La tierra que habitaban los pumas

En el marco del segundo Parlamento por el Agua, se realizó en Neuquén un “toxi-tour” por la zona del yacimiento Loma de la Lata y la formación Vaca Muerta, los destinos en los que coinciden las miradas de gobiernos y empresas y donde, al mismo tiempo, agoniza la naturaleza.
Soledad Arrieta.- Dos colectivos de doble piso viajan con todos los asientos -ciento veinte en total, según el cartel junto a la escalera que también pide que las y los pasajeros ignoren al conductor- ocupados. Esas personas van a un lugar que la mayoría no conoce, a enterarse de las cosas que no dicen ni los medios ni las ni los políticos, a hablar de los temas que no se hablan en casi ningunas mesas los domingos, mucho menos en las misas. Por la ventanilla empieza a quedar atrás Neuquén, luego Centenario y más allá la ruta 7 para dar paso a la posesión del paisaje por una inmensa infraestructura hidrocarburífera que contrasta con el tono rojizo de la zona. Loma de la Lata, ahí estamos.
Foto 8300web (Cecilia Maletti)Roberto Ochandio vive en Esquel, pero vino hasta acá para participar de la actividad. En la década del ´80 habitó un tiempo una casa en Neuquén junto a su compañera, con quien viaja, mas eso lo reveló casi al despedirse, cuando además dijo que había trabajado en la industria y que conocía a la perfección las “no garantías” de la explotación no convencional, aunque eso es anecdótico, pues lo verdaderamente importante es que encontramos en su relato la forma más clara de explicar con un lenguaje apto para todas y todos los mortales, de qué se trata la hidrofractura, detallando que lo que hace es “romper la roca para darle la permeabilidad que naturalmente no tiene” y profundizando así: “rompiendo la roca, uno crea fracturas que permiten que el gas o el petróleo vayan hacia el pozo. Originalmente, si la permeabilidad es baja -como pasa en estas zonas-, la roca, si bien contiene petróleo, no tiene permeabilidad como para que circule hacia un pozo y se pueda recuperar. Entonces se recurre al método de la acidificación, se le inyecta ácido clorhídrico a presión para comer la roca caliza pero, depende del tipo de formación, uno tiene que fracturarlo. Para la fractura se inyecta un gran volumen de agua con arena en suspensión, aditivos que producen que ese zocotroco sea un gel que permite llegar al fondo del pozo con las temperaturas que tiene abajo, con la arena todavía en suspensión. Al inyectar la presión rompe la roca, y la arena esa que es de un grano muy grueso, queda trabando la roca para que no se vuelva a cerrar. De esa manera, uno rompió la roca, aumentó la permeabilidad  y permite extraer el gas”.
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Más claro, echale agua. O dos mil quinientos camiones regadores de agua, según continúa Ochandio: “los volúmenes de los que estamos hablando son muy grandes: puede llevar de diez a veinte millones de litros de agua. Diez millones son diez mil metros cúbicos, que si ustedes los van a poner en un camión regador -que lleva cuatro metros cúbicos- para una fractura necesitarían una caravana de dos mil quinientos camiones regadores llevando el agua para una sola operación de fractura”.
“En un pozo no convencional puede ser que haya más de una fractura”, explica el hombre: “típicamente, las rocas son rocas de esquisto que no tienen mucha cantidad de gas, es muy poquita y muy dispersa, entonces la producción es muy alta, pero por muy poco tiempo”. Conclusión: “al poco tiempo hay que volver a fracturar o hacer un pozo paralelo al lado de ese y reiterar la operación”.
Nuestro compañero de viaje, ex trabajador del petróleo, cuenta que al entrar en producción el pozo, el agua con los mencionados aditivos regresa a la superficie: “nadie nos explica claramente cómo se descarta toda esa agua contaminada”, porque, parece ser, no se descarta.
Además, “estos no son pozos verticales, son pozos horizontales, significa que en algún momento la cañería dobla y en las curvas no
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queda bien cementada. No hay ninguna garantía de que quede bien cementada, entonces cuando uno manda diez o quince mil libras de presión, es muy probable que mucha de esa presión que va por los costados de la cañería migre haca arriba  y contamine las capas superiores”.
Hay varios puntos de falla en esta lógica”, concluye Roberto Ochandio.
A lo lejos y mientras tanto, a través del vidrio se ve Auca Mahuida y más adelante un cerro nevado que viene a ser El Tromen, ambas zonas protegidas, sumamente desprotegidas. También se ven gaseoductos, oleoductos, plantas separadoras y toda una infraestructura que nada tiene que ver con el paisaje natural del lugar. Pero por fin los colectivos frenan y podemos bajar.
 “El agua para beber en Neuquén no es potable”
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Este es el lugar más contaminado que hay en el país”, dice Ricardo Apis, de la organización ambientalista Assupa. El hombre habla sobre la contaminación del lago Los Barreales y muchas personas se sorprenden. “¿Entonces el agua de Neuquén no se puede beber?”, pregunta una señora mayor que ya ha bebido millones de litros en su vida. “El laboratorio de toxicología de la corte suprema de justicia dijo que el agua del lago no es apta para usos recreativos. No te podés bañar, si vos te bañás, te enfermás, o sea que ni hablemos de tomar”, explica y agrega: “la muestra dicen que es veneno”. El mismo veneno con el que falleció Cristina Cherqui en abril del 2012, con 55 años de edad, y hay tantas y tantos enfermos en las comunidades que habitan la zona.
