Hasta ahora, las organizaciones ecologistas han sido las voces más críticas con los daños mediambientales del fracking, una técnica para extraer gas de las ‘entrañas’ de la tierra. Sin embargo, a partir de ahora habrá que vigilar también muy de cerca los posibles riesgos para la salud derivados de algunos de los ‘ingredientes’ que emplea esta polémica tecnología.
El fracking, también bautizado como fractura hidráulica, consiste en perforar el suelo para llegar a profundidades de hasta 5.000 metros; una vez allí, se inyecta en el subsuelo agua a presión mezclada con arena y cientos de sustancias químicas para extraer el gas natural. Pues bien, estos ingredientes, los mismos que preocupan a los ecologistas por sus daños al medioambiente, pueden ser también nocivos para la salud según un artículo publicado en la revista‘Endocrinology’.
Científicos de la Universidad de Missouri (EEUU), encabezados por Susan Nagel (del departamento de Obstetricia de esta institución), han analizado cientos de compuestos químicos de los que se añaden al agua para perforar la roca en varios puntos del Condado de Garfield, en Colorado -una región con más de 10.000 perforaciones de gas-, y compararon su composición con muestras obtenidas en localizaciones sin ninguna instalaciones de fracking.
Sus conclusiones advierten que al menos 100 de los más de 750 compuestos químicos que se emplean en la fractura hidráulica son conocidos por sus efectos hormonales para el ser humano. Concretamente, los investigadores analizaron 12 de ellos y advierten de su conocida capacidad como disruptores endocrinos. Es decir, en contacto con las hormonas del organismo humano, estas sustancias son capaces de alterar funciones sexuales, reproductivas, causar infertilidad, anomalías genitales, e incluso diabetes y algunos tipos de cáncer.
Como explica a EL MUNDO David Rojas-Rueda, epidemiólogo del centro de Investigación Ambiental CREAL, no es el primer trabajo que advierte de los posibles perjuicios para la salud de estas instalaciones (de las que no hay aún en funcionamiento ninguna en nuestro país).
Ya un estudio publicado en 2012 en ‘Science of the Total Environment’alertaba de los riesgos derivados de las emisiones al ambiente de partículas contaminantes, como hidrocarburos y bencenos, que “son considerados cancerígenos por la Organización Mundial de la Salud (OMS)”.
A su juicio, el problema es que muchas de las sustancias que emplean estas prospecciones afectan a muchos órganos, “no se quedan sólo en el sistema respiratorio, la piel o el sistema digestivo [si se ingieren a través de agua contaminada, por ejemplo] sino queson capaces de atravesar el epitelio y afectar al sistema inmunitario, cardiovascular… Un estudio en EEUU, por ejemplo, observó un 60% de aumento del riesgo de cáncer en la población que vivía a un kilómetro a la redonda de estos puntos”.
‘Imitadores’ de hormonas
En el trabajo que ahora se publica no se analizan concretamente los efectos de estas sustancias, por ejemplo, en trabajadores de estas perforaciones o a través de la contaminación de acuíferos cercanos, como sostienen los grupos ecologistas que se oponen a la fractura hidráulica. Pero sí señala que estos mismos compuestos -que en otros trabajos han mostrado sus riesgos para el ser humano- se usan habitualmente en el fracking. “Con el auge de estas instalaciones, la población se enfrenta a un riesgo creciente derivado de los disruptores endocrinos”, advierte Nagel en una nota de prensa divulgada por su universidad.
Una idea en la que coincide Miquel Porta, responsable de la Unidad de Epidemiología del Instituto Municipal de Investigación Médica de Barcelona (IMIM). “Lo primero que uno piensa cuando lo lee es: ‘no, por favor, otra cosa más no’. Ya vivimos todo el día una sopa de hormonas, como para añadir ahora el fracking”. Aunque admite que él no es un especialista en esta técnica de extracción de gas, señala que tanto el equipo de investigadores como la revista en la que aparece el estudio tienen la máxima seriedad. “Los efectos que describen son muy frecuentes en los disruptores endocrinos. A mi juicio es importante que no sólo se hable de los riesgos para el medio ambiente o los animales, sino también para el ser humano”.
En su opinión, el estudio debería -al menos- captar la atención de las autoridades sanitarias españolas (donde el Ministerio de Industria sí ha mostrado su beneplácito a esta fuente de energía). “Hay una corriente internacional de mucha preocupación por los riesgos para la salud de los disruptores endocrinos, incluso a dosis muy bajas. La evidencia está ahí, y cualquier actividad que aumente esos niveles es preocupante”, concluye.
El grupo de Rojas-Rueda en el CREAL prepara también un proyecto para investigar los efectos del fracking en España, en poblaciones cercanas a alguno de los proyectos previstos. “Lo que nosotros decimos es que hay evidencia suficiente para, al menos, solicitar una evaluación sobre el impacto para la salud antes de autorizar estas prospecciones, igual que se hace con las evaluaciones de impacto ambiental”.
Por su parte, fuentes de Shale Gas España han insistido en que la aplicación de buenas prácticas y la legislación medioambiental garantizan la protección del medio ambiente y de las personas. En nuestro país, señalan, la legislación exige una declaración de impacto ambiental por cada pozo que se vaya a explorar (incluida una valoración “de potenciales impactos que puedan alterar el bienestar de la población”), una medida que es mucho más estricta que la vigente en EEUU, donde hay prospecciones con varias décadas de antigüedad y sin los mismos controles. “Si en otros países se han identificado riesgos potenciales, los incidentes reportados se deben a errores operacionales. Una buena gestión sobre el terreno y la regulación adecuada de todos los aspectos de la exploración (como la captura del gas o el adecuado uso y almacenamiento de fluido de fracturación) son esenciales para minimizar los riesgos para el medio ambiente y la salud”, han indicado.
Sobre el estudio en cuestión, señalan que la cifra de 750 compuestos químicos que mencionan los autores no es exacta: “la familia de aditivos que se puede utilizar es amplia (más de 500), pero eso no significa que en cada pozo se vayan a utilizar todos. Al contrario, se utilizan 10-12 y en proporciones muy bajas (0,5%)”.