geografía de ripio, barda y médano. Una localidad donde casi todos eran parientes transforma rápido su arquitectura con diseños foráneos, descolocados. Pero hay que alojar a sus nuevos habitantes donde sea: en construcciones precarias, en casas-containers, garajes, en hospedajes. Al aluvión de salteños, tucumanos y mendocinos, se sumó en los últimos años la inmigración desde Venezuela y Colombia.
Pide reserva de su nombre por razones obvias: en Añelo se conocen todos. Así que digamos que se llama Estela. Estela trabaja en una confitería bastante concurrida. “Hago la diferencia con la propina y con eso cubro el alquiler. Trabajo catorce horas por día con un franco semanal. En Añelo no hay casi nada para hacer, el casino nomás”, dice.
Mary tiene 36 años. Es boliviana, vivió en Buenos Aires mucho tiempo y se mudó a Añelo hace dos años. Atiende un local de ropa. “Conseguí un monoambiente por $8 mil pero no pude pagarlo más y me mudé a lo de una familia conocida con mis dos hijos. Vivir acá es muy caro, pero también es muy tranquilo”, dice.
Romina tiene un vivero que funciona en un pequeño local a la calle. Los frutales los trae de Mendoza, el resto de las plantas de Buenos Aires. Un vivero en Añelo es una rareza, como un vergel en el desierto. “Somos nativos nosotros y sí, la ciudad cambió mucho. Con el petróleo llegó la gente a buscar trabajo, acá vienen a preguntar si necesitamos empleado o si sabemos de alguna changa. Antes íbamos a la barda a tomar mates. Ahora hay un parque industrial y un barrio enorme”, dice.
Mauricio sale descalzo a la galería de su casa. Vive en La Meseta, un barrio nuevo emplazado sobre la barda, en el mismo predio del parque industrial. Compró este lote financiado a dos años. El primero pagó cuotas de $1.500, el segundo de $2.000. Trabaja en el petróleo, catorce días en la torre y siete en su casa. “Acá vivimos tapados de tierra. ¿A vos te parece? Estamos parados arriba del gas pero acá en mi casa no tenemos gas. Agua potable tampoco, nos dan los bidones. No tengo escritura tampoco, el plano nada más. Luz en la calle no hay. Mirá: esa luz la conecté yo. Esos arbolitos los planté yo. Los puse para que los chicos puedan jugar y no les pasen los camiones por encima”, dice. A unos dos kilómetros de la puerta de su casa hay una torre. Y si hay torre, hay pozo.
El padre Pablo Pinamonti está al frente de la parroquia Nuestra Señora de Fátima. “De una comunidad criancera a una comunidad que depende de la explotación del petróleo. Aquí llega mucha gente de diferentes lugares, con culturas e idiosincrasias diferentes. Y el desarraigo cuesta mucho. El cambio es evidente, estamos en una monoeconomía. Pero… ¿Cómo hacemos para que nuestra comunidad sea sustentable en el tiempo?”, dice. Mañana es San Cayetano. Seremos un pequeño enjambre peregrinando por Añelo. Todos pedirán por trabajo. Habrá pan y velas encendidas sobre la barda. Es la misma llama de los mecheros que dan la bienvenida a Añelo, pero otro fuego.
VDM
Esta nota fue producida con el apoyo de Observatorio Petrolero Sur.