Mientras que en 2006 el país exportaba a la región hasta un 32% de su producción de crudo e importaba sólo una porción de gas natural para consumo doméstico, en 2011, la importación de energía alcanzó los u$s 9000 millones. Y según los especialistas, esa cifra podría trepar a u$s 12.000 millones este año. En medio de su ofensiva contra las petroleras, la propia Cristina Kirchner hizo un tardío reconocimiento de la crisis energética y reclamó mayores inversiones. Las razones del desbarajuste
Por Nicolás Gandini | Cronista.com
Hasta 2006, el sector de la energía se destacaba más por su faceta económica y comercial que por su importancia estratégica como primer eslabón de cualquier cadena productiva de valor. La industria era señalada como uno de los grandes contribuyentes a la economía real. Los números habilitaban esa lectura: la balanza comercial energética cerró ese año con un saldo a favor de u$s 6000 millones, que explicó un 50 por ciento del superávit comercial total del país, que rondó los u$s 12.000 millones. Eran tiempos de recuperación industrial y agropecuaria incipiente, anterior al boom de las ventas de vehículos y del consumo de equipos de aire acondicionado que levantaron exponencialmente la demanda de combustibles y energía eléctrica, respectivamente. En 2006, la Argentina exportaba un 32% de su producción local de crudo, vendía derivados -fundamentalmente, naftas vírgenes para uso petroquímico- a varios países de la región, y sólo importaba desde Bolivia una pequeña porción de su consumo doméstico de gas natural. Cinco años después, el escenario es diametralmente opuesto. La propia Cristina Kirchner admitió la semana pasada, en medio de su renovada ofensiva contra las petroleras, que la importación de energía representó en 2011 el equivalente a dos puntos del PBI: alcanzó los u$s 9000 millones. Y en 2012 podría llegar hasta los u$s 12.000 millones, según pronósticos de Daniel Montamat, ex secretario de Energía y ex titular de YPF en época estatal.
Para echar más nafta al fuego, CFK también acusó a las petroleras de no invertir lo suficiente y cobrar sobreprecios a los combustibles, síntoma de una escalada que siguió luego con la información publicada en Página 12 -un medio que suele anticipar las posiciones oficiales- sobre los supuestos planes de la Casa Rosada para renacionalizar YPF.
En las últimas horas, a la embestida K se sumó también la presión de los gobernadores de las provincias petroleras, quienes la semana próxima darán a conocer un duro documento en el que exigirán una mayor producción de crudo con el fin de aumentar sus ingresos por regalías y los puestos de trabajo.
Este clima de escalada se da, precisamente, luego de que el año energético produjera novedades poco felices: por primera vez en más de 10 años, la Argentina cerró en rojo su balanza comercial de energía. El déficit, que orillará los u$s 4000 millones, convierte al país en un importador neto de combustibles y electricidad. En 2010, aun con una fuerte tendencia expansiva de las importaciones, el superávit había superado los u$s 1100 millones.
Las razones de tal desbarajuste hay que buscarlas en una serie de factores que tienen como epicentro explicativo a la fuerte caída de la oferta local de petróleo y gas registrada en los últimos cinco años. La producción de crudo perdió un 30% desde 1998 a la fecha, y la de gas -que hegemoniza la matriz energética nacional, con un 51% del total- perdió un 8% desde 2006. Esa baja obligó a cubrir la demanda creciente de las usinas eléctricas y del parque automotor (se vendieron 900.000 nuevos vehículos en 2011), con importaciones de combustibles y electricidad.
Déficit en usinas
La mayor parte del costo de importación de energía se destina a solventar la compra en el exterior del gasoil y fuel oil que consumen las centrales termoeléctricas. Son derivados alternativos al gas natural, que en los últimos tiempos cobraron cada vez más protagonismo por el estancamiento de la oferta del fluido. Por ese ítem, en 2011 salieron del país alrededor de u$s 4100 millones, según cálculos de Abeceb.
“Frente a la caída de la producción local de energéticos, cualquier incremento de la demanda debe ser cubierto con importaciones. Es un problema estructural que sólo se corregirá a mediano plazo en la medida en que se reactive la inversión exploratoria de nuevas reservas de hidrocarburos”, advierte Jorge Lapeña, ex secretario de Energía.
La expansión del parque eléctrico -que crece a una media del 7% anual desde 2006- tiene una particularidad: la nueva demanda se cubre, mayoritariamente, mediante la instalación de centrales térmicas -que funcionan con derivados fósiles-, en lugar de recurrir a otras tecnologías como la hidroelectricidad y la energía nuclear, con menores costos de combustible.
Según números de Montamat & Asociados, con las centrales inauguradas este año, construidas en gran medida por iniciativa pública, la generación térmica alcanzó a representar un 60% del total de la oferta eléctrica. El parque consumió alrededor de 12.500 millones de metros cúbicos (MMm3) de gas natural, 2 MMm3 de gasoil y 2,65 millones de toneladas (Tn) de fueloil.
“Un 16% del gas natural consumido en usinas es de origen importado, con picos del 25% durante el invierno”, precisa Montamat. La situación de los combustibles líquidos es más preocupante: saturada su producción local, viene del exterior un 98% del diesel y un 60% del fuel oil que usan las plantas eléctricas. Su importación corre por cuenta de Enarsa, la empresa estatal de energía, y de Cammesa, la compañía mixta que administra el mercado eléctrico, que responde a los designios del ministro de Planificación, Julio De Vido.
No es casual que entre los dos organismos concentren más de las dos terceras partes de los subsidios energéticos que paga el Estado, que en 2011 acumularon más de $ 68.000 millones. Cammesa, encargada de importar fuel oil para las usinas, recibió más de $ 25.000 millones, mientras que la empresa presidida por Exequiel Espinosa se anotó otros $ 17.000 millones.
