Crecimiento, consumismo, crisis y minería a gran escala

Por Guadalupe Rodríguez

 
Tal vez porque cada vez se hace más difícil de seguir escondiendo el tema, algunos medios masivos han reportado las últimas semanas sobre la Marcha por el Agua en contra de los proyectos mineros en Perú, especialmente el llamado Conga de la minera norteamericana Newmont; también se ha mencionado la resistencia del pueblo de Famatina o el levantamiento y cortes de vía selectivos a los camiones de las mineras La Alumbrera y Agua Rica en varios pueblos de Catamarca en Argentina. La revuelta indígena Ngäbe por incumplir el gobierno panameño su palabra de no permitir la explotación de una mina en la comarca también ha sido sonada. A mayores, se avecina también en un trasfondo de oposición a la gran minería, la Marcha por el Agua, la Tierra y la Dignidad a partir del 8 de marzo en Ecuador. Y son solo unos pocos ejemplos de muchos cientos.
Sin embargo estas resistencias siguen presentándose como simples “anécdotas”, y los grandes medios de comunicación no muestran abiertamente la represión violenta de la protesta por parte de los diferentes gobiernos, que ha sido un lamentable denominador común.
¿Qué intereses detrás de las minas? ¿Para quién la minería?
Cada año se producen globalmente cerca de 23 billones de toneladas de minerales. Casi todos los países del mundo llevan a cabo uno u otro modo de explotación minera.
En muchos países del Sur global la minería representa una parte significativa del PIB y la entrada inversiones extranjeras y de divisas. Será por eso que se quiere hacer de la minería uno de los primeros motores de estimulación de la economía en muchos países, ya tradicionalmente como en Chile, Bolivia y Perú, en auge como en Colombia, Argentina o México o por la apuesta gubernamental como en Ecuador. Pero no sin costes para la población y el medio ambiente. Mientras las transnacionales mineras se lucran hasta el infinito, las comunidades que no están de acuerdo con la destrucción que provoca la minería se dan de bruces con la violencia de las fuerzas militares o paramilitares preparadas por empresas mineras.
Crisis y bonanzas se suceden en el sector de la minería desde el 2000, año en que aumentaron los precios de las materias primas. Siguieron sucesivos altibajos. La crisis de deuda en los países periféricos de la zona euro y la incertidumbre sobre los límites de deuda en Estados Unidos influyen los precios. Influye la incertidumbre económica global de la grave crisis, y los inversores depositan su confianza en metales nobles como el oro, la plata o el platino. Se dice que los precios del oro y la plata permanecerán estables y no es siempre tan claro en el caso de otros metales como el cobre. Pero no cabe duda de que la tendencia general es al alza, y todos ellos son un excelente negocio para las transnacioanales del sector y que desencadenan a nivel internacional una auténtica carrera por las materias primas primarias.
Y además se considera que los minerales son esenciales para el desarrollo y las políticas neoliberales apuntan a la explotación de los recursos naturales como medida para impulsar el crecimiento económico. Organismos de crédito como el Banco Mundial apoyan la construcción de infraestructura física y la adopción de nuevas tecnologías y contribuyeron a preparar el terreno apoyando la reforma de las leyes mineras en más de 70 países que permitiría la actual hiperpenetración de las transnacionales mineras.
Europa y las materias primas
El 70% de la industria europea depende de sustancias minerales del subsuelo para la producción de todo tipo de bienes de consumo. Para el transporte, las telecomunicaciones, la electrónica o la construcción, se estima que por término medio cada europeo consume anualmente entre 5 y 10 toneladas de productos minerales. Y a lo largo de su vida unas 400 toneladas de productos de la minería. No incluye los energéticos, que también en el caso de las renovables demandan gran cantidad de metales para su generación y transporte. Latinoamérica incrementó las exportaciones a Europa, y también a las economías fuertes del propio continente latinoamericanoLas inversiones mineras pasaron allí de un 12% del total mundial en los años 90 a un 33% en los 2000, llegando a los 48.140 millones de euros en 2009, según la oficina estadística de la Comisión Europea.
Estamos de acuerdo pues en que la demanda es alta y no dejará de aumentar en los próximos años debido a la crisis, al boom de las nuevas tecnologías, al crecimiento de la población mundial y muy especialmente en el crecimiento de los países emergentes. China es un actor clave al ser el primer productor mundial de materias primas ahora fundamentales como las tierras raras imprescindibles para la producción de muchos aparatos electrónicos, o los metales necesarios para la producción del acero y el aluminio. Todos temen al gigante asiático por su capacidad de acaparar el mercado estableciendo cuotas e impuestos a la exportación dificultando a otros países su participación y acceso a las materias primas.
La reacción de la Unión Europea a esta situación es la creación de políticas para asegurarse el abastecimiento de materias primas, y para enfrentar la dependencia de terceros países. Y para no quedarse atrás con respecto a Japón o Estados Unidos, que hace tiempo cuentan con ese tipo de políticas. Mediante su política exterior, cooperación al desarrollo o acuerdos comerciales con países mineros, con especial incidencia sobre las materias primas de acceso más crítico. Y con garantías estatales para las inversiones y los créditos.
