“El libro propone entender cómo el capitalismo avanzó en convertir la producción de infraestructura en una clase de activo, en un medio de valorización del capital en forma financiera. A partir de la exploración de las denominadas Asociaciones Público Privadas muestra cómo el capital ha construido una dinámica que está transformando el mundo en un patrón de reproducción ampliada donde la infraestructura es un medio de extracción de valor, apropiación y concentración de la riqueza.”
Foto: Martín Álvarez Mullally
Por Mariano Féliz* / Huerquen, Colectivo de Comunicación. El saqueo capitalista tiene formas múltiples. Estamos acostumbrades a verlo cómo destrucción de la naturaleza en modalidades tradicionales como el agronegocio, la megaminería o el fracking hidrocarburífero. A veces lo entendemos bajo la apariencia general de la deuda o proyectos de infraestructura, como expresión de la apropiación capitalista de la riqueza.
El libro de Nicholas Hildyard, Licencia para saquear. Infraestructura y extracción financiera en el Sur Global, aporta elementos para una comprensión más abarcativa e integral del proceso de saqueo en el capitalismo contemporáneo, bajo formatos que articulan la destrucción de la naturaleza y los bienes comunes con la multiplicación del capital financiero a nuevas formas.
En esta etapa del capitalismo internacionalizado, la infraestructura es un medio clave de extracción de riquezas en favor de las clases dominantes. Hildyard propone hacer un aporte a la comprensión de cómo aquella aporta no sólo a la acumulación ‘originaria’ de capital en manos de unxs pocxs sino sobre todo de qué manera este mecanismo les permite aferrarse a esa riqueza expropiada.
El libro propone entender cómo el capitalismo avanzó en convertir la producción de infraestructura en una clase de activo, en un medio de valorización del capital en forma financiera. A partir de la exploración de las denominadas Asociaciones Público Privadas (APP) muestra cómo el capital ha construido una dinámica que está transformando el mundo en un patrón de reproducción ampliada donde la infraestructura es un medio de extracción de valor, apropiación y concentración de la riqueza.
Explica con claridad cómo la infraestructura, como activo, supera ampliamente los tradicionales proyectos de carreteras u obras hidroeléctricas, e incluyen escuelas, hospitales y otros bienes y servicios públicos. En esta transformación, la concepción de infraestructura por parte de las finanzas, la reconfigura para generar flujos de ingresos estables derivados de contratos con el sector público. Es decir, lo que muestra Hildyard, es cómo el capital financiero ha construido formas de apropiación de valor a través de la producción y gestión de infraestructura pública.
Estas nuevas formas de extractivismo financierizado tiene impactos gigantescos a escala global. No solamente contribuyen a ampliar la desigualdad a partir de la concentración de ingresos y riquezas en pocas manos, sino que ellas son parte de un proceso de reproducción social crecientemente antidemocrático, elitista e inestable. Unos pocos grandes fondos de inversión globales controlan las decisiones sobre qué proyectos serán impulsados sin considerar las demandas y necesidades populares, y sin garantizar que las grandes mayorías accedan a los servicios elementales. Es el rendimiento económico (para los inversores) y no las necesidades que pueden satisfacer, lo que define si un proyecto será o no encarado. Por otra parte, el proceso se sostiene en mecanismos altamente especulativos, propensos a desarrollar burbujas que siempre explotarán, con los consiguientes costos sociales y económicos.
El centro de estos proyectos son los flujos de caja contractuales hacia el capital financiero. Toda la estructura legal que se articula en torno a ellos buscará garantizar la sostenibilidad de esos flujos. A través de una multiplicidad de mecanismos legales (si, estos mecanismos son ‘mayormente’ legales), el capital financiero logra poner al Estado a su servicio: la deuda pública como garante de los negocios privados, las concesiones para la operación y construcción de proyecto siempre con garantía estatal de rentabilidad o pago de las obligaciones privadas, los honorarios multimillonarios por la provisión de servicios de asesoría, asistencia legal y contable, etc. Los Estados quedan tan comprometidos a garantizar las condiciones de rentabilidad estos proyectos, que los recursos disponibles para el resto de las políticas públicas son dramáticamente reducidos. He aquí la fuente del déficit que siempre es puesto como límite a las políticas en favor de las mayorías: el problema no es la falta de recursos económicos ni monetarios; el problema reside en la apropiación de los mismos por parte del capital financiero globalizado.
El libro deja claro cómo a través de esos mecanismos se está produciendo una reorganización geográfica del capitalismo. En un aporte clave, el libro explica la imbricación entre la concepción de la infraestructura como una clase de activo y el desarrollo de los megaproyectos como la IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana) en América del Sur y la nueva Ruta de la Seda con base en China. De forma muy clara muestra cómo más allá de los matices, gobiernos conservadores o dit progresistas en todo el mundo han apostado a estos emprendimientos casi sin miramientos ni reflexión crítica. Estos proyectos son expresión cabal de la multiplicación del saqueo de nuestras riquezas y bienes comunes con la mediación del capital financiero. Los proyectos pretenden supeditar la naturaleza y los derechos de los pueblos a los intereses del capital internacionalizado que buscan articular la extracción de riquezas naturales con los espacios de producción y centros de consumo concentrados en unas pocas megaciudades globales.
El autor plantea la discusión en torno a cómo comprender las vulnerabilidades del capital y de qué forma podemos pensar estrategias que desestabilicen realmente el poder de las élites. En efecto, los proyectos de infraestructura para el saqueo enfrentan conflictos cada vez más importantes en los territorios. En este sentido, Hildyard propone y debate el papel de las organizaciones populares. Presenta primero una revisión crítica de la participación de las ONGs en estos procesos. Propone reflexionar sobre nuestras prácticas militantes y de resistencia apuntalando la necesidad de poner en el centro la recuperación de nuestras historias, la construcción de relaciones políticas de cuidados, confianza y diálogo respetuoso, para sostener prácticas políticas mejor arraigadas. Finalmente, reflexiona sobre el papel de nuestras luchas en los territorios y las complejidades de articular formas de resistencia cada vez más amplias. Señala con claridad que el futuro no está predefinido y que los planes de colonización capitalista nunca están asegurados, pues la lucha colectiva ha demostrado en muchos casos capacidad de enfrentarlos.
En definitiva, este libro es un aporte fundamental a la comprensión de las transformaciones que se están operando en el capitalismo contemporáneo y las articulaciones profundas que existen entre los megaproyectos de infraestructura y el capital financiero global. Sobre todo, es un gran aporte a la lucha popular contra esos proyectos y por la configuración de formas alternativas de vida.
*Mariano Féliz, investigador del CONICET y docente de la UNLP. Integrante de la colectiva de investigación Al Borde (construyendo pensamiento indisciplinado). Integrante de la Sociedad de Economía Crítica de Argentina y Uruguay. Militante de la Colectiva en Movimiento por una Universidad Nuestramericana (COMUNA)