Entrevista con Federico Vaccarezza, directivo de la CACIAR
Durante la última visita al país del canciller ruso Sergei Lavrov, ambas naciones estrecharon lazos en el campo de la energía. La Cámara de Comercio e Industria Argentino-Rusa celebra la alianza estratégica sellada en el ámbito hidrocarburífero, pero también advierte que aún hay muchas oportunidades por aprovechar.
Los últimos acuerdos celebrados entre la Argentina y Rusia deben entenderse, según Federico Vaccarezza, director y asesor de Presidencia en Asuntos Comerciales y Regulatorios en la Cámara de Comercio e Industria Argentino-Rusa (CACIAR), en el marco de la política exterior y comercial rusa, que busca reposicionar a esa nación como potencia mundial en múltiples planos, entre ellos el energético. “Los convenios se enmarcan en el interés ruso por fortalecer sus vínculos con Latinoamérica. Como afirmara el canciller Sergei Lavrov, el objetivo en la región es potenciar las exportaciones de tecnología de punta y la colaboración en términos de producción y transporte de gas y petróleo, maquinarias de construcción, metalurgia, usos pacíficos de la energía nuclear y exploración espacial. En estos dos últimos rubros, la Argentina es líder a escala regional”, resalta el especialista en diálogo con este medio.
A partir de la firma de la “Declaración Conjunta para el Establecimiento de Relaciones de Asociación Estratégica”, suscripta por los presidentes Cristina Fernández de Kirchner y Dmitri Medvédev en Moscú en diciembre de 2008, cree que comenzó una nueva etapa en las relaciones políticas y económicas entre ambas naciones, con más lazos de cooperación e inversiones. “La construcción de éstos y los frutos de esta relación no son inmediatos, pero ya comienzan a ser visibles”, asegura.
En ese sentido, indica que durante las dos últimas reuniones presidenciales, ambos estados celebraron en total 21 acuerdos bilaterales. “Con esta cantidad, Rusia se convierte en el país extrarregional con más acuerdos vigentes sellados con la Argentina, el doble de los firmados con España (10), el triple que los suscriptos con los Estados Unidos (7), y cinco veces más que los refrendados con China”, compara.
El contenido de los convenios demuestra, a su criterio, que Rusia está interesada, sobre todo, en invertir capitales en el campo energético e importar desde la Argentina productos agrícola-ganaderos. “La coincidencia de las posiciones sobre los problemas internacionales, las similitudes en el desarrollo de la política interior de ambos países, los intereses comerciales mutuamente ventajosos y distintas metas estratégicas pueden contribuir en el futuro al avance esencial de las relaciones bilaterales”, manifiesta.
Convergencia de intereses
En 2011, precisa Vacca-rezza, la producción de crudo en Rusia superó los 10,5 millones de barriles diarios, posicionando dicho mercado como el mayor productor petrolero del mundo. “Debe contemplarse, asimismo, que los rusos poseen una industria de maquinarias, servicios y tecnología de capitales nacionales ligada con la producción de petróleo y sus derivados”, añade.
Por otro lado, apunta que YPF comenzó –desde su nacionalización– una etapa de recuperación de capacidades y recapitalización en pos del autoabastecimiento energético. “Algunos expertos señalan al país como el de mejores condiciones para desarrollar hidrocarburos no convencionales en toda la región. La explotación de gas en los yacimientos de Neuquén permitiría aumentar en un 50% todos los recursos energéticos de la nación, colocándola como exportadora de hidrocarburos en lugar de importadora. Y según la Agencia Internacional de Energía (AIE), el potencial de esas reservas garantizaría el abastecimiento interno por más de 350 años”, remarca.
Durante más de tres décadas, agrega, YPF fue uno de los principales mecanismos impulsores del desarrollo industrial argentino. “Y de cara al futuro se proyecta no sólo recuperar el autoabastecimiento energético, sino también que la petrolera retome el lugar central que históricamente tuvo”, sostiene.
Desde su óptica, lo más destacable del actual escenario es que tanto la empresa rusa Gazprom como YPF ahora son estatales, y que el acercamiento ha surgido a partir de la negociación de los propios jefes de Estado, luego de una reunión que mantuvieron durante las sesiones del G-20 en México. “Los rusos buscan fortalecer su presencia en Sudamérica a través de Gazprom, que es la mayor empresa gasífera del mundo, con el 18% de las reservas internacionales de gas natural, el 70% de las reservas rusas y representación en países de la región como Venezuela, Brasil y Bolivia”, afirma.
A su entender, Rusia se perfila como uno de los proveedores más confiables en materia de know-how, tecnología y equipamiento necesario para recapitalizar YPF. “Quizás la clave para determinar si lo será o no, más allá de los acuerdos bilaterales, deba buscarse en la respuesta a un doble interrogante: ¿estará Rusia dispuesta a financiar la puesta en valor de la petrolera argentina, por un lado, y accederá YPF a priorizar a Rusia como principal proveedor de equipos y tecnología, por otro? De llegar a una contestación afirmativa, la asociación estratégica expresada en los documentos bilaterales se convertirá en una realidad fáctica”, asevera.
Relación subexplotada
Según Vaccarezza, en 2012 la Argentina exportó a Rusia por u$s 711 millones e importó por u$s 1.124 millones. “Tengamos en cuenta que más de u$s 800 millones correspondieron a importaciones de combustibles ante el déficit energético de nuestro país. En lo personal, pienso que de ambos lados la relación está subexplotada. Las empresas argentinas en su gran mayoría aún no poseen una genuina noción del potencial del mercado ruso (como sí la tienen las españolas). En tanto, los empresarios rusos todavía tienen una mentalidad localista en su comercio internacional. No hemos conocido, salvo excepciones, emprendedores con la visión de adaptar sus productos o servicios a los usos y costumbres locales”, expresa.
La economía rusa posee, a su criterio, un alto componente industrial y tecnológico de primer nivel. “En el desarrollo de productos y tecnologías, ofrece excelentes oportunidades para hacer negocios, pero hay que ir a buscarlas, porque desde acá no nos enteramos de ellas. Más allá del volumen del comercio bilateral, hay una ausencia de compromiso por plantear una relación comercial más fluida mediante una planificación sobre qué comercio queremos y una preocupación por la promoción de exportaciones y adaptación de productos para ambos mercados”, describe.
En su opinión, ambas son economías netamente complementarias, y Rusia –que acaba de ingresar a la Organización Mundial del Comercio (OMC)– puede convertirse, con los esfuerzos apropiados, en uno de los mejores socios comerciales de la Argentina. “Todo dependerá del rol que decidan jugar ambos estados”, anticipa.
En el tema hidrocarburífero, recalca que los documentos ya se suscribieron. “Faltaría avanzar directamente en el esquema de los negocios, que representa una oportunidad mutua, y lo mismo sucede con la industria nuclear y el reequipamiento ferroviario”, expone.
En cuanto al comercio exterior, juzga que crecerá según el modo en que los países arbitren los mecanismos de un lado y del otro para estimular a las empresas. “En la Argentina, sectores como los alimentos, la maquinaria agrícola, los alcoholes y las frutas frescas poseen excelente chances, y muchas de las empresas que actualmente son socias de la CACIAR tienen en Rusia sus principales clientes y han trabajado duro e invertido para desarrollar ese mercado. No obstante, en términos globales, el mercado ruso sigue a la espera”, concluye.