El mayor movimiento rural de Brasil rechaza al candidato de derecha, pero también remarca la deuda que deja el gobierno de Lula. Críticas al modelo sojero y los medios de comunicación. Un apoyo condicionado para Dilma Rousseff.
Por Darío Aranda.- El Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil es una organización referente en las luchas continentales. Integrado por 350 mil familias –casi dos millones de personas–, cuenta con 27 años de experiencia en asentar familias en campos recuperados, fundar escuelas, producir alimentos sanos y movilizarse por uno de sus objetivos centrales: la reforma agraria. Ubica entre sus enemigos principales a las empresas transnacionales de los agronegocios y los grandes propietarios, “el latifundio”, ese uno por ciento de la población que posee el 46 por ciento de la tierra productiva de Brasil. Durante la mayor parte de su historia el MST tuvo como aliado incondicional al entonces trabajador y delegado sindical Luiz Inácio Lula da Silva, coincidían en luchas y movilizaciones. Cuando fue electo presidente, en 2002, los Sin Tierra festejaron, pues visualizaban mayores posibilidades de concretar sus demandas históricas. A ocho años de aquel momento, y a días de una nueva elección, Itelvina Masioli, dirigente nacional del MST, alertó sobre el avance del monocultivo de soja, apuntó contra el “latifundio mediático”, marcó las deudas de la gestión Lula y afirmó que un triunfo de José Serra (Partido Socialdemócrata) sería un retroceso para Brasil y el continente.
–¿Cuál es el balance que hace el MST sobre los ocho años del actual gobierno?
–La victoria de Lula tuvo todo un significado político muy grande y fue el resultado de una estrategia de años de la izquierda en Brasil. Fue una construcción histórica, fue una victoria del pueblo, un presidente de un partido declaradamente nacido del seno de la clase obrera brasileña, con trayectoria de compromiso con causas sociales y populares, un obrero nordestino, fue un mensaje fuerte. El MST siempre mantuvo autonomía, aunque no negamos que apoyamos a Lula y reconocemos que para el pueblo fue mejor un gobierno de Lula que uno de la derecha, pero es claro que en estos ocho años no hemos avanzado ni en reforma agraria ni en distribución de tierras. Por eso seguimos haciendo nuestro proceso de crítica, movilización y lucha permanente.
–¿La gran deuda del gobierno es no haber al menos comenzado a modificar el modelo de agronegocios?
–Es terrible, pero infelizmente hay que decirlo, no se puede negar que durante la presidencia Lula ha avanzado el modelo de agronegocios, incluso con financiamiento público. Nuestro deseo sería hacer otro tipo de balance, pero no sería la realidad. Por eso siempre fuimos críticos, por eso el movimiento en estos ocho años no dejó de movilizar, de seguir ocupando tierras y denunciando que este modelo de agronegocios es muy dañino. En los últimos años aumentó la concentración de tierras. Según datos oficiales el 46 por ciento de la tierra está en manos del uno por ciento de los productores. Sin embargo es la agricultura campesina la que produce el 70 por ciento de los alimentos. El agronegocio no genera alimentos para la población, no genera trabajo, degrada suelos, produce enfermedad, no cumple función social y destruye la naturaleza.
–¿Por qué no se avanzó en el modelo campesino?
–Porque el Estado brasileño, en sus distintos niveles, tiene en su composición a un sector de los agronegocios, ruralistas, que tiene fuerza. El gobierno tiene gran responsabilidad en eso, sobre todo por no haber tenido mayor osadía de enfrentar los poderes constituidos.
–¿Cuáles fueron las acciones positivas?
–Se implementó una política muy importante de compra directa de la producción campesina, algo muy positivo que permite el fortalecimiento de organizaciones y de las familias rurales. Otra acción importante es el programa de Luz para todos, energía eléctrica para el campo, las comunidades, escuelas campesinas, y que permite desarrollar pequeñas agroindustrias. Otros aspecto importante es que los movimientos presionaron y discutieron un programa de viviendas para el campo. Son todas conquistas del movimiento campesino de Brasil, no fueron iniciativas regaladas, sino conquistas de nuestro proceso de acumulación, movilización y presión.
–Un discurso recurrente es que el sector campesino no puede producir lo suficiente para la población.
