Fotorreportaje: Historias de Mar

Por Javier Andrada / Fotos: Flor Guzzetti .- Ante los anuncios de exploración de hidrocarburos costa afuera, las comunidades costeras se levantan para defender sus territorios y compartir sus historias.

¿Qué pasaría si un derrame de petróleo llega a las costas de Mar del Plata, Miramar, Santa Clara y otras ciudades bonaerenses que basan su economía en el turismo y la pesca? ¿Qué sería del ecosistema marino? ¿Qué sienten y piensan los habitantes de esta región, y cómo podría cambiar el curso de sus vidas? 

La noticia del proyecto de exploración petrolera en el Mar Argentino provocó sorpresa primero e indignación después. Pero también reacción ante un plan pergeñado entre gallos y medianoche que no contempló a las comunidades costeras. El modelo extractivista nunca lo hace, la democracia directa se convierte en utopía. 

Zazá 

Navegó las aguas del Mar Argentino durante treinta y siete años hasta que se retiró al cumplir 57; lejos de quedarse en su casa, sale a volantear sábado por medio por las calles del puerto junto a otros compañeros y compañeras que también participan como él de la Asamblea Por Un Mar Libre de Petroleras. También se hace tiempo para apoyar en cada movilización a las familias de las víctimas del Rigel, el pesquero marplatense que se hundió frente a las costas de Chubut en junio de 2018.

Dice que la gente los recibe bien, aunque la mayoría no está informada sobre el proyecto de exploración sísmica. No se imagina a Mar del Plata con las plataformas petroleras frente a la costa, “desaparecería como ciudad turística y pesquera, esto sería muy perjudicial en lo social y en lo económico: los hidrocarburos son obsoletos, están destruyendo al planeta”, agrega.

Wenceslao

En cuanto se enteró de la posibilidad de la instalación de las plataformas petroleras, con las consecuencias sociales que eso podría tener, sintió que los seres humanos están condenados a la involución.

 Y tal vez porque eligió construir su casa con materiales naturales, con elementos no contaminantes -bioconstrucción- es que encuentra analogías entre la producción petrolera y la industria del cemento. “Lo que pasó en los años ´30, lo que se generó a partir de la combustión de los hornos, la emanación de gases, se parece bastante a esto”. Y agrega, “sin contar el papel que se gasta en las bolsas de cemento, las rutas que se hicieron para transportarlo… es interminable la lista de contraindicaciones para la naturaleza, cuando la tierra la tenemos debajo de los pies, mucho más a mano. Nos inculcaron que el adobe, las formas tradicionales de construcción, eran sinónimo de pobreza. Las corporaciones llevan a la gente a la esclavización a través del consumo”.

Martín

Pescador artesanal, se aventura en el océano para conseguir alimento. Vive en el borde del continente, como suelen llamar los habitantes del sur de Mar del Plata a esta franja de campo y mar. “Es un gran límite y maestro. Los días de sudestada nadie hace planes, son momentos para mirar hacia adentro. Vivimos en torno al clima y los tiempos del mar. Lo mismo con la pesca, si el clima dispone que es buen momento para hacerlo, cuando no hay viento y las mareas y los ciclos lunares son los adecuados. Pescamos con remos, salimos al mar a navegar así, con línea de mano; se puede sentir la fuerza de la naturaleza luchando para sobrevivir”.

Martín habla pausado. Dice que es importante entender que ésta es una práctica que hacen con mucha conciencia y agradecimiento. Pescan lo que necesitan, y no vuelven hasta que no se les acaba.

“Cuando escuchamos estos proyectos de las petroleras no podemos evitar pensar que los empresarios están desperdiciando el medio marino, lo que ellos llaman recurso natural. Deberíamos vivir en armonía a nivel global. Acá somos una comunidad, formada y organizada que tuvo que aprender a hablar el idioma legal pero que también conserva conocimientos ancestrales. Tenemos una tierra muy abundante y somos conscientes de eso: podemos tener una vida sana, digna, sin violencia y sin hambre. El mar es un sabio, nunca nos deja sin alimento”.

Camila

 Camila eligió vivir cerca del océano, en contacto con la naturaleza. Se nutre de su energía. “Voy a un comercio a comprar y paso observando  el mar -cuenta- y vuelvo de otro lado y estoy enfrente otra vez, me quedo mirándolo”. Cuando escucha hablar de las plataformas petroleras lo primero en lo que piensa es en sus hijos, en los animales y el lugar donde se afincó.

Sin embargo, es optimista porque nota que hay compromiso social: “lo ambiental depende de la gente, de que la sociedad se pare y se haga escuchar. Este proyecto extractivista nos muestra que la agenda ambiental no es prioridad. Hay mucha ceguera en la forma de consumir, en el perjuicio que eso genera sobre las cuestiones básicas de la vida. Si hoy yo no intento proteger el pedacito de tierra que habito, no lo va a hacer nadie por mí”.