Por Stephen Leahy.
Afiche contra la explotación de gas por fracking. Crédito: Blog de la campaña Fractura Hidráulica No, de Cantabria, España
|
|
La tecnología del “fracking” (fractura hidráulica) va en busca de los últimos depósitos de gas natural alojados en lechos rocosos de extensas zonas de Estados Unidos y el oeste de Canadá, alentando una nueva fiebre de hidrocarburos que aleja el horizonte de energías limpias para enfriar el planeta.
El gas en rocas de esquisto, pizarra o arcillas compactas representa una nueva y enorme fuente de combustible fósil.
“El fracking lidera la exploración y la perforación en Estados Unidos”, dijo Gwen Lachelt, del grupo no gubernamental Earthworks’ Oil & Gas Accountability Project. “La industria del petróleo y el gas está atravesando todo el país”.
En las formaciones estadounidenses de esquistos, de un espesor de uno a tres kilómetros bajo la superficie, puede haber hasta 23,4 billones de metros cúbicos de gas recuperable, según el informe Annual Energy Outlook 2011, divulgado en abril por la Administración de Información de Energía (EIA) de ese país.
Estados Unidos habrá consumido este año 650.000 millones de metros cúbicos de gas, según la EIA. Y las reservas mundiales de “gas no convencional” –término que usa la industria para referirse al gas de esquisto y al metano de los mantos carboníferos– son de 915 billones de metros cúbicos, y 100 billones de ellos están en América Latina.
Sin embargo, esa estimación ya está desactualizada por la velocidad con que avanza la técnica y la exploración. Las estimaciones de la EIA sobre gas de arcillas compactas en Estados Unidos para 2009 eran menos de la mitad de lo que calculó para 2011.
La técnica consiste en perforar la roca y fracturarla inyectando agua y sustancias químicas a gran presión para que libere el gas que contiene.
Se practica una perforación vertical hasta una profundidad que varía entre 100 y 3.000 metros y luego hoyos horizontales de unos 1.000 metros a lo largo de la formación rocosa. En ellos se inyectan grandes volúmenes de agua y otras sustancias.
La nueva fiebre se asienta en el apetito importador de Asia y en la idea de que el gas es “el combustible de transición” entre una economía sucia, basada en el carbón, a una baja en dióxido de carbono CO2, el principal gas de efecto invernadero.
El gas es más limpio, pues libera entre 40 y 45 menos CO2 que el carbón para generar la misma cantidad de energía.
Pero el obtenido por fractura hidráulica tiene una “huella de carbono” (la proporción de CO2 que libera) mayor, por la energía que insume la técnica y por la filtración atmosférica del metano, que tiene un efecto invernadero 25 veces más potente que el del dióxido de carbono.
Pasar del carbón al gas puede causar más recalentamiento planetario, según el estudio “Coal to Gas: The Influence of Methane Leakage” (Del carbón al gas: La influencia de las filtraciones de metano), publicado en septiembre por el estadounidense Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR, por sus siglas en inglés).
Esto se debe principalmente a las filtraciones de metano, que son muy frecuentes pero no están contempladas en ninguna ley.
El gas natural es de hecho metano. Y aunque las filtraciones sean de uno o dos por ciento de lo extraído, quemar gas de esquisto sería apenas mejor que seguir quemando carbón.
“Una mayor dependencia del gas reduciría las emisiones de dióxido de carbono, pero poco ayudaría a solucionar el problema climático”, dijo Tom Wigley, autor del estudio e investigador del NCAR, en un comunicado de prensa.
El subcomité de gas natural del Consejo Asesor del secretario (ministro) de Energía, Steven Chu, reclamó en un informe publicado el 18 de noviembre a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) que reglamente las emisiones de metano y otros contaminantes aéreos de la fractura hidráulica.
La industria inició este tipo de operaciones a fines de los años 90. En 2005 crecieron exponencialmente, cuando el gobierno de George W. Bush (2001-2009) las exoneró de cumplir la Ley de Agua Limpia. En los últimos años, la producción de gas de arcillas compactas aumentó a un ritmo de 48 por ciento anual, según la EIA.
“El fracking nunca se reglamentó. No hay control de lo que están haciendo”, dijo Lachelt, oriunda del central estado estadounidense de Colorado, uno de los lugares donde esta explotación está más difundida.
Quienes viven cerca de los pozos se quejan desde hace tiempo de que el agua que beben está contaminada y muestran imágenes del líquido inflamable que sale de sus grifos. “Pero es difícil probar esa contaminación, porque a las empresas no se les exige revelar qué tipo de sustancias emplean para hacer que el gas fluya fuera de la roca”, dijo Lachelt a Tierramérica.
Se habla de una mezcla de agua, arena y una gran variedad de productos, como el gasóleo, señaló.
Mientras crecen las protestas públicas, la industria arguye que la fractura hidráulica jamás contaminó un acuífero. Pero se sabe que las empresas han enfrentado a lo largo de los años litigios de propietarios de las tierras en las que operan, que se saldaron con acuerdos económicos privados a espaldas de las autoridades.
Luego de más de 20 años de fractura hidráulica, la EPA está realizando su primer estudio sobre los riesgos que podría entrañar para el agua potable.
Los resultados definitivos se conocerán a fines del año próximo. Avances preliminares indican que en algunas comunidades cercanas a sitios de explotación de gas de esquisto el agua está contaminada con benceno, una sustancia cancerígena, dijo Lachelt.
En Canadá, algunos de los paisajes más prístinos de la sudoccidental provincia de Columbia Británica son escenario de una industria del gas de esquisto, que es transportado a través de las montañas Rocosas hasta Alberta, donde se quema para extraer petróleo de las arenas alquitranadas.
Casi todo el gas de Columbia Británica es para vender a Alberta o a Estados Unidos. Y se prepara una enorme expansión, tras la aprobación de una planta de gas natural licuado que se construirá en la costa oeste, destinada al suministro de mercados asiáticos, dijo Tria Donaldson, de Wilderness Committee, una organización ambientalista con sede en la occidental ciudad de Vancouver.
“La fractura hidráulica usa enormes cantidades de agua dulce en una región que sufre escasez hídrica”, dijo Donaldson a Tierramérica. Cada perforación requiere millones de litros, y la industria obtuvo derechos para extraer 275 millones de litros diarios de ríos, lagos y arroyos locales.
En octubre, 16 empresas fueron multadas por no reportar la cantidad de agua que sacaban. Según informes de prensa, las multas no llegaron a 1.000 dólares.
“El nororiente de Columbia Británica es un hábitat esencial de los osos pardos, los caribúes y otros animales. Las operaciones gasíferas se están ampliando a áreas vírgenes, construyendo carreteras, plataformas de perforación y estanques de aguas residuales”, afirmó Donaldson.
“No hay nada limpio ni verde en este tipo de gas” aseguró.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 3 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.(FIN/2011)
IPS Noticias