Por Marcelo Canton.- Los Eskenazi, dueños del 25% de YPF y quienes conducen la empresa, llegaron a la petrolera en 2007, cuando Repsol buscaba un “especialista en mercados regulados”, como definían los españoles. El grupo local, basado en construcción y finanzas, tenía buena llegada al oficialismo: administraba el Banco de Santa Cruz. Su buen diálogo con el Gobierno fue lo que descomprimió la tensión que habían acumulado Repsol y los Kirchner por, sobre todo, los reclamos de la empresa para subir los precios de los combustibles.
Los Eskenazi lograron destrabar ese conflicto, y comenzaron los ajustes en los surtidores. La compañía dice que aún los valores están 30% por debajo de los países limítrofes, pero la recuperación fue fuerte y constante. Pese a la preocupación oficial por los precios de muchos productos, no fue esto lo que desató el conflicto con los Eskenazi: Moreno no los persiguió por la cotización de la nafta. Pero en el último año se abrieron frentes de tormenta . Un gesto público fue cuando el representante del Estado en el directorio de YPF, Roberto Baratta, votó contra el reparto de utilidades de la empresa, en noviembre. Allí pesó la preocupación oficial por la salida de dólares . En es misma línea fue la obligación que se puso a petroleras y mineras de liquidar divisas en el país. Pero el problema de fondo es otro: las inversiones .
El Gobierno reclama a YPF que no invierte lo suficiente, que cae la producción de gas y petróleo y por tanto el país debe importar más combustibles, perdiendo divisas. Sin embargo, el esquema era previsible: los Eskenazi compraron YPF a pagar con las utilidades que generase la empresa. Hasta entonces, YPF financiaba sus inversiones con esas mismas utilidades. Ese esquema -cuyo resultado fue advertido entonces por técnicos del sector-, fue bendecido por el mismo Gobierno que ahora, sin embargo, se sorprende por los resultados que provocó.
Clarín