Comunicado de Prensa
Desde la Unión Solidaria de Comunidades (USC), organización política que representa al Pueblo Diaguita Cacano, se ha planteado la necesidad de generar un espacio de formación, investigación, estudio y transformación de la realidad; orientado desde los principios de respeto a la diversidad biológica y cultural, a la autonomía de los pueblos, principios de integración de saberes y prácticas, de equidad y justicia social y económica; con el objetivo global de aportar a la construcción colectiva del Buen Vivir (Allita Cáusay).
Este espacio, al que hemos denominado CIES, Centro Intercultural de Ecología Social, tiene por destinatario, en primer lugar, al Pueblo Diaguita Cacano (jóvenes, autoridades, etc.) y; en general, a la formación de miembros de comunidades indígenas, campesinas, urbanas, a la investigación en el marco disciplinario de la ecología social desde la perspectiva intercultural y, a la acción transformadora impulsada por el paradigma sociopolítico y cultural del Buen Vivir.
Hoy se hace necesario afianzar y profundizar en la formación de una conciencia comunitaria donde el hombre, junto con la naturaleza, son partes de una misma totalidad intrínsecamente articulada.
El actual modelo de acumulación de riqueza y poder se sostiene y sostuvo históricamente en la apropiación y explotación del trabajo del hombre y la naturaleza; a la par que expande la mercantilización al conjunto de lo real. Ya no es sólo considerado mercancía el trabajo del hombre y sus productos, sino el hombre mismo así como la naturaleza. La consecuencia directa de esta acumulación capitalista, hoy bajo la forma de globalización, es la destrucción del hábitat, la pérdida del equilibrio que garantiza nuestra supervivencia, la guerra permanente y global como forma de legitimación del poder, nuevas y más crueles maneras de esclavitud (espiritual, psicológica, intelectual y física), la pérdida grave de diversidad biológica y cultural.
Este modelo, requiere de una concepción fascista que legitima, en nombre de una supuesta superioridad, las más perversas formas de dominación, explotación, opresión, destrucción, marginación y discriminación. La creciente homogeneización cultural que impulsa e impone la globalización es etnocida; el ecocidio es la consecuencia directa de la mercantilización de la naturaleza; el ejercicio del poder orientado a la aniquilación de una cultura juzgada inferior y su hábitat, culmina necesariamente en el genocidio.
Hoy, en nuestra región, este paradigma fascista de acumulación se manifiesta en la grave contaminación y destrucción que genera la minería, la producción de biodiesel, la expansión del monocultivo, la destrucción de la masa boscosa, contaminación de fuentes de agua, suelos y biosfera, desertización, todo esto con la única finalidad de alcanzar objetivos económicos; para esto es necesario además, el asesinato de campesinos e indígenas, el trabajo esclavo, la destrucción neuronal e idiotización de grupos humanos a través de la droga, la mala alimentación, la adicción a la realidad virtual, el consumismo, la valoración de nuevas formas de vida basadas en la reducción de la persona a la condición de objeto o mercancía. Al aparato represivo que acompañó a este modelo, donde el derecho al uso de la violencia es la última fuente de legitimación, se han ido incorporando políticas populistas de contención social y reducción de conflictos.
Por otra parte, también aquí y ahora, el germen de un nuevo paradigma comunitario de la cultura de la vida para el buen vivir va desarrollándose en comunidades indígenas, campesinas, movimientos sociales, organizaciones territoriales, jóvenes, ambientalistas y cientos de hombres y mujeres. Una conciencia comunitaria donde nos autoreconocernos como “partes de”, compartiendo una cultura común, un hábitat, un territorio, no sólo con otros humanos, sino, también, con los demás seres vivos con los cuales nuestra especie tiene la responsabilidad de su cuidado.
Para los diaguitas cacanos, allita cáusay, bien vivir, significa vivir respetando el principio del allimi, el límite necesario que impide la acumulación de riqueza y poder y la falsa creencia en el crecimiento ilimitado, saber que todos y todo tiene un suficiente, más allá del cual comienza la explotación y destrucción. Es respetar el principio de allimanta, todo tiene su tiempo.
Estos principios garantizan el equilibrio entre la sociedad humana y el resto del ecosistema, entre el hombre y la mujer, la familia y la comunidad, niños, jóvenes y ancianos, la producción destinada al consumo y al intercambio, los espacios destinados al uso productivo y a la continuidad de la vida.
Somos comuneros porque creemos en la necesaria recuperación del control comunitario sobre los territorios, sobre los procesos políticos y la toma de decisiones, los recursos naturales, la producción, sus formas y destino, la educación, la salud, la alimentación, la cultura y la espiritualidad.
Creemos que este paradigma se construye colectivamente, con la lucha de los pueblos indígenas, organizaciones campesinas, movimientos sociales, inmigrantes y sus descendientes, comunidades religiosas, todos los que luchan por el reconocimiento de su identidad y los derechos que como tal le corresponden, quienes trabajan y luchan por la construcción de un socialismo comunitario, exiliados, obreros, estudiantes, jóvenes, artistas, docentes, trabajadores de la salud; todos los que luchan contra este modelo de muerte, sus cultores y defensores, gobiernos, políticos, intelectuales, funcionarios, empresarios, etc.
En esta línea de pensamiento hemos resuelto crear este espacio denominado CIES, Centro Intercultural de Ecología Social. El mismo debe ser una herramienta para la liberación social, cultural, política, económica y espiritual de nuestro pueblo, y todos los pueblos hermanos.
Consejo de Comunicación – USC