British Petroleum: ¿vamos a la playa?

Al llegar el verano todo bañista acepta la invitación con entusiasmo. Según su origen y fortuna, el europeo disfrutaría las delicias de la Costa Azul, Salamina, las Baleares o Varna. Los más adinerados viajarán a Hawai, al Caribe, Miami o Cancún. Sin embargo, combatir el calor puede transformarse en un drama (o en una tragedia) a medida que la mano del hombre abusa de la naturaleza y acelera la depredación del clima y del aire

Leyla Carrillo Ramírez
Rebelión
Al llegar el verano todo bañista acepta la invitación con entusiasmo. Según su origen y fortuna, el europeo disfrutaría las delicias de la Costa Azul, Salamina, las Baleares o Varna. Los más adinerados viajarán a Hawai, al Caribe, Miami o Cancún. Sin embargo, combatir el calor puede transformarse en un drama (o en una tragedia) a medida que la mano del hombre abusa de la naturaleza y acelera la depredación del clima y del aire.
Hoy, con el incontenible derrame de crudo por la British Petroleum (BP) después de la explosión y hundimiento de la plataforma “Deepwater Horizon” en las costas de Louisiana y Alabama, la fauna y la flora del entorno marino han colapsado. La marea negra del escaso hidrocarburo que nos resta, destruye la franja marina del sur estadounidense, avanza –sin solución inmediata- por el Golfo de México, mientras amenaza a Cuba, a las islas, a los cayos cercanos y al Caribe. Ir a la playa nos convierte, de la noche a la mañana, no sólo en víctimas de un desastre ecológico, sino también en observadores atónitos ante la acelerada destrucción del planeta por los países y consorcios preponderantes.
BP es la octava compañía energética mundial, fundada en 1908 con el nombre de Anglo Persian Oil en Irán. Adoptó su actual nombre en 1954, mediante la concentración de las empresas Arco, Amoco, Castrol y Aral. Sus ganancias se cuantifican alrededor de 262 mil millones de dólares anuales, obtenidos de la exploración y explotación petroleras, del gas natural y de algunas fuentes de energía renovable, con una gama de productos que van desde el aceite para motores, tiendas con equipos y aditamentos, hasta la formación tecnológica. [1]
Sus instalaciones y filiales abarcan todo el planeta (alrededor de 50 países). Las más abundantes radican en África, Asia y Medio Oriente. Sin embargo, lo que prima no es la amplitud de sus empresas –extractoras y transformadoras- sino el control que ejercen en países considerados “conflictivos” del mundo subdesarrollado. A modo de ejemplo: en 35 años de presencia en Nigeria se convirtió en la abastecedora exclusiva de todas las líneas aéreas; en Sudáfrica mantiene 600 estaciones de bombeo; en Zimbabwe – altamente cuestionado por el gobierno británico y la Unión Europea- tiene 37 gasolineras. La nacionalización por la revolución iraní precedió el disenso y el asedio actuales; en Irak comparte con Estados Unidos los pozos que sobrevivieron a la guerra punitiva. Su gestión empresarial se manifiesta también en Pakistán, en los proyectos extractivos en Azerbaiyán y del gasoducto Baku-Tbilisi, entre otros.
El cercano derrame de BP no es el único accidente petrolero del siglo. Ya el oleoducto angloholandés BP-Shell había sido denunciado en 2009 por la organización internacional Amigos de la Tierra, a causa de los daños a las tierras de labranza y a lagunas de pesca nigerianas. Recientemente los demandantes obtuvieron un fallo favorable del tribunal de La Haya, un primer paso alentador hacia ulteriores reclamaciones por daños ecológicos.
Muchas olas han bañado las costas que el hombre destruyó poco después. El intento más serio para proteger la vida ante los accidentes marítimos tuvo lugar a raíz del hundimiento del “Titanic”, en 1912, que originó la aprobación del Convenio Internacional para la Seguridad Marítima (SOLAS). Le siguieron convenios más amplios en 1929, 1948, 1974, que se atemperaron al desarrollo tecnológico y a la complejidad de las agresiones climáticas y humanas, contemplando la biodiversidad, la preservación de las especies costeras, los derrames y desechos, incluidos los radioactivos.
