Los países productores de petróleo, sobre todo los más dependientes de la venta de su ‘oro negro’, temen que las decisiones que salgan de la Cumbre sobre el Cambio Climático de Copenhague les acarreen grandes pérdidas económicas.
Oficialmente no se conoce una postura unificada de esas naciones, ni de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que en Copenhague estará representada por su secretario general, el libio Abdalá El-Badri, aunque sólo en calidad de observador.
Los países miembros participarán por separado y el ministro argelino de Energía, Chakib Jelil, afirmó el 1 de diciembre en Argel que estaban analizando una posición coordinada.
Pero de momento, ‘no se divisa una postura común y coordinada de los países de la OPEP en Copenhague’, dijo a Efe David Wech, experto de la asesora especializada en petróleo JBC.
‘Algunos países, sobre todo Arabia Saudí, cuyos ingresos dependen, en primer lugar, de las exportaciones de crudo, quieren recibir una compensación por el retroceso de la demanda’, añadió.
Se espera que otros, como Ecuador, intenten compensar las pérdidas de ingresos a través de los Mecanismos para un Desarrollo Limpio (MDL), establecidos en el Protocolo de Kioto, que promueven las inversiones en proyectos de reducción de emisiones en países en desarrollo.
Jelil reconoció que el temor de los productores se centra en la posibilidad de que sean considerados contaminadores y se acuerde una ‘impuesto sobre el carbono’ en el consumo de hidrocarburos.
Estimó que la aplicación de ese impuesto impactaría negativamente en la demanda de petróleo y gas, ocasionándoles a los países de la OPEP unas pérdidas de hasta 3.000 millones de dólares hasta el año 2050.
‘Los países exportadores de petróleo no son los contaminadores en la medida en que se limitan a vender esta energía’, defendió Jelil.
Aunque los doce miembros de la OPEP producen juntos casi el 40 por ciento del petróleo que se consume en el planeta, las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) no presentan a los productores como los principales contaminantes.
Sus emisiones son relativamente bajas comparadas con el resto del mundo, si bien han aumentado de forma exponencial desde 1970.
Las 162 millones de toneladas de CO2 que las doce naciones emitían en 1971 pasaron a totalizar 1.536 millones de toneladas en 2007, es decir, un aumento del 848%, pero aún así, sólo llegaron a representar el 5,24% de las emisiones mundiales.
Incluso, en 2007, fueron ligeramente menores a las de Rusia, productor de gas y petróleo que no integra la organización y que emitió ese año 1.579 millones de toneladas, según los cálculos de la AIE.
Los expertos de JBC consideran ‘improbable’ que en Copenhague se logre un protocolo vinculante sucesor del de Kioto, algo prácticamente descartado por los organizadores de la cumbre.
Pero sí dan por seguro que los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) tomarán medidas para alcanzar objetivos de reducción de emisiones contaminantes.
Y así vaticinan que tales objetivos serán responsables de ‘una reducción neta de la demanda de productos (petroleros)’ en esas naciones industrializadas, como consecuencia de una mayor eficiencia energética y un menor porcentaje de fuentes fósiles de energía que se espera alcanzar mediante la sustitución por combustibles alternativos, principalmente etanol y biodiésel.
Para impulsar la sustitución, las naciones ricas reducirían las subvenciones por las energías tradicionales y aumentarían las destinadas a la producción considerada sostenible de biocombustibles.
Pero además, la consultora JBC opina que no sólo la meta de frenar el efecto invernadero del planeta amenaza con restringir los ingresos de los productores de crudo, sino también el creciente interés político de EEUU y Europa en reducir su dependencia energética de los suministros provenientes de regiones inestables.
Fuente: Terra Noticias