Por su parte, las regiones exportadoras de materias primas no registran desarrollo asociado a la minería.
A gran escala
El tipo de extracción minera depende de factores económicos como el valor y demanda del mineral, el estado actual del mercado y la disponibilidad de capital. La gran escala en minería alude a minas de gran tamaño. La tecnología punta permite acceder a lugares remotos y así también cada vez más a áreas frágiles y de alto valor de conservación.
Actualmente hay gran competencia por la búsqueda de áreas con potencial minero. En el mejor de los casos resulta en el descubrimiento de un filón rentable para explotar.
La prospección es la fase anterior a la explotación. En la segunda fase se instala un campamento equipado, la adquisición de los derechos de explotación y el uso de maquinarias y operaciones más complejas como perforaciones, zanjas y explosiones. Si los resultados son alentadores, se hace una proyección económica.
El 38% de la prospección minera mundial total y el 27% de la prospección de oro tiene lugar en Suramérica, que encabeza desde 1994 la lista de regiones con mayor gasto en exploración minera. Sólo en 2011 y 2012 se canalizarán unos 29 billones de US$ a Chile y Perú, los dos primeros países mineros de la región. Argentina tuvo también cifras récord de perforaciónes exploratorias en 2011 (1).
La minería subterránea opera en una complejidad de pozos, galerías y cámaras de explotación conectados con la superficie, por las que se mueven los trabajadores, las máquinas y se transporta el mineral hacia la superficie. La tasa de accidentes es elevada especialmente en la minería de carbón.
Cada vez más, la minería se desarrolla a cielo abierto, removiendo la capa superficial de la tierra. Para accededer a los yacimientos de mineral es necesario destruir plantas, animales y a menudo poblados humanos enteros. Modernos equipos de excavación, cintas transportadoras, gran maquinaria, tuberías de distribución, toneladas de explosivos se usan para remover y triturar montañas enteras en poco tiempo. El resultado: enormes cráteres, que pueden llegar a tener más de 150 hectáreas de extensión y más de 500 metros de profundidad. Para los deshechos generados (2) se requieren además inmensas escombreras. Se está practicando o están concesionadas áreas de inmenso valor ecológico que deberían estar protegidas, como páramos de la cordillera de los Andes o el corazón de la selva Amazónica. Todo esto conlleva riesgos específicos que deben tenerse en cuenta. Pero no se hace.
Conflictos mineros
La actividad minera tiene importantes repercusiones económicas, ambientales, laborales y socioculturales tanto a nivel local como a escala global. Uno de los problemas que enfrenta es la gran cantidad de energía que precisa. Los precios de la energía están al alza. Pero no sólo eso. Las condiciones laborales son malas. Las minas son lugares peligrosos, la seguridad precaria y la mayoría de los trabajos son muy duros. En las minas suceden el 8% de los accidentes laborales mortales -unos 15.000 al año- así como incapacidad prematura, lesiones -causadas por ejemplo por las vibraciones- y enfermedades como la pneumoconiosis o la pérdida de audición. Muy a menudo no hay ningún tipo de seguridad social ni indemnización. Así lo testimonian trabajadores de la bauxita, materia prima para el aluminio, en el estado brasilero de Pará (3).
Muchos gobiernos no realizan ningún esfuerzo para minimizar los riesgos para la salud y la integridad de los trabajadores. Cualquiera que lea esto pensará automáticamente en el caso extremo de los 33 mineros milagrosamente rescatados de la mina chilena de San José, cerca de Copiapó. Hasta en un caso tan mediático, la minera decretó la bancarrota un mes antes de concretar el rescate de los 33, con lo que estos y sus 300 compañeros de la mina quedaron sin trabajo y sin compensación de ningún tipo. Los incumplimientos de esta minera eran muchos, los controles pocos. Las empresas mineras quieren disminuir costes y aumentar la productividad y la rentabilidad. Y así, muchas veces quedan relegados los derechos, la salud y seguridad de los trabajadores (4). Economistas sostienen que Chile tiene un mercado laboral estructurado de tal forma que mientras las mineras reportan ganancias millonarias, los trabajadores del sector reciben sueldos ínfimos. La subcontratación es utilizada por las grandes mineras para ahorrar costos en el despido de trabajadores, estabilidad laboral y seguridad social (5).
Y debido a la reestructuración de la industria, la alta tecnificación y la privatización, la minería ofrece cada vez menos empleo: hoy día, aproximadamente el 1 % de la mano de obra mundial, unos treinta millones de personas, diez de estos en las minas de carbón. Los principios básicos de libertad de asociación y negociación colectiva son cada vez más frágiles. Y a menudo se reporta la utilización de mano de obra infantil, como en el caso de Cerro Rico, en Bolivia (6). Los mineros trabajan sin luz natural, sin ventilación, con poca higiene, excavando la tierra para extraer el material y debiendo al mismo tiempo atender al cambio constante de condiciones para evitar accidentes.
