La búsqueda de petróleo en aguas cubanas del Golfo de México, iniciada por la empresa española Repsol, abre encontradas conjeturas sobre el futuro de Cuba y su eventual tránsito de importador a exportador de crudo
Por Patricia Grogg | IPS
Por su significación estratégica para Cuba y para su vecino Estados Unidos, la energía podría ser inclusive área importante de una colaboración que, a mediano y largo plazo, contribuya a la normalización de las relaciones entre los dos países, estiman analistas.
En tanto, las autoridades y el personal cubano vinculado a la industria del crudo guardan discreto silencio. El ente estatal petrolero Cupet se limitó a confirmar la llegada, el 19 de enero, de la plataforma petrolífera Scarabeo 9 para “reiniciar en los próximos días la campaña de perforación de pozos de exploración petrolera en aguas profundas”.
Scarabeo 9 tiene capacidad de explorar a profundidades de más de 3.600 metros.
Se supone que las operaciones de perforación comenzaron a fines de enero. Según Cupet, el objetivo de los trabajos es continuar las investigaciones para determinar el potencial de petróleo y gas de la zona económica exclusiva (ZEE), y sus resultados contribuirán a determinarlo.
Cuba, que se abrió en 1991 a la inversión extranjera, definió en esa zona de 112.000 kilómetros cuadrados 59 bloques con posibilidades de albergar petróleo y gas. El sábado 11, el director de exploración y producción de Cupet, Rafael Tenreiro, reiteró que la estimación potencial de hidrocarburos en la ZEE es de 20.000 millones de barriles.
En la presentación del libro “Perforación de pozos petroleros marinos”, de Rolando Fernández, supervisor del grupo de operaciones del Golfo, Tenreiro consideró “posible” que Cuba se convierta en exportadora. “Tenemos que preparar al país para esa buena noticia”, que puede permitir la producción de tecnología y la participación en todo este proceso, dijo.
En 2011, grandes compañías operadoras ya habían contratado más de 20 bloques marinos.
Además de Repsol, tienen contratos en la zona la noruega Statoil, la india ONGC Videsh, Petronas de Malasia, la vietnamita PetroVietnam, la rusa Gazprom, Sonangol de Angola, y el consorcio Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Puesto a pensar en el posible éxito de las exploraciones, el académico Fernando Martirena dijo a IPS que “evidentemente” un desarrollo petrolero de envergadura oxigenaría los programas gubernamentales en camino y representaría “una necesaria entrada de divisas frescas a la tensa economía nacional”.
Ese escenario, “junto con el paquete de medidas que se aplican como consecuencia de la actualización del modelo económico cubano, va a poner caliente el tema del bloqueo” de Estados Unidos contra Cuba, dijo Martirena.
El embargo dispuesto por Washington, que este mes cumplió medio siglo de aplicación, impide a empresas de Estados Unidos aprovechar un eventual boom petrolero cubano.
Si el Congreso legislativo de Estados Unidos quiere ser pragmático, “tendrá que decidir entre seguir apoyando al histérico grupo cubano-americano (sic) que tanto lobby hace con el tema del bloqueo, o sencillamente aceptar la realidad de que no hay razones” para mantener esa política, opinó el profesor universitario.
Legisladores estadounidenses de origen cubano, encabezados por la presidenta del influyente Comité de Asuntos Exteriores de la cámara baja, Ileana Ros-Lehtinen, han intentado impedir las operaciones de Repsol en aguas cubanas, alegando razones ambientales y de seguridad para Estados Unidos.
Pero, antes de llegar a Cuba, la plataforma Scarabeo 9 –de fabricación china y ensamblada en Singapur para eludir el embargo estadounidense– pasó con éxito la inspección de la Oficina de Seguridad y Control Ambiental del Departamento del Interior (BSSE, por sus siglas en inglés) y del Servicio de Guardacostas de Estados Unidos.
También Cupet asegura que el equipamiento de última generación arrendado por Repsol para sus trabajos de perforación cuenta con los medios necesarios y debidamente verificados para garantizar que las operaciones se realicen con eficiencia y seguridad. Las tareas de búsqueda pueden durar unos dos meses y medio.
“Técnicamente, las probabilidades de que en el área económica de Cuba ocurra algún percance son muchísimo menores, no solo por las previsiones, sino por razones puramente estadísticas. Se trata de una plataforma contra las incontables que existen fuera de la zona cubana”, en el Golfo de México, dijo a IPS el economista Luis René Fernández.
Especialista en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, Fernández admitió que los riesgos políticos están asociados a los enfoques de seguridad y a los impactos ecológicos. Pero hay experiencias que ayudan a pensar que también esos “pueden y deben ser reducidos”.
La “Venezuela bolivariana no ha dejado de suministrar petróleo a Estados Unidos, aunque ha tratado de diversificar los mercados”, ejemplificó Fernández. Los acuerdos migratorios entre La Habana y Washington y las compras cubanas de alimentos estadounidenses continúan pese a “todas las restricciones y limitaciones”, abundó.
“En estos casos, entre las razones para cierto tipo de comunicación y colaboración” figura “siempre la misma: la geografía importa, existen asuntos comunes en que ambas partes tienen beneficios en tratarlos directamente, e incluso colaborar. No hacerlo puede tener altos costos económicos, e incluso para el medio ambiente y la seguridad”, indicó.
Fernández recordó que el gobierno de Estados Unidos no es un “actor unificado” y existen distintas instancias para tratar asuntos como los energéticos y los ambientales.
“Hay expertos y profesionales que cumplen sus misiones y pueden tener impactos reales en la política concreta”, tanto por la cercanía geográfica, como porque es “aconsejable cooperar más allá de las diferencias políticas e ideológicas”, señaló.
En su opinión, ambas naciones se mueven a mediano “y sobre todo” a largo plazo hacia la normalización de relaciones, más allá de la coyuntura política en Estados Unidos. “Del lado cubano, se sabe de la disposición a colaborar e incluso a debatir en condiciones de respeto e igualdad todos los asuntos del conflicto bilateral”, recordó.
“Por lo tanto, esta podría ser otra área importante de esa cooperación, precisamente por la significación estratégica que tienen los (productos) energéticos, tanto para Estados Unidos como para Cuba”, dijo.
“En resumen, ¿hay riesgos? Sin duda, pero el balance se inclina decididamente hacia los beneficios de la colaboración”, concluyó.
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