Los británicos habían experimentado en 1967 el hundimiento del petrolero “Torrey Canyon” frente a su litoral, con una carga de 120 mil toneladas y Londres fue escenario de un nuevo documento contra la contaminación marina (MARPOL). La Convención sobre el Derecho del Mar fue adoptada por las Naciones Unidas en 1982, enriquecida mediante acuerdos periódicos, en los que priman el criterio de precaución, reducción al mínimo de la contaminación y la protección. La tan difundida e incumplida Declaración del Milenio propugna: intensificar la prevención de la contaminación hídrica, programas que mitiguen los efectos de fenómenos graves relacionados con el agua, los océanos, los mares y las zonas costeras (fundamentales para la seguridad alimentaria); conservar y ordenar los océanos; amparar la diversidad biológica de las zonas vulnerables, los arrecifes de coral, los humedales y manglares, las zonas sometidas a cambios por desastres meteorológicos. [2]
El Reino Unido es miembro de la Unión Europea, que legisla frecuentemente para proteger el medio ambiente, aunque después los 27 Estados que la integran adapten las normas comunitarias, según sus condiciones nacionales. En la reunión del Consejo de la UE, celebrada el 15 de marzo de 2010, los Estados miembros expresaron gran preocupación por los objetivos incumplidos, con consecuencias ecológicas, económicas y sociales adversas y exhortaron a acometer los acuerdos de la Convención sobre Diversidad Biológica (CBD) de Nagoya. [3]
El pasado 7 de julio el Parlamento Europeo adoptó una exhaustiva Resolución titulada “Emisiones industriales, prevención y control integrados de la contaminación”, dos de cuyos artículos son los más recurrentes ante la situación actual. Artículo 3:“Contaminación es la introducción directa o indirecta, mediante la actividad humana, de sustancias, vibraciones, calor o ruido en la atmósfera, el agua o el suelo, con efectos perjudiciales para la salud humana o la calidad del medio ambiente”…Y el Artículo 7: “Sin perjuicio de la Directiva 2004/35 del Parlamento Europeo y del Consejo del 21 de diciembre de 2004 sobre responsabilidad medioambiental en relación con la prevención y reparación de daños, los Estados tomarán las medidas necesarias para limitar las consecuencias y evitar otros posibles incidentes o accidentes”… [4]
La Unión Europea practica desde los años 80 del pasado siglo el principio de que quien contamina, paga. Habría que preguntarse entonces hasta dónde la UE obligará a la empresa British Petroleum a asumir los costos y la indemnización a todos los afectados por el derrame en nuestro continente. No es ocioso recordar la petición expresa de benevolencia del Primer Ministro británico al Presidente estadounidense, a favor de la empresa. Sobran palabras.
Científicos de países no comunitarios evalúan la catástrofe de abril como una de las más nefastas contra el medio ambiente. Un reporte circulado en el Kremlin el 10 de junio considera que el fondo marino del Golfo de México quedó fracturado “irreparablemente” y nuestro planeta debe comenzar a prepararse para un desastre ecológico más allá de toda comprensión”. [5] El Instituto Francés de Investigación Marina (IFREMER) obtuvo imágenes satelitales sobre un gran vórtice de marea negra en la cuenca del Golfo de México, separado de la corriente principal. [6] Una encuesta en Alemania abogó por boicotear a BP y que entregue urgentemente fondos a las víctimas del vertido en el Golfo de México”. [7]
En dos meses, BP no ha podido contener el vertido ni las emanaciones petroleras. Como toda transnacional, fiel a su bolsillo, limita la recompensa a los norteamericanos afectados por el accidente en un país aliado. Entonces ¿qué podemos esperar los mexicanos, cubanos, bahamenses y todos aquellos cuyas costas sean invadidas por la marea negra?
Una invitación a la playa, en el momento actual, puede considerarse virtualmente ofensiva, porque peligran nuestra vida, la salud y la biodiversidad. En noviembre, cuando se celebre la próxima Cumbre sobre el cambio climático (COP16) en Cancún (para intentar remediar el desastre de Copenhague) la marea negra y las emanaciones petroleras habrán destruido los ostiones mexicanos, los flamencos, las tortugas, la arena beatificante y el mar azul turquesa. Para entonces tendremos que guardar la trusa en el escaparate.
Leyla Carrillo Ramírez colabora en el Centro de Estudios Europeos de La Habana.
[1] http://www.bp.com/extendedsectiongeneriarticle.dom y http://www.es.wikipedia.org/wiki/BP
[2] Doc. III Conferencia ONU sobre derecho del mar. Sitio web uno.org.
[3] CL10-050ENsource:Council.
[4] Ref: P7-TC2-COD
[5] SAGALEVICH, Anatoly y PARRAVICINI, Benjamín Solari. “El elefante norteamericano tendrá agua negra en su trompa y anunciará su mal”.Instituto “Sirshov” de Oceanología de Rusia.http://www.rense.com/generl/oilor
[6] CHAPRON, Bertrand. ANSA, 29/06/10, Bergen, Noruega.
[7] EFE, Berlín, 25/06/10.
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