La exploración de gas natural no convencional se dispara en medio mundo tras el éxito de EE UU – Europa, como España, se debate entre la necesidad y la protección medioambiental
Por Santiago Carcar.- Como maná caído del cielo; como manantial en el desierto; como el descubrimiento de Eldorado en forma de gas… El mercado de la energía está revolucionado. La razón: los adelantos tecnológicos de los últimos años han hecho posible extraer hidrocarburos allí donde se pensaba que solo había pozos agotados. Resultado: los hallazgos se suceden, la estimación de reservas crece como la espuma en medio mundo, las posibilidades de negocio se disparan y la especulación empieza a sacar la cabeza. Crece también la polémica por las consecuencias del nuevo negocio en el medioambiente.
El asunto también afecta a España. En toda la historia, señalan los especialistas, en España se han perforado alrededor de 1.000 pozos para intentar extraer gas o petróleo, con poco éxito, todo hay que decirlo. Pues bien, en los últimos meses, la petición de permisos para explorar crece de forma significativa. Algo sucede. Y sucede en las áreas donde hay rastros de hidrocarburos, el Cantábrico, los Pirineos y la zona de Aragón.
La causa de tanta agitación es el llamado gas no convencional (unconventional gas). Se denomina gas no convencional no porque sea un hidrocarburo con características nuevas (es sencillamente, gas natural), sino por las técnicas (no convencionales) que se utilizan para extraerlo. La definición engloba al denominado shale gas (gas de esquisto), el tight gas (gas que se extrae de arenas compactas) y el coal bed methane (metano del manto de carbón). ¿Cuáles son las técnicas del milagro? Fundamentalmente dos unidas: la perforación profunda en horizontal y el llamado fracking. Este último procedimiento consiste en la inyección de agua, arena y productos químicos a alta presión para fracturar las rocas (llamadas madre) en las que está contenido el gas (shale gas) o el petróleo (shale oil).
Para entender el negocio que está revolucionando el mercado -el primero que habló de “revolución” fue el ejecutivo de BP, Tony Hayward- se puede hacer la comparación siguiente: imaginemos una gigantesca esponja y sus cavidades llenas de gas o petróleo. Pues bien, si antes las empresas petroleras y gasistas se limitaban a chupar el contenido de las cavidades hasta agotarlas, ahora son capaces de penetrar en el núcleo de la esponja y partirlo para que libere más contenido. Literalmente, se exprime el limón hasta la última gota.
Los resultados han sido espectaculares en EE UU. Allí, compañías petroleras de tamaño medio comenzaron a trabajar en los años ochenta en la extracción de gas de lo que los geólogos denominan “roca madre”. El éxito fue tal que las grandes empresas, de Exxon a BP, pasando por ENI, Shell o Statoil han invertido 44.000 millones de euros en solo dos años, según datos manejados por Gas Natural Fenosa. Las ganadoras: empresas de tamaño pequeño o medio como Chesapeake, Exco, XTO Energy, Atlas o Duvenay, que apostaron por el nuevo gas, adquirieron derechos de explotación en miles de acres y han llegado a acuerdos con las grandes compañías.
En EE UU, las cifras marean. Se abren pozos por miles y el país, que consume anualmente 646 bcm (miles de millones de metros cúbicos), va a pasar de ser el primer importador de gas del mundo a exportar producto. En cifras: según la Energy Information Administration (EIA) de EE UU (2011 Energy Outlook) existen unas reservas recuperables de shale gas en EE UU de entre 11,9 y 34,8 tcm (billones de metros cúbicos). Cifras difícilmente abarcables en conjunto pero que se entienden mejor con una sola frase: en el mejor de los supuestos asegurarían el suministro de gas al mercado americano durante un siglo. Espectacular. Si en 2008 el gas no convencional suponía el 6% del consumo estadounidense, en 2035, según la última estimación de la EIA, podría alcanzar el 56,8% de la producción total. En esa fecha podría darse ya exportación neta. No obstante, todo depende de los precios. La explosión del gas no convencional ha reducido los precios a la mitad, lo que podría ralentizar algunas inversiones.
