El petróleo que nos consume

Por Katia Monteagudo (*).- El mundo se acerca al declive terminal de la producción de hidrocarburos y hacia una nueva crisis energética, advierten expertos y organismos especializados en el tema.
Llegó la hora de comenzar a prescindir del petróleo, antes de que este nos abandone a nosotros, insiste Faith Birol, economista jefe de la Agencia Internacional de Energía (AIE).
Su entidad es consejera de la política energética de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, y encargada de elaborar cada año el afamado informe World Energy Outlook.
Birol alerta que las tendencias del suministro y consumo de petróleo de hoy son insostenibles, tanto desde el punto de vista económico como ambiental y social.
La mayoría de los campos, que conforman las tres cuartas partes de las reservas mundiales, llegaron a su pico, y es un hecho que la producción petrolera, en relación con el 2007, declina al doble de lo calculado en esa fecha.
Los actuales volúmenes productivos provienen, en más del 60 por ciento, de campos con más de 25 años en explotación intensiva, y las nuevas prospecciones se realizan en regiones remotas, con altos costes y menor rentabilidad.
A partir de este año podría haber otra gran escalada en los precios, advierte el economista de la AIE, superior incluso a la ocurrida en el verano de 2008, cuando llegó a cotizarse a 147 dólares cada barril, que hoy ronda los 70.
Si la actual demanda permanece estable, el mundo tendría que encontrar el equivalente a cuatro Arabias Sauditas para mantener la producción de hoy, o seis, si se logra el crecimiento esperado en la demanda, desde ahora al 2030, amplía el experto.
A estas evaluaciones se suman los análisis, desde hace más de una década, de la Asociación para el Estudio del Pico del Petróleo (ASPO, por sus siglas en inglés).
Este grupo es una amplia red de científicos, afiliados a varias instituciones globales y universidades, para determinar la fecha y el impacto del punto máximo y caída de la producción mundial de petróleo y gas.
La ASPO y la AIE concuerdan en que es real la abrumadora diferencia entre la demanda y la disponibilidad del recurso, y que ya podría resultar un hecho concreto la anunciada teoría del “peak oil”, también denominado cenit o pico del petróleo.
Este se refiere al momento en que la tasa máxima de extracción mundial será alcanzada, tras lo cual pasará a un declive terminal.
Se relaciona además con el impacto devastador que tendrá sobre la economía y sistemas de alimentación y transporte.
El concepto del “peak oil” es derivado de la conocida curva de Hubbert, en referencia al estadounidense Marion King Hubbert, quien en 1956 creó y usó por primera vez esta metodología.
Ese geólogo predijo que las extracciones de petróleo de Estados Unidos llegarían a su cenit entre 1965 y 1970, y se cumplió en 1971. También indicó que la producción mundial alcanzaría su máximo nivel luego del 2000.
Cálculos ajustados de hoy fijan ese cenit entre el 2006 y 2010, aunque muchos expertos creen que este se produjo en julio de 2008, justo cuando ocurrió la subida más alta en los precios del barril y la caída de la economía mundial.
Además hay otro grupo que lo ubica entre el 2015 y el 2020, como el informe de la UK Energy Research Centre.
La reciente estadística anual de la British Petroleum (BP) especifica que solo 14, de los 54 países productores, continúan elevando sus extracciones, mientras que 30 pasaron definitivamente su cima, y los 10 restantes están atravesando una meseta o comenzando a bajarla.
El cenit del petróleo, según la BP, es real en más de dos tercios de los países petroleros del planeta.
Como consecuencia de estas previsiones, de inmediato podría agravarse la producción mundial de alimentos, muy presionada ya por el cambio climático, el impacto de la sequía en los rendimientos de las semillas, y el crecimiento de la población.
Países antillanos, centroamericanos y de América del Sur, además de otras naciones de Asia y el África Subsahariana, se ubican entre los primeros en sentir las nuevas carencias.
Los altos precios del crudo que se vislumbran podrían multiplicar por dos los mil 20 millones de personas que hoy padecen hambruna en el planeta, prevén los estudios.
El ecólogo estadounidense Richard Heinber considera que el sistema alimentario actual es demasiado vulnerable por su alta dependencia de los crudos fósiles.
Este experto avizora nefastas secuelas para este sector, ya que podría haber menos combustibles para la maquinaria agrícola, altos costes de fertilizantes y herbicidas, además del encarecimiento del transporte de productos.
Igual resultarán más frecuentes y agresivos los conflictos por el control de los mayores recursos energéticos en existencia.
A pesar de todos estos cálculos e impactos, el mundo aún no está listo para prescindir tan rápidamente del petróleo.
El 95 por ciento del combustible para el transporte son los derivados del petróleo, y hoy existen unos 750 millones de vehículos en el planeta, que gastan tres millones de litros de gasolina por segundo.
Al comienzo de la era industrial, unos 500 millones de habitantes se sustentaban en el petróleo, y en la actualidad son más de seis mil 700 millones.
Todos los informes aseguran que la demanda actual, 86 millones 500 mil barriles diarios, supera la capacidad global de producción, y la AIE estima que se requerirán 120 millones de barriles al día para el 2025, aunque no especifica de dónde saldrán.
Hoy se emplean 30 mil millones de barriles al año, y en ese lapso solo seis mil millones provienen de nuevos yacimientos, lo que significa que se descubre un barril por cada cinco consumidos.
Aunque se sabe que el gas natural pasará a ser el sustituto más inmediato del petróleo, su reinado durará muy poco tiempo.
Se cree que urge acelerar la movilización de recursos energéticos renovables, incrementar la eficiencia energética y buscar transportes alternativos.
Pero el trecho aún es largo, pues las energías limpias sólo aportan el 1,5 por ciento de lo que se usa globalmente, y la AIE estima que se triplicará para el 2030 el consumo energético en los hogares del planeta.
Números y consecuencias están muy bien sacados, pero aún el mundo se mueve demasiado lento para prescindir en esta centuria del petróleo que a prisa nos consume.
(*) La autora es periodista de Prensa Latina especializada en temas globales.

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