Malvinas: una acusación ridícula

Al tildar de “colonialista” a la Argentina, David Cameron busca justificar más presencia militar de Gran Bretaña en las islas
En un diálogo mantenido ayer con parlamentarios, el primer ministro británico, David Cameron, sorpresivamente acusó a la República Argentina de “colonialismo” respecto de las islas Malvinas. Lo hizo cuando, coincidentemente, se cumplen tres décadas del aniversario del conflicto armado de 1982. Cameron anunció además que el tema del Atlántico Sur se había incluido en el Consejo de Seguridad Nacional de Gran Bretaña “para asegurar que todas las defensas estaban en orden”, como sugiriendo que la Argentina podría estar preparando una operación militar, lo cual resulta simplemente poco creíble.
El premier británico continuó sosteniendo que los isleños -población importada a las islas, que según él tiene derecho a la autodeterminación, cuando en derecho internacional ello no es ciertamente así- serán quienes decidirán el futuro de las islas. Agregó con arrogancia que si ellos “quieren permanecer británicos, así será”.
Este comunicado, que huele a cortina de humo, se hizo público poco después de que el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Insulza, pusiera con razón en tela de juicio la fuerte presencia militar británica en el Atlántico Sur. Hay que recordar, también, que hace diez días, Cameron había indicado que descartaba una negociación con la Argentina sobre la soberanía de las Malvinas y que su país debe mantener la “vigilancia” de éstas, en clara referencia a la decisión de varios países latinoamericanos de bloquear el acceso a sus puertos de buques con bandera malvinense.
Acusar a la Argentina de “colonialismo” es absolutamente ridículo. Basta recordar que fue la propia Gran Bretaña la que inscribió a las Malvinas como territorio no autónomo en las Naciones Unidas, en 1946. O David Cameron no conoce la historia o parece haberse olvidado de la parte de ella que no le conviene. Además, por muchas décadas, Gran Bretaña ha actuado y sido tenida claramente por potencia colonial en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. Sugestivamente, en los últimos años ha tratado, sin éxito, de que ese organismo se disolviera.
Pero los cambios radicales en la posición británica en esta cuestión son señal de debilidad jurídica y no son nuevos. Por décadas, Gran Bretaña negoció bilateralmente con la República Argentina la cuestión de la soberanía. Hoy, de espaldas al principio de la buena fe, sostiene que no tiene “nada” que negociar, contrariando así sus propios actos y demostrando una actitud de lamentable arrogancia, que es precisamente la que ha alimentado y exteriorizado la creciente solidaridad continental con nuestro país en esta cuestión.
Esta maniobra británica intenta crear repentinamente presuntas tensiones, que ciertamente no existen. Busca justificar una presencia militar aún más fuerte en el Atlántico Sur, como si con ello se proyectara confianza a los posibles inversores que, eventualmente y pese a todo, pudieran decidir explotar los hidrocarburos en las aguas aledañas a las islas.
Las armas y el músculo militar no siempre transmiten tranquilidad. A veces ocurre todo lo contrario. La República Argentina, está claro, sólo negociará por la vía diplomática. Porque son los acuerdos los que, en la paz, construyen confianza. Por esto es siempre preferible el diálogo a los engaños o a las maniobras pérfidas o a las demostraciones grotescas de fuerza, que obviamente nunca reemplazan a la razón.
La Nación