La reactivación global aún no está consolidada pero la demanda de crudo ya se sitúa en niveles récord desde 2008 por la tracción que ejerce el mundo emergente. A países como Portugal o España, una mayor inflación y un menor crecimiento podría arrastrarlos a la crisis
Martín Burbridge
Después de dos años de relativa calma y de concentrarse en aspectos más financieros como la deuda soberana o la emisión de dinero, los países desarrollados ven con temor cómo se empieza a “despertar” el precio del crudo, verdadero monstruo al que se le teme desde que éste alcanzara el récord de u$s 150 en 2008. La semana pasada, el precio del futuro del barril WTI para entrega en enero alcanzó los u$s 90, registrando un máximo de 26 meses, así como los de su homólogo Brent, que alcanzó los u$s 91,50. En un año, el petróleo pasó de costar una media de u$s 75 a rondar los actuales u$s 90. Y plantea el riesgo de que estas subas, de seguir en el tiempo, afecten significativamente la tímida recuperación económica que se vive en EE.UU. y la Unión Europea (UE).
De acuerdo con Fatih Birol, economista en Jefe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), de mantenerse los precios actuales, la reactivación mundial podría correr peligro. De hecho, el especialista comentó a Reuters que el mayor precio hizo que el costo de las importaciones de petróleo por parte de la UE (gran importador de crudo) se incrementaran en unos u$s 65.000 millones en 2010 con respecto a 2009, monto similar a la suma de los déficits fiscales de Grecia e Irlanda los dos países de la Zona Euro auxiliados por la UE y el FMI. Por otra parte, recientemente el organismo revisó al alza sus previsiones sobre la demanda mundial de petróleo para 2010 y 2011, en 87,4 y 88,8 millones de barriles diarios.
La causa de esta suba habría que buscarla en un incremento de la demanda en Asia y EE.UU., además de un invierno muy frío que está atravesando Europa y que obliga a las familias a consumir más combustible para calefaccionarse. Los analistas también incluyen como causa de las subas a la reciente depreciación del dólar, que automáticamente impulsa los precios hacia arriba, ya que el comercio mundial de crudo está nominado en la moneda estadounidense.
Pero lo que más preocupa a los países desarrollados no es tanto el mayor costo de las importaciones de petróleo, sino su impacto en las tasas de inflación y por ende en el crecimiento económico, vital para apartar a las economías con mayores problemas de déficit fiscal y deudas soberanas del ojo del huracán financiero en el que se encuentran. Porque a mayores precios en los combustibles, el impacto inflacionario es directo para las familias que tienen que llenar el tanque de nafta o cargar kerosene en las estufas, e indirecto a través de la suba de precios de aquellos bienes y servicios muy dependientes del uso del crudo (como por ejemplo los plásticos o las aerolíneas, por citar dos de una enorme gama de actividades industriales afectadas cada vez que aumentan los precios de este commodity).
Y esto sin lugar a dudas repercute en las tasas de inflación: si bien todavía están en niveles tolerables en EE.UU. y la UE (cercanas al 2%), han venido creciendo en el último año. Y si siguen hacia arriba, podrían obligar a los bancos centrales (la Fed, pero principalmente el europeo) a modificar su política monetaria y a subir las tasas de interés de referencia para evitar que la economía se recaliente (esto mismo sucedió en 2008 cuando el precio del crudo alcanzó su récord histórico) o a abandonar la compra de títulos públicos, lo que viene inyectando liquidez.
En este escenario (de encarecimiento del costo de vida para las familias y del costo del crédito para toda la economía), es alto el riesgo de que la reactivación quede dañada. Y que vuelvan a crecer los temores de los mercados financieros, generando fuertes presiones sobre la viabilidad de los planes de ajuste en marcha en diversas partes del mundo desarrollado.
Para citar un caso, Irlanda es un país que se acaba de salvar del colapso del default gracias a la ayuda de la UE y del FMI, con un PIB equivalente al 70% del de la Argentina, con una deuda soberana del 64% del producto (la argentina alcanzaba el 54% en 2001 cuando tuvo que declarar la cesación de pagos) y con un déficit fiscal del 32% del PIB, mientras que el argentino era del 3% hace 9 años atrás. Pero si la situación económica mundial se sigue deteriorando por esta suba de precios del petróleo, Irlanda podría ver cómo se complica su salida de esta delicada situación. Y lo mismo puede decirse de países que todavía han resistido los embates de los fondos especulativos como Portugal o España.
Es por eso que, como en la Antigua Grecia que se consultaba al oráculo para saber qué podía pasar, cada vez más se mira hacia la locomotora china para tratar de determinar el futuro de la economía mundial. Y lo que se ve es en cierta forma tranquilizador para estos países que caminan por la cornisa del default. El gobierno chino viene tratando de enfriar su economía para frenar la tasa de inflación, con aumentos en los encajes bancarios y una posible suba de tasas de interés. Estas medidas podrían amortiguar la demanda de crudo (en China creció un 22% en los últimos 12 meses) y calmar la ansiedad de muchos en EE.UU. y Europa.
Sin embargo, este árbol no debería tapar el bosque de, tal vez, la principal causa de la inflación futura: la emisión masiva de dinero en EE.UU., que deprecia el valor del dólar, impulsa el precio del crudo y genera mayores presiones inflacionarias para los próximos años. Si Ben Bernanke, presidente de la Fed, hubiera nacido en la Argentina, diría por lo bajo que ésta es la madre del borrego.
Cronista Comercial