La baja en las reservas del gas, petróleo y electricidad se combina con la creciente demanda y la falta de inversión exploratoria y conducen a la Argentina al agotamiento de sus fuentes de energía. Los expertos piden medidas urgentes y advierten sobre un futuro incierto. ¿Qué sucede en el resto de América Latina?
Jorgelina do Rosario
Situación delicada en el corto plazo, crítica en el largo. Con un presente caracterizado por el descenso de reservas y un futuro más que incierto, el escenario energético de la Argentina afronta problemas estructurales para los que, en las últimas décadas, aún no se encuentra solución. Mientras la demanda doméstica avanza año tras año, las inversiones privadas y públicas que se realizan en el sector no logran garantizar el abastecimiento. A este incierto panorama se le agrega una realidad que se destaca por la desactualización de tarifas de gas y electricidad, que hacen de la Argentina uno de los países con la energía más barata de la región. En la ecuación energética, las bajas tarifas y la abundancia de recursos parecen no ser variables que se dan en forma conjunta.
En este contexto, los especialistas consultados por WE consideran que si bien el país no atraviesa una crisis energética, el sector se encuentra estancado en una visión cortoplacista. Daniel Montamat, ex secretario de Energía de la Nación, afirma que el panorama energético de la Argentina posee problemas en la oferta. “Nos hemos comido el principal capital energético del país: el gas natural líquido. A principio de la década, teníamos reservas por 800.000 millones de metros cúbicos. Hoy, sólo alcanzan los 400.000 millones”, especifica Montamat, quien asegura que las reservas de gas representan el 50% de la fuente de energía primaria del país. Si bien la mayor parte del consumo de gas en la Argentina es abastecido por fuentes internas, la dependencia externa comenzó a crecer con las importaciones de Bolivia, y desde 2008, el país importa ese recurso de naciones como Argelia y Trinidad y Tobago. “Alrededor del 6% del gas consumido es importado, pero rápidamente llegará al 10%”, estima.
Así como sucede con el gas líquido, la falta de exploración de reservas alcanza también al petróleo de producción nacional. Actualmente, el país posee tan solo 2500 millones de barriles de este hidrocarburo, que representan un 36,9% de la matriz energética primaria de la nación. Según datos de la Secretaría de Energía, mientras que en 2001 se producían 45 millones de metros cúbicos de petróleo, el año pasado la producción se ubicó por debajo de los 40 millones.
“Si tuviera que ponerle un rótulo a la situación energética de la Argentina, sería el de la incertidumbre”, dice Carlos Skerk, socio de Mercados Energéticos Consultores (ME). De este modo, el ingeniero destaca que el sector eléctrico estará comprometido en el futuro, pues “en los últimos siete años no se ha hecho ninguna inversión en generación eléctrica, con una demanda que viene creciendo entre un 6 y 7% anual”. Con empresas privadas de petróleo y gas que apuestan por la explotación de las reservas existentes, el país se caracteriza por una baja inversión exploratoria o de alto riesgo. Por ello, las inversiones públicas han tomado mayor protagonismo durante la era K. Según Montamat, “han ampliado la red de gasoductos en cinco millones de metros cúbicos por año” y el sistema “pasó de 120 millones de metros cúbicos día de capacidad a 140”.
En el transporte eléctrico de alta tensión, se está haciendo un esfuerzo por conectar las regiones del noroeste y el noreste en aras de vertebrar el sistema de autopistas de alta tensión, a la vez que se pusieron en funcionamiento las centrales térmicas de Campana y Timbúes, que se empezaron a construir en 2006. Asimismo, el Gobierno apunta a la finalización de la represa Yacyretá y de la central nuclear Atucha II. “Se ha tendido hacia un mix, pero de manera desordenada”, asevera Skerk. No obstante, el ex secretario de Energía aclara que “la inversión pública no ha podido sustituir el déficit de inversión privada”. Y agrega: “Se han repotenciado plantas eléctricas con capital privado, pero no es suficiente porque nos hemos comido las reservas de gas, petróleo y electricidad”.
En aras de aumentar la oferta, la Secretaría de Energía lanzó a fines de 2009 el Programa Nacional de Obras Hidroeléctricas, con el objetivo de construir las represas Cóndor Cliff y La Barrancosa, en Santa Cruz. Estas obras se encuentran presupuestadas por más de $ 15.000 millones y el 70% será financiado por el estado nacional. La iniciativa ya generó polémica. En un discurso en el que defendió su gestión, este año la presidente Cristina Fernández de Kirchner amparó el avance de las obras, negando que fueran “empresas amigas” las que se encuentran en carrera para adjudicarse la licitación del 30% restante.