No tomen agua, es peligrosa”, le habían dicho a Apis según recuerda: “entonces le mandé una nota a Guillermo Coco, al gobernador, a la directora de Recursos Hídricos, adjuntándoles el informe  para que hagan algo urgentemente. Por supuesto no me la contestaron ni hicieron nada, porque ellos trabajan con ese famoso recurso de los no renovables sustentablemente. Y usan la palabra sustentable cuando no son sustentables”.
Sobre las áreas (des)protegidas
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Dos estudiantes de la facultad de ciencias de la salud se ocupan de hablar sobre cómo impacta la industria hidrocarburífera en la flora y la fauna de la región. “Muchos lo llaman zona desértica o creen que acá no hay nada, y acá hay mucha riqueza de biodiversidad. Este tipo de monte se encuentra nada más que en Argentina y está muy poco protegida”, explicaron.
Acá se encuentran lo que son las jarillas, el solupe, coirón, zampa, alpataco” y “también es un ambiente en el que había choique, guanaco, mara, pumas, gatos, zorros, tortugas”, aunque a la vista no hay ni un solo animal.  “Una de las pocas regiones en las que queda una importante población de Guanacos en Neuquén es en Auca Mahuida, y es un área en la que se ven muchos, pero no se están viendo las zonas intermedias”, señala Carolina recordando la aprobación de un pozo no convencional en el área protegida: “es imposible si en los alrededores tenemos toda esta actividad petrolera”.
“Mientras siga la explotación petrolera, el impacto va a seguir. Y después, cuando se van, los pasivos ambientales quedan”, dice la estudiante. “Logramos que en tres pozos hagan sellados definitivos, con el sellado correspondiente, pero en esa locación, uno hoy va y no hay vegetación, no crece nada. Y eso en Auca Mahuida, que hay cierto control, por ahí tendríamos que preguntarnos qué está pasando en el resto de Neuquén”, agrega. Apis había dicho que existen unos dieciocho mil pozos tapados.
Gastón, el otro estudiante, cuenta que “en biología, en primer año, nos dicen que no existe el yuyo, que son plantas. Hay que cortar un poco con eso, porque nosotros nos interiorizamos mucho en el tema. Esto que para algunos es un yuyo, para nosotros es una planta bonita”.
 “El agua es mi dueña”
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Cristina Valdez y Rubén Curicoy se posicionan desde otra perspectiva. Cristina dice que le cuesta hablar de ecosistema, usar términos que no le son propios ni a su idioma ni a su cultura: “los mapuches tenemos otra concepción con respecto al territorio. El agua no se puede pensar por separado, como si no fuéramos parte de la naturaleza, porque en realidad nosotros somos parte, como un elemento más, como un newen más, como una fuerza. El agua tiene su newen y eso hace que en realidad nuestra forma de relacionarnos con ella sea distinta, y va más allá de que tengamos agua en el cuerpo. Tiene que ver con que en realidad el agua tiene su propio espíritu y tenemos que ser respetuosos de eso y tenemos que poder valorarlo desde ese lugar”.
A mí no me enseñaron a pensarme por separado”, agrega la mujer y asegura que muchas veces tuvieron “cruces” con las y los ambientalistas por su forma de observar la naturaleza. “Hay que ver qué nos pasa como personas, como che, como parte de este lugar”, concluye.
Rubén Curicoy, de la zona de Furilofche (Bariloche), asegura: “yo no soy dueño de nada, el agua es dueña mía” y se pregunta: “¿cómo no voy a proteger yo a algo que es lo que me da fuerza y que me da vida, me acompaña? Si protejo el agua, tengo que proteger la tierra y el aire, porque todo es parte: nunca hay algo que sea separado. Todo tiene un completo circuito de conexión”.
Curicoy recuerda que “esta tierra antes se utilizaba para los golpes, por ejemplo, y era muy buena, pero ahora…”, no concluye la frase, niega con la cabeza: “todo el newen, que para nosotros es la medicina…”, sigue negando. “Este lugar tiene mucho newen, mucha fuerza, y acá lo que vos sentís es que se lo está matando”, finaliza.
No todo es lo que parece
El último destino en el que se detienen los micros es la orilla del lago Los Barreales, uno de esos lugares en los que muchas y muchos de nosotros podríamos pasar horas respirando aire que se muestra fresco, remojando las manos para saludar el agua, observando la tranquilidad y el horizonte, donde se vislumbra un camino de tierra por el que todo indica acaba de pasar un transporte; en el aire, de aquel lado, flota arena.
El líquido se ve transparente, el suelo limpio, hay vegetación, dos perros que pertenecen a una familia que habita una especie de motor home en el lugar y se ven sanos, un aljibe, un cartel de visitas guiadas: sólo faltaría el arco iris. Que no aparece, porque el sol está radiante.
Sin embargo, consta en los estudios realizados sobre el agua que la contaminación es sumamente alta. Y en la tierra. Para seguir corroborándolo, algunas de las asistentes al “paseo” toman muestras guiadas por Demián Merino, quien por la tarde daría un taller sobre la técnica. Esas muestras serán refrigeradas y viajarán directo a Buenos Aires para esperar una respuesta, con certeza similar a la ya conocida.
Las ciento veinte personas curiosas volvemos a subir a los colectivos. El recorrido es el mismo que a la ida, pero tal vez no todas miran con los ojos con los que miraron al ir. Antes de retomar la ruta 7, un montón de ovejas se interpone en el camino. Están vivas. Vaya a saber por cuánto tiempo.
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