La creciente importación de energía no sólo complica por la salida de divisas, un capital estratégico para defender la soberanía económica, sino que también incrementa el gasto público. Sucede que a raíz del atraso de las tarifas de la luz y el gas -que a pesar de la quita de subsidios anunciada por el Gobierno continúan muy por debajo de los precios regionales-, lo que pagan los usuarios no alcanza para pagar la producción y compra de energía en el exterior. “Los precios de importación son mucho más caros que los que se manejan en la canasta local de energía. De ahí, gran parte de los productos que vienen del exterior incrementan las deudas de Cammesa y Enarsa con el Tesoro Nacional”, explica Alieto Guadagni, ex secretario de Energía durante la presidencia de Eduardo Duhalde.
Costo creciente
La necesidad de energía llevó al gobierno del ex presidente Néstor Kirchner a suscribir un convenio con su par brasileño para recibir hasta 1000 megawatt (Mw) de energía durante la temporada estival, cuando se produce el pico de consumo por el uso residencial de equipos de refrigeración. Se estima que la Argentina paga hasta u$s 400 por MWh por la electricidad brasileña, 10 veces más de lo que reciben, en promedio, los generadores locales. También se compra energía en Paraguay y Uruguay. Según Abeceb, esas operaciones demandaron en 2011 desembolsos del Estado por unos u$s 300 millones.
Planificar en el plano logístico la cadena de abastecimiento de las centrales eléctricas no es una tarea sencilla. Las usinas movilizan enormes cantidades de gasoil y fuel oil. Para muestra basta un botón: para cubrir los requerimientos de combustible de la central San Martín, construida al sur de Rosario, se movilizan hasta 100 camiones cisterna por día.
En esa carrera, el gobierno de Cristina Kirchner decidió cubrirse las espaldas e incluir en la ley de Presupuesto 2012 la habilitación para importar sin impuestos hasta 7 MMm3 de gasoil y 800.000 m3 de naftas. Son números que representan hasta un 61% del consumo doméstico de gasoil y casi el 13% de la demanda total de naftas.
“Este año trajimos alrededor de 4 MMm3 de gasoil, si se combina el combustible importado para las centrales eléctricas y para el parque vehicular. Si bien para el año que viene el Presupuesto prevé la posibilidad de importar hasta 7 MMm3, es muy difícil que lleguemos a esa cantidad. Lo más probable es que se compre no más de 5 MMm3”, explican en un despacho oficial, luego de excusarse por la precariedad de las estadísticas oficiales, dado que ni Enarsa ni Cammesa ni la Secretaría de Energía publican el detalle sobre las importaciones de combustibles realizadas.
El gas licuado, otro refuerzo
El otro insumo energético que motoriza la importación es el LNG (sigla en inglés del Gas Natural Licuado) que llega por barco a las terminales de Bahía Blanca, inaugurada en 2008, y la de Escobar, incorporada en mayo pasado. Hace tres años, ese combustible se concebía como una alternativa para garantizar el suministro gasífero en situaciones de pico de demanda durante el invierno. En 2008 se inyectaron, en promedio, cerca de 5 MMm3/día de LNG en el sistema. Sin embargo, a la par de la continua erosión de la oferta local del fluido -que según Montamat, cayó un 5% en 2011- y de la creciente demanda (se expande al 3% anual), la importación de LNG abandonó el traje de esporádico y se convirtió en un refuerzo permanente para el mercado gasífero argentino.
Hoy en día, las dos terminales regasificadoras, que tienen capacidad para procesar en conjunto hasta 32 MMm3/día del fluido, garantizan, en promedio, un 18% de la demanda del hidrocarburo, con picos de hasta el 25 por ciento. “Frente a la declinación de los grandes yacimientos de Neuquén, el Gobierno tomó la decisión de abastecer la demanda mediante la importación de LNG, que se paga hasta nueve veces más caro que el gas producido en la Argentina”, advierte Lapeña.
El valor del LNG oscila entre los u$s 13 y los 18 por millón de BTU (unidad de medida), contra los u$s 2,5 que reciben las petroleras locales. El gas enviado a la terminal de Escobar es más oneroso debido a complejidades logísticas (el río no es tan profundo lo que obliga a utilizar buques más pequeños) que encarecen la operación. Con todo, según cálculos de Montamat, la importación del producto demandará este año cerca de u$s 1800 millones. Esa cifra crecerá en el futuro. Según números de Nilda Minutti, gerente de Comercialización de Enarsa, en 2012 se importarán hasta 80 cargas de LNG, 20 más que este año. “Ya está comprado un 70% de los buques de Escobar y 30 cargas para Bahía Blanca”, precisa la directiva. Por eso, los analistas señalan que la importación podría costar más de u$s 3800 millones. A eso hay que sumarle la construcción de una nueva terminal en Bahía Blanca, prevista por YPF para 2013 y la concreción de un acuerdo con Qatar Gas -la empresa estatal qatarí- para instalar una planta de LNG en Río Negro. “El gas que llega por barco podría cubrir hasta un 40% de la demanda interna en los próximos años”, advierte Montamat.
La compra de gas desde Bolivia también va camino a aumentar. Según la adenda firmada por Cristina Kirchner y Evo Morales, los envíos del fluido desde el país del Altiplano deberían aumentar hasta 11 MMm3/día durante este mes. Hasta ahora se traían, en promedio, 7 MMm3/día. El precio del fluido boliviano ronda hoy los u$s 10,7 por millón de BTU, con lo cual la compra anual del recurso implicará un desembolso superior a los u$s 1500 millones, comprometiendo aún más las cuentas públicas.
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