La creciente demanda de energía -tendencia presente en el resto de los países de la región- ha sido disparada por una de las grandes barreras con la que se topan las inversiones: la desactualización de tarifas de gas y electricidad. Para 2010, se presupuestaron más de $ 13.500 millones en subsidios para el sector energético. “Lo que no pagamos en las tarifas como usuarios, lo abonamos como contribuyentes de impuestos. Y como los subsidios se financian con recursos fiscales, que hoy escasean, se financia con el más regresivo de todos los impuestos: el inflacionario”, dispara Montamat, y señala que “se le licúa el salario a la gente para engañarla y decirle que tienen gas y electricidad barata”.
¿Qué pasa en la región?
En América Latina, uno de los países que más ha sufrido la reducción del stock de reservas de gas natural de la Argentina fue Chile. A partir de 2004, el país andino comenzó a recibir menos reservas argentinas de gas. Y en el crudo invierno de 2007, la canilla exportadora de este recurso se cerró completamente, dejando al país vecino en una crítica situación energética. Pero luego de haber sufrido ese golpe, los horizontes de largo plazo establecidos en Chile permitieron tomar medidas energéticas de uso racional e instalar una planta de recepción, almacenamiento y regasificación en la ciudad balnearia de Quintero, inaugurada a fines de 2009. Hoy día, la nación importa esta fuente de energía de estados asiáticos como Indonesia y Malasia.
“Estamos saliendo de un terremoto que ha puesto a prueba todo nuestro sistema eléctrico y a las dos semanas del sismo, la distribución se normalizó para el 100% de los clientes”, afirma Mario Donoso, gerente general de la Compañía General de Electricidad (GDE), de Chile. En el país vecino, la distribución, generación y transmisión del sector eléctrico se encuentra en manos privadas, proceso que se inició en la década del “80. Según explica Donoso, “en Chile entendemos que las tarifas reflejan los costos” en el sector energético. “El desafío que está promocionando el Gobierno es el de la eficiencia energética, el cómo usar de mejor forma los recursos que tenemos en todos los ámbitos”, amplía el experto de GDE.
A diferencia de Chile, Bolivia sí tiene por delante un desafío basado en la actualización de tarifas de electricidad. “Las 16 empresas que operan en el sector eléctrico subsidian el 25% de las tarifas del 50% de losconsumidores domiciliarios del país”, precisa Ángel Zannier, presidente del Comité Boliviano de la Comisión de Integración Energética Regional (Bocier). Y este año, el sector atraviesa importantes cambios. Como lo hizo hace cuatro años con los hidrocarburos, el presidente Evo Morales anunció la nacionalización del 80% de la capacidad eléctrica de Bolivia, con la promesa manifestada de compensar económicamente a los inversores.
“Por cada punto porcentual que crece el PBI de Bolivia, la demanda de electricidad sube dos puntos. Y una demanda que viene creciendo a un 7% anual significa que en los próximos 10 años hay que realizar todo lo que se ha hecho en la historia del país en materia de inversiones en generación de electricidad”, considera Zannier, para quien el sector eléctrico requiere “reglas de juegos estables en el tiempo”. Las autoridades nacionales han demostrado la voluntad de realizar dichas inversiones utilizando las reservas del Banco Central, que hoy superan los u$s 8000 millones. Para el especialista de Bocier, “el crecimiento de las reservas no son producto de una brillante administración, sino de una ley de hidrocarburos anterior al proceso de nacionalización que aumentó la participación de la renta petrolera del Estado”, que actualmente supera el 50%. Al rememorar el debate que se desató en la Argentina sobre el uso de las reservas del BCRA para pagar deuda, Zannier opina que estos préstamos -que llegarían a los u$s 2000 millones- representan “un gran desafío, pero no deja de ser riesgoso”.
A través de la exploración off-shore, Brasil ha encontrado grandes reservas de petróleo que hasta ahora se estiman en los 30.000 millones de barriles. Antes de estos descubrimientos en la llamada zona del presal, el país verdeamarelo tenía tan solo 12.000 millones. “Con estas reservas, se garantiza su suficiencia energética, pues donde se encontró petróleo también había gas”, sostiene Skerk. Sin embargo, en términos unitarios al país le conviene comprar hidrocarburos en el mercado internacional, ya que los recursos del área explotada aún no son competitivos para el consumo interno o la exportación. Por su parte, Perú está desarrollando nuevas reservas de gas que le permiten autoabastecerse y hasta comenzó a exportar una parte de su producción. “Se provee de los recursos energéticos suficientes para apoyar y sostener su crecimiento económico”, argumenta Montamat.