Impactos ambientales y sociales enormes
Pero la preocupación no es sólo la precariedad laboral, sino también la considerable ruina ambiental. A largo plazo. No sólo la mera extracción, sino también el transporte, la producción, el uso de las materias primas y la eliminación de los residuos. Muchos recursos minerales se encuentran en zonas altamente biodiversas y habitadas por comunidades. Ya desde las fases de perforación para localizar los filones, los impactos son considerables. Las extensiones de suelo, tierra y roca remuevidas modifican y desertifican la superficie terrestre.
Materiales de menor valor como arena, grava, arcilla, se extraen en mayores cantidades destruyendo montañas enteras, dejando menos residuos. Los minerales y metales preciosos se obtienen en cantidades mucho menores, pero conllevan la remoción de enormes cantidades de residuos y la utilización de metales pesados y tóxicos como el cianuro (lixiviación) y el arsénico. Estos contaminan irreversiblemente el agua potable. Seis gramos de oro y seis kilogramos de cobre por cada tonelada de roca se obtienen en el proyecto Bajo la Alumbrera en Argentina. Muchos mineros legales e ilegales utilizan como agente de fusión el mercurio altamente tóxico (7). En Brasil, se reportaron niveles de mercurio un 30% por encima de los estándares de la Organización Mundial de la Salud en trabajadores de las minas (8).
También a través del aire se depositan los agentes contaminantes en lugares remotos. Y durante la explotación, el agua residual de la actividad minera, contaminada con metales pesados y agentes tóxicos, se depositará en pilas llamadas diques de cola. Si se rompen o fracturan, lo cual sucede a menudo (9) por ejemplo por mala construcción, millones de litros de agua contaminada llegan a ríos, arroyos, y acuíferos.
El agua resulta contaminada: agua vale más que oro
Comunidades locales demandan la protección del agua imprescindible para la vida y cada vez más escasa. Una mina gasta en un día de extracción el agua que consume una ciudad de más de medio millón de habitantes. Para extraer una tonelada de cobre se necesitan unos 80.000 litros de agua, o mil litros de agua por segundo para obtener un gramo de oro (y se remueve al menos una tonelada de roca).
En este sentido, la situación legal es diferente según el país. En Latinoamérica, donde la legislación protectora es ineficaz, la minería industrial de lixiviado con cianuro provoca catástrofes ambientales. Los Estados otorgan las concesiones mineras pero carecen generalmente de medios para proteger a los afectados y al medio ambiente, para atender las tragedias en las minas, evitar el saqueo económico y la evasión de impuestos. Las transnacionales son las grandes beneficiadas.
Así en el caso de la mina Yanacocha, la mina de oro más grande de Latinoamérica. Desde que comenzó allí la extracción de oro, los indígenas andinos se han opuesto por los múltiples impactos sobre el abastecimiento del agua, la salud y los desplazamientos de población. La pobreza se ha exacerbado. A pesar de ello, la empresa minera quiere ampliar la extracción en una nueva mina, llamada Conga. De acuerdo al defensor del pueblo, Perú tiene actualmente más de 60 disputas por el impacto de la minería en las reservas de agua. Y mientras se escriben estas líneas, termina la Gran Marcha Nacional por el Agua 2012 en ese país, impulsada precisamente por la oposición a Conga. La voluntad de la mayoría de la población debe ser respetada. Las comunidades locales tienen derecho a la información y a la decisión previa, libre e informada. A veces impera incluso un clima de terror, la protesta social es reprimida y criminalizada.
Como dato importante, en mayo de 2010, el Parlamento Europeo solicitó a la Comisión Europea la prohibición total del uso del cianuro en la minería del oro en todos los países de la Unión, mediante una resolución que obtuvo una aplastante mayoría (10). Entre las motivaciones la gran toxicidad de la minería del oro, la elevada accidentalidad (se han conocido más treinta accidentes graves con cianuro en diversas partes del mundo), y la contaminación de las aguas con impacto transfronterizo. La Comisión Europea no aprobó la solicitud (11), al estar tan extendido el uso del cianuro que temían por el empleo en las minas. Existe una campaña Latinoamericana contra el uso del cianuro en minería (12).
La minería no es sostenible
Aunque la minería es una actividad en sí misma insostenible, empresas y gobiernos interesados en el acceso a las materias primas coinciden estratégicamente en presentar la minería como un motor para el desarrollo y el progreso y con un discurso salpicado de palabras como “sostenible” y “responsable”. Reducción del impacto ambiental y rehabilitación de espacios es lo que ofrecen las puras propagandas corporativas sobre la “minería sostenible”. La última tecnología -dicen- sería la manera de evitar el impacto, la destrucción y la contaminación.
Por la destrucción ambiental, social y cultural que implica y los conflictos que genera, minería y desarrollo sustentable no son términos compatibles. No hay tecnología punta en el mundo capaz de evitar la destrucción minera.
La del millón: la pregunta por la alternativa
La actitud más responsable es un uso racional de los recursos existentes, así como el reciclaje y la reutilización de materias primas. Una opción adicional lo constituye una apuesta por el decrecimiento o rechazo del crecimiento buscando modos lógicos y convencidos de vivir mejor con menos, y de modo más acorde y respetuoso con el entorno y con los demás.
 
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