El déficit financiero energético, un problema que está debajo de la superficie

A través de distintos mecanismos confeccionados para saltear el cepo cambiario, las empresas del sector provocan un agujero financiero.

Entre 2021 y 2022, las petroleras remitieron al exterior 7500 millones de dólares.

Por Marco Kofman.- El déficit en el sector gasífero, que obligó a realizar importaciones de combustibles justo en el momento en que éstos se volvían más caros, se llevó buena parte de los flashes a la hora de explicar por qué el Banco Central siguió perdiendo reservas en 2021 y 2022, a pesar del buen desempeño del comercio exterior argentino. 

Estas importaciones, no obstante, representaron menos de la mitad del problema de divisas del sector energético. Al tiempo que se destinaron 6 mil millones de dólares en la comercialización de energía y combustibles, se perdieron otros 7500 millones por distintos mecanismos financieros que desarrollaron las empresas transnacionalizadas, en los papeles o por sus prácticas.

Dolarización

Las compañías apelan a diferentes mecanismos para dolarizar sus excedentes, según lo que permita el contexto. Así, hasta el año 2011, en una economía sin “cepo”, las empresas sacaban alrededor de 1200 millones de dólares anuales en concepto de remisión de utilidades a sus casas matrices.

Cuando esta vía quedó vedada, el sector recurrió a diferentes ítems del rubro “servicios” para dolarizar sus excedentes. Se trató de contratos de derechos de propiedad intelectual o de servicios profesionales tomados, principalmente, con empresas vinculadas del exterior. La pérdida de dólares llegó a ser de 900 millones en 2015 por estas actividades.

Al período de fuertes controles (2011-2015) le siguió uno de liberalización cambiaria (2016-2019). Sólo en el año 2018, las empresas se llevaron 3500 millones de dólares en billetes y en diferentes activos. Pero al mismo tiempo que las empresas sacaban estos dólares del país, traían otros en concepto de préstamos del exterior, endeudándose de forma acelerada. Así, la deuda del sector creció de 5 mil a 14 mil millones de dólares, con la particularidad de que deudores y acreedores pertenecían, por lo general, al mismo grupo económico.

Frente a la crisis, el gobierno de Cambiemos reimpuso el control cambiario en los últimos meses de gestión, pero ahora las empresas contaban con un fuerte endeudamiento con sus casas matrices, lo que les permitió seguir retirando dólares de la economía a un ritmo anual de 1400 millones en concepto de intereses.

El caso de Tecpetrol

Al 31 de diciembre de 2021, las deudas financieras de la compañía petrolera del grupo Techint sumaban, sin contar la emisión de Obligaciones Negociables, 500 millones de dólares. De ese total, 400 millones eran deudas con Tecpetrol Internacional S.L.U., radicada en España y controlante de la argentina.

La relación entre estas dos compañías es solo el final de una larga trama de empresas cáscaras o fantasmas, que incluyen estructuras en Uruguay, Panamá, Países Bajos y Luxemburgo, por donde fluyen los préstamos financieros que permiten al grupo movilizar sus capitales libremente entre diferentes regímenes cambiarios e impositivos.

Al mismo tiempo que bancos nacionales (Santander Río) e internacionales (J.P. Morgan, Citibank y otros) le prestaban en dólares a la compañía a una tasa que, en el peor de los casos, llegaba al 4,25 por ciento, Tecpetrol se prestaba a sí misma a una tasa del 9 por ciento.

Esta operatoria le permitió pagar 5400 millones de pesos en 2021 como intereses de los préstamos financieros. Estos costos, artificialmente incrementados, absorbieron una porción significativa de los resultados de la empresa: Tecpetrol terminó declarando una ganancia, antes de impuestos, de 5 mil millones de pesos.

Mejorar el saldo comercial energético es clave para relajar la presión sobre las reservas del Banco Central, pero no es suficiente. El sector construyó diferentes mecanismos que le permitieron transformar en dólares sus excedentes y fugarlos, aún en contextos de fuertes controles cambiarios. 

Los planes para incrementar la producción local de energía implican una mejora en el precio para los productores y, por lo tanto, un incremento de las ganancias que las empresas terminan dolarizando. Al mismo tiempo, frente al impedimento explícito en el acuerdo con el FMI respecto de aumentar los subsidios energéticos, la ganancia extra la deberán pagar los hogares mediante incrementos tarifarios.