Venezuela, país en crisis
Nada en un mar de petróleo. Posee una de las mayores reservas de gas de América Latina. Venezuela parecía erguirse como el líder energético de la región. Pero el cruce de una sequía sin precedentes con una mala planificación hizo del país bolivariano una tierra donde los apagones y la escasez de agua son cada vez más frecuentes. El Gobierno no encuentra una rápida respuesta y, sin éxito, ha establecido en 2010 un racionamiento eléctrico a través de apagones. José Manuel Aller, ex asesor de la estatal Electrificación del Caroní (Edelca), admite que el país se encuentra en una “crisis energética realmente profunda” debido a que en los últimos 10 años no se realizaron las inversiones necesarias. “Venezuela tiene un crecimiento previsto de la demanda de entre un 3,5 y 4% interanual. Sin embargo, la capacidad instalada de generación termo e hidroeléctrica es inferior al 1,6% interanual”, detalla el profesor de la Universidad Simón Bolívar (USB).
Con parques técnicos deteriorados, los niveles del embalse Guri -el más grande de Venezuela- descienden rápidamente porque el país “debe suministrar casi el 80% de la potencia total con energía hidroeléctrica”. Como durante 2009 y parte de 2010 las precipitaciones se redujeron en un 14%, la capacidad del embalse se comenzó a sobrepasar. “El Guri es capaz de suplir la energía en Venezuela durante tres años, y estuvimos a punto de perder el embalse en el primer año de sequía”, asegura Aller.
Además, el país atraviesa esta crisis energética con uno de sus mayores dilemas: mirar hacia adentro o hacia fuera. Es que las plantas térmicas con más 30 años de antigüedad son operadas con el mismo gas que el país requiere para producir petróleo. Y si se usa este gas para alimentar las viejas plantas, bajaría la exportación del bien que más ingresos le genera. En la última década, el país ha presupuestado inversiones por u$s 35.000 millones en el sector energético, pero según Aller, sólo se concretó entre un 10 y 15%. “Esa plata no existe, se invirtió en otra cosa y no hay claridad en qué fue”, denuncia el especialista venezolano.
Si bien la situación energética de la Argentina no se asemeja a la de Venezuela, el país está aún más lejos del planeamiento largoplacista que en la región destaca a Chile, Brasil y en los últimos años, a Perú. “Con las señales que se han enviado sobre política energética, es muy difícil poder definir si las situaciones actuales de abastecimiento, en términos de precios y cantidades, van a perdurar”, admite Skerk.
Para revertir el estancamiento que ha sufrido la Argentina, Montamat considera que el sector necesita recapitalizarse, inversión que debe ser acompañada por tiempo. “En principio, descubrir un yacimiento nuevo de gas o petróleo toma de 10 a 12 años”, aclara. Más allá de recomponer las tarifas, el ex secretario de Energía considera que se debe “arreglar el desquicio institucional que se ha hecho” a través del establecimiento de reglas de largo plazo, ya ausentes en los “90. “Como se entrampó el precio del dólar en la gestión de Menem, la convertibilidad K es la energética. Mi preocupación es que aquellos que aspiran a gobernar la Argentina en los próximos años por lo menos tengan claro el diagnóstico, como no lo tuvieron con la convertibilidad”, concluye Montamat. z we
En busca de la integración regional
Con una división entre políticas corto y largoplacistas dentro de América Latina, el sector energético de estos países presenta un panorama de claroscuros con desafíos en común por delante. En principio, las naciones forman parte de una región emergente que proyecta perspectivas económicas positivas hacia el futuro. Este progreso empuja hacia arriba la calidad de vida de los latinoamericanos, factor que alienta a un mayor consumo de energía. “Si la región mantiene su ritmo de desarrollo, habrá una demanda importante”, asegura Daniel Montamat, ex secretario de Energía.
Pero más allá de los desafíos comunes, Montamat sostiene que nos encontramos ante un “escenario de desintegración regional” y señala a la Argentina como “gran responsable”, pues “con lo que le hicimos a Chile dinamitamos las bases de una integración energética” en América Latina. “A la región le conviene integrarse para hacer un upgrading, porque podría usar la energía como cosmética de atracción para las inversiones”, agrega.
En este escenario de desintegración, luego de algunos desacuerdos Brasil reafirmó su compromiso de seguir comprándole gas a Bolivia al alcanzar el tope de 32,5 millones de metros cúbicos en mayo de este año, lo que representa el mayor volumen exportado a ese país desde octubre de 2008. Según el estudio “Puntos de conflicto en la cooperación e integración energética en América latina y el Caribe”, de la Cepal, uno de los puntos de significativa divergencia se basa en las centrales hidroeléctricas binacionales de Itaipú (Paraguay y Brasil) y Yacyretá (Paraguay y Argentina), pues se generan debates sobre el destino de los excedentes de energía eléctrica que Paraguay no consume. “El eje principal del reclamo del gobierno de Paraguay radica en su anhelo de eliminar la obligación de tener que ceder toda su producción sobrante”, dice el estudio. Para Montamat, la región es “suficiente energéticamente y tiene capacidad exportadora. Integrarse no es un problema de recursos y tecnología, sino de decisión política y reglas de juego”.
Fuente: El Cronista