En foco: luz, gas y precios de los combustibles
El Gobierno jamás admitirá una crisis, pero el deterioro de la estructura energética es grande e inocultable. La novedad, según información privada, es que en el máximo nivel de decisión política habrían empezado a tomar nota de la magnitud del problema. “Han cambiado la visión”, afirman las fuentes.
Con bastante información y todavía cierto escepticismo, en el sector petrolero creen que se vienen varios reajustes.
Para comenzar, aumentos en los precios del petróleo y el gas en boca de pozo. Este es un compromiso que Julio De Vido ya asumió con los gobernadores de las provincias productoras. A ellos les significan mayores ingresos por regalías y alivio en las cuentas fiscales. Al kirchnerismo, votos para sus leyes: una contrapartida conocida.
Un anticipo de las consecuencias ya está en la calle, con los persistentes ajustes en el precio de los combustibles. Desde las naftas al gasoil y obviamente tolerados por el Gobierno. Al parecer, habrá más en 2010.
Según las mismas fuentes, en el nuevo escenario entra una renegociación integral de las tarifas con las compañías de gas y electricidad. La aspiración de los empresarios es un sendero de aumentos que, esta vez, desemboque en las cajas privadas.
Está por verse si, al menos parcialmente, el paquete afloja el impuestazo al gas y los facturones a la luz, suspendidos después del revuelo que armaron. Y si al final aparece la tarifa social, que el Gobierno pretendió reemplazar con un sistema de subas asociadas a los consumos tan de apuro como dislocado.
Esa fue la última apuesta que el Ministerio de Planificación hizo para recortar los subsidios a la energía, en línea con la poda del 16 % prevista en el Presupuesto de 2010. Ahora que las cuentas fiscales lucen muy apretadas, el Gobierno ha advertido que es un modelo insostenible. Y desde siempre desigual, porque beneficia notoriamente más a los sectores de altos ingresos que a los de bajos recursos: nada que tampoco pudiese ignorar.
Es cosa asumida, entre los empresarios, que los aumentos en luz y gas y en los precios en boca de pozo llegarán atados a compromisos de inversión. Y salvo que se encuentre un atajo, la renegociación de los contratos exigirá otra prórroga de la Ley de Emergencia Pública, al menos para este punto.
El ministro de Planificación y el secretario de Energía, Daniel Cameron, ya trabajan en el nuevo andamiaje. Desde hace tiempo ambos vienen planteando una reforma parecida a la que cuentan las empresas, sólo que ahora tendrían luz verde de la Presidenta y de Néstor Kirchner. Sería, al fin, admitir errores en mucho de lo que se hizo o dejó de hacer.
En ausencia de un plan integral, el que fuese, lo que ya hay es un deterioro serio en la estructura energética. Quedó claro durante una ronda de especialistas organizada por el Instituto Argentino de la Energía.
Desde 1998, la producción de petróleo cayó 25 % y la de gas entró en declive a partir de 2004. Las reservas de petróleo son hoy 18 % más bajas que en 1999; las de gas, un 49 % menores a las que existían apenas diez años atrás.
Significa, pues, que el país está consumiéndose lo que le queda. Y que tiene seriamente comprometido el horizonte de producción nacional. Por si no se ha advertido, buena parte de este proceso tuvo lugar durante los seis años largos de gestión kirchnerista.
Es poca o ninguna la exploración de riesgo, o sea, desinversión en el corazón de la actividad petrolera. La caída en producción y reservas revela, por si misma, que la inversión estatal fue insuficiente o cuanto menos mal enfocada.
Tampoco se avanzó en el cambio de la matriz energética, compuesta casi en un 90 % por gas y petróleo. Menos del 10 % es hidroelectricidad y energía nuclear. Que la Argentina sea, proporcionalmente, líder mundial en el consumo de gas muestra hasta dónde el país es dependiente de un recurso que genera cada vez menos.
La consecuencia: importación de lo que venga para suplir lo que aquí escasea. Electricidad de emergencia desde Brasil. Gas de Bolivia, todo el posible. Gasoil y fuel a través de contratos con el gobierno de Hugo Chávez. Gas licuado en barcos que vienen de afuera y acá lo transforman en gas natural.
Todo costoso y bancado por el Estado, cuando no de dudosa factura en algún caso. El propio Presupuesto de 2010 pone al descubierto una deuda de 1.264,8 millones de dólares con Venezuela, renegociada según un convenio que se desconoce. Y da vía libre a los avales que De Vido necesite para importar combustibles y electricidad, más aviones para Aerolíneas Argentinas: sólo por este lado, $ 5.000 millones.
Es obvio que un cuadro así condiciona el crecimiento de la economía, si no es ya un verdadero cuello de botella. Y ni hace falta ir muy atrás para conocer los riesgos que la imprevisión y la falta de políticas de largo plazo entrañan: cortes a las industrias junto a importaciones cuantiosas de combustibles.
Fuente: Clarín.com