Maximiliano Sbarbi Osuna
Observador Global
De productor pionero en biocombustibles a gran exportador de Petróleo. La explotación de los cuantiosos yacimientos descubiertos en el último año y medio, en la costa atlántica de Brasil, va a permitir que este país pueda superar rápidamente la crisis económica. Con viento a favor, fomentando las inversiones y evitando las especulaciones, el gigante latinoamericano podría crecer y posicionarse todavía mejor entre los países influyentes del mundo. Pero de nada le servirá el “progreso” si no acorta la enorme brecha que separa a ricos y pobres, y que lo hace uno de los países más desiguales de la región.
Mientras Estados Unidos debate si debe cuantificar su producción interna de petróleo para reducir las importaciones, a pesar del impacto ecológico que esta medida puede producir, Europa debe esforzarse más para conseguir el suministro de gas y petróleo que sostenga a sus industrias. En tanto que China comienza a mostrar signos de recuperación -por lo que debe buscar desesperadamente un mayor abastecimiento de energía para aumentar su producción- Japón, con menores reservas, se encuentra en la misma dificultad.
No cabe duda de que el mundo industrializado tiene cada vez más dificultades de provisión energética, por eso este es el momento propicio para el despegue de los países emergentes.
La explotación de los cuantiosos yacimientos de gas y petróleo descubiertos en el último año y medio, en la costa atlántica de Brasil, va a permitir que este país pueda superar rápidamente la crisis económica.
Actualmente Brasil constituye la décima economía mundial, es el décimo consumidor de energía y el decimoquinto productor. Sin cantidades significativas de petróleo hasta los recientes hallazgos, Brasil centró su industria energética en los últimos veinte años en desarrollar etanol. Alrededor del 70 por ciento de la producción mundial de biocombustibles está repartida entre Brasil y Estados Unidos.
La decisión política del gobierno de Lula de mantenerse al margen de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) le otorgaría a Brasil la independencia de las decisiones especulativas en torno al aumento o disminución de la producción para regular el precio.
La existencia de la OPEP tiene su costado positivo, ya que unifica las políticas petroleras y evita que los países consumidores tiendan a bajar el precio, lo que provocaría la ruina de los productores. Sin embargo, muchas veces la OPEP cae en especulaciones que terminan siendo contraproducentes, como por ejemplo situar el precio del barril a 150 dólares a mediados del año pasado.
El capital internacional destaca que a pesar de que Brasil se convierta en uno de los principales productores, las compañías extranjeras van a poder continuar invirtiendo libremente en el sector energético brasilero.
SOCIEDAD CON CHINA
Sin embargo, los nuevos yacimientos van a estar reservados a la compañía nacional Petrobras, con un gran aporte de la estatal china Sinopec. En la actualidad, un convenio de suministro entre Petrobras y China se sitúa en los 160 mil barriles de petróleo diarios.
De acuerdo con el gobierno de Brasilia, con la llegada de un crédito procedente de China de unos 10 mil millones de dólares, la provisión brasileña aumentaría a 200 mil barriles diarios durante los próximos diez años.
El crecimiento de Petrobras, que tiene inversiones en todo el continente americano y en varios países de África, se fue construyendo debido a la escasez de petróleo de Brasil, lo que lo llevó a buscar otros lugares de suministro.
Con el nuevo escenario, el Estado brasileño, que tiene un 40 por ciento de la sociedad de Petrobras, no sólo va a exportar petróleo, sino que le va a agregar valor al industrializarlo, refinarlo y elaborar sus productos derivados.
CONSTRUCCIÓN DEL LIDERAZGO
Luego de la crisis de 1999, la economía brasileña creció ininterrumpidamente durante casi una década hasta la profunda desaceleración provocada por el colapso financiero internacional. Como en muchos países de la región, la exportación de materias primas fue el motor que produjo el crecimiento de la balanza comercial.
A pesar de la actual contracción económica mundial, Brasil logró posicionarse como un líder de peso entre los países emergentes. Los logros políticos internacionales del gobierno de Lula consisten en ejercer el rol de representante de la región latinoamericana ante el mundo, desplazando a México y superando a Venezuela.
Lula fue más allá y durante la última cumbre del G8 (el grupo de los Estados más industrializados) sostuvo que la recuperación económica mundial se va a producir dentro del G20, el conjunto de países emergentes que ejercen una influencia a nivel regional, entre los que se encuentran además de Brasil, Argentina, México, Rusia, Sudáfrica, India y China.
Por otro lado, Brasil dejó de ser un país deudor del FMI para convertirse en miembro con derecho a tomar decisiones dentro del organismo, con el aporte de divisas, que lo salvaron del derrumbe. La presión que ejerce Brasilia para lograr un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tiene el visto bueno de países socios, como por ejemplo Francia, lo que lo posicionaría en la cima del liderazgo internacional.
Sin embargo, a nivel interno Brasil tiene varias deudas pendientes, principalmente con el desarrollo social. La diferencia entre ricos y pobres lo hace uno de los países más desiguales de la región.
Con respecto al futuro, se prevé un aumento de los precios de las materias primas y un moderado incremento de la cotización del petróleo, lo que podría ser aprovechado por Brasil para ubicarse en un lugar privilegiado de la economía mundial.
Algunos analistas predicen que para 2017 Brasil puede llegar a ser la octava economía del mundo si sabe aprovechar esta ola productiva energética. Sin embargo debe alejar el riesgo especulativo, lo que produciría un derrumbe del precio del petróleo y retrasaría la recuperación del gigante latinoamericano.
Fuente: Rebelión