LA INVERSION EXTRANJERA DIRECTA EN ARGENTINA CRECIO 57 POR CIENTO DURANTE 2010
Un informe de las Naciones Unidas destaca que las inversiones extranjeras en el país recuperaron el ritmo previo a la crisis de 2009. Si bien su calidad mejoró respecto de los ’90, siguen faltando regulaciones que las orienten.
Por Tomás Lukin.- La Inversión Extranjera Directa (IED) hacia Argentina recuperó los niveles previos a la crisis financiera internacional. En sintonía con el comportamiento global, los flujos con dirección al país ascendieron hasta 6300 millones de dólares en 2010. El “Informe sobre las inversiones en el mundo 2011” que elabora Unctad, un organismo de Naciones Unidas, refleja un aumento de la inversión extranjera del 57 por ciento respecto de la fuerte caída experimentada en 2009. Cuando se la compara con el promedio de los años 2004-2008, una relación estadísticamente más adecuada, el alza llega al 6 por ciento. A escala regional la participación de Argentina en la entrada de IED es baja. Sin embargo, antes que maximizar el ingreso de inversiones extranjeras al país como indica la tradición neoliberal, distintos especialistas heterodoxos advierten sobre la relevancia de regular esos flujos para garantizar la generación de puestos de trabajo, reducir la remisión de utilidades y dividendos a las casas matrices y, de ser posible, alcanzar un comportamiento exportador.
Durante la década pasada la calidad de la IED exhibió una mejora significativa con relación a la dinámica registrada durante los años noventa. A lo largo de la convertibilidad, la IED estaba impulsada por el proceso de privatización y extranjerización de la estructura productiva. En cambio, el sostenido proceso de crecimiento económico, los elevados niveles de rentabilidad empresaria y un contexto internacional favorable explicaron el destacado desempeño de los flujos de los últimos años.
“Desde 2004 se distingue una mejora en la composición de la IED que se explica por el incremento de la capacidad productiva de las empresas extranjeras establecidas en el país, ingreso de nuevas firmas y apertura de nuevas plantas”, explicó la subsecretaria de Desarrollo de Inversiones, Cecilia Nahón. Ese tipo de inversiones tienden a generar mayores contribuciones a la formación de capital y la creación de empleo que las fusiones y adquisiciones. Desde Cancillería también resaltaron la elevada intensidad tecnológica de los nuevos proyectos instalados en el país. Otro dato relevante en el comportamiento reciente es la creciente importancia de Brasil como país de origen de IED hacia Argentina. Las principales empresas extranjeras establecidas en el país se dedican a la explotación de hidrocarburos (Repsol), telecomunicaciones (Telecom y Telefónica) y alimentos (Cargill). En los últimos años creció el lugar de la industria automotriz.
A nivel global, las corrientes de la IED aumentaron en forma moderada hasta 1,24 billón de dólares y se mantiene 15 por ciento por debajo del promedio previo a la crisis. Según el informe de Unctad, las economías en desarrollo, fundamentalmente las del Sur, atrajeron en total más de la mitad de esos flujos y muchos de esos países vieron crecer su participación como exportadores de IED. La tasa de crecimiento de las inversiones extranjeras hacia Brasil creció 87 por ciento, en México el aumento fue del 17 por ciento; en Perú, del 31, y en Chile, del 17. En la mayoría de los casos, la magnitud de los flujos supera los de Argentina.
La tradición neoliberal resalta la relevancia de las empresas multinacionales en los procesos de desarrollo y pondera el rumbo de las economías en base a la magnitud de la IED. Mucha inversión extranjera sugeriría que los gobiernos hacen bien las cosas y poca reflejaría una orientación “errónea” de la política. “La experiencia de la década del noventa muestra que la maximización de esos flujos no es adecuada para impulsar el desarrollo. Los flujos de la IED dejaron como saldo la pérdida de importantes grados de libertad en la definición de las políticas nacionales”, advierte la economista Ariadna Sacroisky.
En ese sentido, especialistas como el profesor de la Universidad de Cambridge, Ha Joon-Chang, recuperan la experiencia de países como Singapur o Malasia, donde el Estado jugó un rol activo en la planificación, regulación y el incentivo de la IED hacia determinadas actividades. Así, por ejemplo, restringieron el ingreso de inversiones no deseadas, las sujetaron al cumplimiento de condiciones que van desde límites a la participación extranjera hasta requisitos de exportación. El investigador del Cemop Andrés Asiain cuestiona el laxo marco institucional-legal en el que se desarrolla la IED en Argentina. Por su parte, un documento realizado por el experto en comercio internacional Carlos Bianco advierte que “el 80 por ciento de los flujos de IED se fugan bajo la forma de remisión de utilidades y dividendos de las empresas transnacionales”.
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