–En Brasil se gastan millones de reales en marketing, propaganda, para decir que el agronegocio es productivo, que genera riqueza. Es un bombardeo masivo de propaganda. Pero cuando se estudian las estadísticas reales, los censos, se demuestra que la agricultura campesina produce el 70 por ciento de alimentos, no son las empresas de los agronegocios las que producen alimentos. Paralelamente no aparece esa realidad en los medios, sólo aparece el gran modelo de agronegocios, lo muestran como exitoso, sin dar cuenta de sus consecuencias sociales, ambientales, sanitarias, geopolíticas, con alta concentración de riqueza en manos de transnacionales.
–¿Por esa manipulación mediática es que el MST plantea que la lucha es también comunicacional?
–La lucha comunicacional es estratégica en la lucha social, es una batalla de ideas y de modelos antagónicos donde un modelo, de agronegocios, cuenta con toda la prensa, y el sector campesino es sistemáticamente invisibilizado. Así como luchamos contra el latifundio del campo, también luchamos contra el latifundio de la comunicación que hay en Brasil, que no es diferente del que se da en los países, que niega y criminaliza las luchas del pueblo, medios masivos de comunicación que están al servicio de las empresas transnacionales del agro, que hacen negocios con el hambre del pueblo.
–Hay una experiencia en la Argentina y en la región de organizaciones en lucha que son sumadas a los gobiernos progresistas, donde también se suele interpretar como cooptación. ¿Cuál es la situación en Brasil?
–Es parte de la historia de Brasil la cooptación de organizaciones del campo popular, no es una exclusividad de Lula, donde también está presente esa estrategia. Muchas organizaciones se han debilitado, muchos cuadros de las organizaciones fueron a desempeñar áreas de gobierno. Quizá esas tareas pueden tener su importancia, pero se enflaquece la organización social y eso no es sano. Es importante mantener la autonomía, y desde allí fortalecer a gobiernos que tienen un compromiso progresista, que tienen más posibilidades de avanzar con políticas que salden la agenda social pendiente. Para que se produzcan esos cambios debe haber un movimiento social organizado, con capacidad de presión. Como MST tenemos autonomía para hacer una lectura crítica, para decir que este gobierno dejó pasar la oportunidad histórica de saldar una deuda social de más de 500 años para el pueblo brasileño.
–¿Cuál es la relación del MST con el gobierno?
–El Movimiento va haciendo una lectura permanente y manteniendo siempre su autonomía de los partidos políticos y del gobierno. Mantenemos un posicionamiento crítico, valoramos las cuestiones que son buenas para el pueblo y denunciamos y criticamos lo que es malo. Cualquiera sea el gobierno, nuestro rol es movilizar y presionar para que el gobierno mejore las condiciones de vida del pueblo: tierra, comida, educación. El MST marca esa agenda para que los gobiernos cumplan con esos derechos del pueblo.
–¿El MST apoya explícitamente a Dilma Rousseff?
–Nuestro rol no es hacer campaña por candidatos, sino organizar y movilizar a los pobres del campo para tener tierra, justicia, dignidad. Lo que hicimos fue, junto a organizaciones campesinas y populares, realizar un plataforma de políticas rurales que entregamos a los candidatos. Es una plataforma donde planteamos las problemáticas y reivindicaciones históricas. A partir de allí, orientamos a nuestra base social a votar a los candidatos que tienen un compromiso histórico con las luchas populares y sociales.
–Eso ya elimina a varios candidatos.
–Exacto. Hay candidatos que tiene compromiso con causas sociales. No es nuestro papel decir a quién votar, pero también somos muy conscientes de que un gobierno de (José) Serra será un retroceso político, es la derecha, es asumir que el país y el continente retroceden. Un triunfo de Serra significa criminalización, represión, nada positivo para el pueblo. Las organizaciones sociales y el campo popular no pueden permitir un triunfo de Serra.
–Suponiendo que Dilma Rousseff sea electa, ¿qué agenda propondrá el MST?
–La agenda ya está presentada. Es una agenda histórica del movimiento campesino de Brasil y Dilma la conoce muy bien, comenzando con la reforma agraria. Dialogaremos con Dilma, nos conocemos bien, pero seguiremos exigiendo cumplir con la deuda pendiente y siempre seguiremos con nuestro proceso de movilizaciones. Dilma conoce las banderas históricas de la clase trabajadora, sabe de la necesidad de la reforma agraria y de una política agropecuaria que privilegie la producción de alimentos y no forrajes para exportación. Dilma sabe quiénes somos y qué queremos los campesinos.
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