Pero el éxito es tal que la exploración se está disparando en todo el mundo. La publicación World Shale Gas Resources: An Initial Assessment presenta una estimación de las reservas recuperables en 48 cuencas geológicas repartidas en 32 países, con reservas estimadas de 163 billones de metros cúbicos (tcm). Para ese tesoro, explica Antonio Merino, director de Análisis del Entorno de Repsol, se preveía una extracción lenta “pero las perspectivas se han acelerado en Asia-Pacífico y en América Latina”.
La ola también ha llegado a Europa, pero de forma diversa. En líneas generales, en el Viejo Continente, la forma de encarar el negocio del shale gas tiene extremos. Para empezar, el desarrollo del negocio va más lento porque la legislación es distinta de la de EE UU, donde el propietario de un terreno lo es también del subsuelo, algo que no sucede en Europa. Los extremos, representados por Polonia y Francia, vienen dados por la forma de encarar las críticas por el impacto sobre el medioambiente de las nuevas formas de extraer gas. Polonia ha decidido iniciar la carrera mientras que Francia ha paralizado los proyectos hasta determinar el alcance de las técnicas en el medioambiente en general y en los acuíferos en particular.
Y ¿qué sucede en España? También hay actividad. Se solicitan permisos, en general por empresas poco conocidas participadas por fondos de inversión y compañías estadounidenses, y se toman posiciones. “Podría existir potencial”, asegura Anunciación Pérez, de Repsol, “aunque en principio, limitado”.
Pero por pequeño que sea el potencial, puede ser más que interesante para un país como España, que importa prácticamente el 100% del petróleo y es absolutamente dependiente en materia energética. Aunque en Europa, como en España, “estamos más de una década por detrás de EE UU”, según explica Santiago Ledesma, experto de Gas Natural Fenosa. Pero por poco gas que haya en España, si algún pozo es rentable, para alguna comunidad autónoma puede ser como tocar un pedazo de cielo con la punta de los dedos.
Es el caso del País Vasco. El gas natural es la energía con más demanda en la comunidad (42% de la demanda energética total) y el Ente Vasco de la Energía (EVE) ha decidido apostar a la carta del shale gas. En el País Vasco se han identificado varias áreas en las que podría haber gas no convencional. En Álava (proyecto Gran Enara) está lo más prometedor. Se trata de una zona de 1.400 kilómetros cuadrados, cubierta por cuatro permisos administrativos (Enara, Mirua, Usapal y Usoa, cuatro clases de pájaros en euskera). Allí puede haber un tesoro. Lo explora un consorcio formado por el EVE (42,82%) y las empresas norteamericanas Heyco Energy España (21,88%) y Cambria Europe (35,30%). El tesoro, en el caso más optimista, según fuentes al tanto del proyecto, puede suponer para el País Vasco el equivalente al consumo de 60 años. O de cinco años si se considera el consumo español. Son magnitudes importantes para un país que, excepto el carbón, cuestionado por el impacto medioambiental de sus emisiones, carece absolutamente de recursos energéticos fósiles.
El futuro del shale gas en España, aunque modesto, puede por lo tanto contribuir a disminuir la factura energética del país. A condición, eso sí, de que se aclaren las consecuencias de las explotaciones para el medioambiente y de que la regulación (nacional o comunitaria) no interfiera. Lo que puede suceder. De momento, la regulación no está clara. Ni en el ámbito de país (como queda claro con los casos de Polonia y Francia) ni a nivel comunitario. De Bruselas, y en concreto de la Comisaría de Acción por el Clima, ya han salido advertencias por el posible impacto del nuevo negocio, el shale gas, en las emisiones de gases de efecto invernadero, porque algunos especialistas en medioambiente sostienen que el proceso de extracción de gas no convencional supone elevar las emisiones de gas metano, muy perjudiciales para la atmósfera y sobre cuyos efectos se han ocupado incluso best sellers como El Quinto Día, de Frank Schänting).
Las consecuencias del nuevo negocio son múltiples. Para los exportadores tradicionales, caso de Rusia o Argelia, el gas no convencional puede conllevar una pérdida importante de poder e incluso de ingresos si los precios se acomodan a la mayor oferta. También puede haber consecuencias para las renovables porque hidrocarburo abundante y barato puede equivaler a retraso en el desarrollo de algunos negocios. Como aseguró recientemente una biblia de los negocios como The Wall Street Journal, “el manantial de gas natural que puede obtenerse de los esquistos mediante fracking podría transformar la producción energética a menos que políticos, ambientalistas y la industria lo estropeen todo”.
El País