Por Katia Monteagudo (*).- Durante todo un año un cineasta finlandés dejó de consumir petróleo e intentó responder la pregunta de cómo vivir después que se queme el último barril de crudo.
John Webster y toda su familia fueron los protagonistas de su propio experimento, hecho luego un documental (Recetas para el desastre), tan valorado hoy como el multipremiado Una verdad incómoda, del Nobel Al Gore.
El filme resultó una muestra de la dependencia humana de los hidrocarburos y de lo poco que está preparado el mundo para prescindir de estos.
La otra experiencia hasta ahora conocida de cómo subsistir, después de una drástica reducción, está en Cuba, asegura la revista digital International Journal of Cuban Studies, de la London Metropolitan University.
Esta publicación refiere que la Isla caribeña es el único país que ha gestionado con éxito un descenso de energía, similar a la baja que existirá cuando la producción mundial de petróleo rebase el tan anunciado y temido “peak oil” o cenit del petróleo.
“Cuba ha logrado mantener en pie un servicio de salud que podría haber sido tumbado por la escasez de petróleo”, ejemplifica el escrito.
El artículo explica que en la década de 1990, las importaciones cubanas de petróleo cayeron en más de un 50 por ciento, y, sin embargo, el sistema de salud y los niveles de atención sanitaria pública se mantuvieron a niveles del Primer Mundo.
Pero exceptuando la experiencia cubana y el documental del finlandés, no se conoce de ningún otro ejemplo real de cómo enfrentar la vida después que el petróleo y el gas dejen de ser el motor de los motores de la economía mundial.
Y aunque se sabe de los variados plazos que han calculado los científicos, la humanidad sigue su curso como si tal amenaza no fuera cierta y requiriendo 150 mil litros del combustible fósil por segundo.
La Agencia Internacional de Energía (AIE) estima que la demanda mundial de petróleo se duplicará durante los próximos 20 años, aunque ya están declinando los rendimientos de los mayores pozos en operaciones del mundo.
Hoy los expertos reconocen la poca previsión mundial para enfrentar la inminente llegada del declive terminal del petróleo, calculada entre el 2010 y el 2025.
Más, están al tanto todos de la alta dependencia de la producción de hidrocarburos que mantienen la agricultura, el transporte y la industria petroquímica.
Incluso para el 2015, el 92 por ciento del transporte mundial seguirá dependiendo del petróleo, y para el 2030 la situación no habrá cambiado mucho (89 por ciento).
Y si poco se ha avanzado en términos de evaluar el riesgo del peak oil en los negocios y en la industria, mucho menos se ha hecho en la industria farmacéutica y en casi todos los sistemas nacionales de la salud en el mundo, advierte Joseph Sullivan, jefe de estrategia de la Sullivan Advisory.
La medicina moderna es completamente dependiente de la disponibilidad de petróleo, decisivo para la fabricación de analgésicos, antihistamínicos, antibióticos, antibacterianos, supositorios, jarabes para la tos, lubricantes, cremas, pomadas, ungüentos y muchos geles.
También los petroquímicos son utilizados para hacer válvulas sintéticas del corazón, un gran número de implantes, prótesis y equipos médicos.
Estos derivados además son usados en los tintes y placas para la radiología, tubos intravenosos, jeringas, y las máscaras de oxígeno.
Recientemente seis empresas del Reino Unido -Arup, Foster and Partners, Scottish and Southern Energy, Solarcentury, Stagecoach Group y la Virgen- se unieron para analizar el impacto de la llegada del pico petrolero.
El estudio, denominado The Oil Crunch: una llamada de atención para la economía del Reino Unido, concluyó que la escasez del crudo, la inseguridad de la oferta y la volatilidad de los precios van a desestabilizar la actividad económica, política y social del mundo dentro de cinco años.
Hay que mirar hacia las entrañas de la tierra para vislumbrar el futuro, asegura el geólogo Mariano Marzo, profesor de recursos energéticos de la Universidad de Barcelona.
No obstante, los científicos no se acaban de poner de acuerdo en definir una fecha final a la producción de petróleo y gas, y no son pocos los plazos que circulan.
Conforme a las estadísticas de la corporación British Petroleum, el mundo tiene reservas para 40 años, a la tasa actual de consumo de unos 30 mil millones de barriles por año.
Otros estudios aseguran que el fin de petróleo llegará en el 2045, y el del gas en el 2065, aunque la petrolera saudí Arabian Oil, coloca esa fecha dentro de 140 años, suponiendo un consumo constante del ejercicio actual.
Las proyecciones de cuánto durarán esas reservas no sólo dependen de las existencias en el subsuelo y mares del planeta, asegura la Cambridge Energy Research Associates (CERA), reconocida consultora mundial del sector.
Aunque cada año será más caro encontrar recursos energéticos fósiles y hacerlos producir, detalla CERA, el reto más importante será el de la volatilidad de la dinámica del mercado, sobre todo la relación demanda/suministro.
El futuro del sector petrolero y de gas -concluye- dependerá de los consumidores, productores y de la geopolítica de los gobiernos, más que de las reservas en existencia.
La AIE cuenta que el consumo mundial de petróleo en el 2010 es de 85 millones de barriles por día y la producción le sigue muy de cerca.
Solamente en los últimos cuatro años la demanda se ha incrementado en casi 30 millones de barriles diarios, especifica la AIE.
Igual la entidad estima que el consumo será de 88 millones de barriles diarios en el 2015 y de 105 millones en el 2030.
“Los días del petróleo fácil ya se han ido”, insiste Faith Birol, economista jefe de la AIE.
También advierte que los campos del Mar del Norte, donde se producen unos cuatro millones de barriles por día, declinan a razón de siete por ciento anual.
Tales fallas obligan a las compañías a buscar hidrocarburos aún más costosos, cuya explotación requiere precios muy por encima de los 50 dólares el barril.
Entre estos se cuentan los situados a gran profundidad bajo el Atlántico brasileño, los pesados de la Faja del Orinoco o las arenas bituminosas de Athabasca, en Canadá.
José Sergio Gabrielli, presidente de Petrobras, asegura que la producción global declina a razón del cinco por ciento anual, por lo que urgen nuevas inversiones en países como Brasil e Iraq.
El mundo necesita desarrollar una capacidad equivalente a una Arabia Saudita cada dos años para compensar la declinación global promedio, argumenta Gabrielli.
Hoy ese país árabe posee las mayores reservas probadas de crudo, seguido de Venezuela.
Pero si esta última concluye en el 2010 la certificación de sus reservas en la Faja del Orinoco, más las cuantías que posee en otras regiones del país, la nación bolivariana se colocará muy por delante del actual líder, y demoraría unos años más la muerte anunciada del último barril de petróleo.
(*) La autora es periodista de Prensa Latina, especializada en temas globales.
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