Por Patricia Grogg.- Abocada a convertirse en emporio petroquímico estratégico de proyección regional, la ciudad cubana de Cienfuegos está ante el trance de hacer sostenible un desarrollo que podría comprometer la salud de la bahía, su principal recurso natural.
Casi 85 por ciento de las cuencas del territorio de la provincia de Cienfuegos vierten sus aguas al ecosistema marino en torno al cual se vincula todo el desarrollo industrial y urbanístico de su capital homónima, desde que colonos franceses la fundaron en 1819 bajo el nombre de Fernandina de Jagua.
Situada unos 250 kilómetros al sudeste de La Habana, Cienfuegos fue declarada en 2005 Patrimonio Cultural de la Humanidad por las Naciones Unidas.
“Yo veo ahora estas aguas bastante limpias. Hubo tiempos en que, cuando llovía, los ríos aliviaban hacia el mar y luego veíamos muchos peces muertos. Parece que esa agua dulce venía contaminada”, dijo a Tierramérica Jaime Pérez, quien habla desde la experiencia de sus 80 años, casi todos dedicados al oficio de pescador.
Los desafíos de hoy son otros: la contaminante industria petroquímica.
El megaproyecto parte de la refinería de petróleo Camilo Cienfuegos, modernizada con financiamiento venezolano tras 14 años de paralización y que procesa 65.000 barriles diarios de crudo. Es inminente el comienzo de nuevas labores para ampliarla y elevar su capacidad de refino a 150.000 barriles (de 159 litros).
Para abastecer la refinería, a cargo de la empresa de capitales cubanos y venezolanos Cuvenpetrol, 200 buques tanque de Venezuela pasaron en los primeros seis meses de este año por el estrecho canal que une el mar Caribe y la bahía.
“La refinería está ubicada en el lugar más adecuado, más al este y al sur”, precisó el ingeniero Reynaldo Acosta, del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Para localizar las obras se tuvo en cuenta, entre otros criterios, las corrientes marinas, los procesos erosivos y las aguas subterráneas que pueden contaminarse, aseveró.
El complejo incluye plantas de amoníaco, de urea, de policloruro de vinilo (PVC, empleado en la fabricación de “petrocasas” de iniciativa venezolana), y una regasificadora. La expansión cuenta además con inversiones de China, aunque los montos no se han divulgado.
La obra hace además una apuesta estratégica: el crudo que Cuba encuentre en yacimientos de aguas profundas que empezará a perforar este año en el Golfo de México.
La fábrica de amoníaco –que se destinará a las industrias del níquel, frigorífica y de fertilizantes– está ubicada en una zona cercana a la que procesará gas natural licuado, necesario para su funcionamiento.
El polo petroquímico se enmarca en acuerdos de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), de la que también son miembros Antigua y Barbuda, Bolivia, Dominica, Ecuador, Honduras, Nicaragua y San Vicente y las Granadinas.
La demanda de mano de obra ya se ha dinamizó en la provincia de 407.000 habitantes. Para ampliar la refinería se ocuparán unos 1.800 ingenieros, mientras escuelas de Cienfuegos están formando técnicos y obreros especializados en petroquímica.
La actividad económica de Cienfuegos nació con la ganadería y el azúcar, aprovechando ríos que eran navegables y tenían salida a la bahía. El puerto, fábricas de pienso y fertilizantes, un molino de cereales y la terminal azucarera a granel marcaron un desarrollo que dejó una pesada herencia ambiental para las actuales generaciones.
“Los abuelos decían que la bahía era un cristal, pero antes había más bosques, que luego se talaron para sembrar (caña de) azúcar o dar paso al ferrocarril. Al no haber árboles y crecer la industria del dulce, aumentaron los procesos erosivos y los residuos sólidos y contaminantes en cuencas y ríos”, explicó a Tierramérica el director del Centro de Estudios Ambientales de Cienfuegos, Alain Muñoz.
El Centro, creado en 1999 por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, es responsable de controlar la calidad ambiental de la bahía, de unos 88 kilómetros cuadrados.
Cada tres meses se monitorean sus aguas. Es una de las bahías más estudiadas del país por ser punto de avituallamiento en el tráfico marítimo del Caribe y por la riqueza de su flora y fauna.
Según autoridades de la cartera ambiental, en la década de 1990 comenzó un trabajo de ordenamiento de la actividad económica, incluida la agropecuaria, encaminado a proteger la bahía. Pero el polo petroquímico agiganta el desafío ambiental.
Con la experiencia acumulada, se creará a corto plazo un grupo estatal integrado por personal especializado para atender la bahía, a fin de armonizar necesidad industrial y desarrollo con el cuidado ambiental. “Este grupo va ordenar proyectos y acción económica a la luz de la nueva estrategia”, dijo a Tierramérica el especialista Jesús Calvo.
Los técnicos consultados por Tierramérica coinciden en que si el crecimiento de residuos está en la lógica industrial, las empresas deben prever una planta para tratarlos y evitar o minimizar daños en la bahía y en la atmósfera.
Además, el canal de entrada a la bahía debe ampliarse para dejar pasar barcos de más de 228 metros de eslora sin riesgos para la seguridad marítima.
Científicos descartan que esa obra eleve el nivel del mar. Pero alertan: en la costa sur cubana, más baja que la del norte, las aguas podrían subir unos 25 centímetros hacia 2050 y hasta un metro en 2100 por efecto del cambio climático.
“Hay que adaptarse y tener en cuenta esta realidad que impactará nuestras comunidades costeras”, alertó Acosta.
En este aspecto, al emplazar las nuevas industrias se tomó en cuenta la fuerza de los vientos y el riesgo de que lluvias intensas y huracanes formen trenes de olas que dentro de la bahía pueden llegar a 2,5 metros de altura. “Aunque los huracanes son poco frecuentes en Cienfuegos, no se pueden obviar”, comentó el experto.
IPS