Hace unos días el secretario de Política Económica de la Nación, Axel Kicillof, en conferencia de prensa, anunciaba con bombos y platillos que se generará un aumento en las retenciones a las exportaciones de agrocombustibles* pasando del 14,2 al 24,2 por ciento.
Por la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria
Tomando distancia de los titulares lo que preocupa no es el tema de las retenciones sino la confirmación del proceso sojizador que sufre nuestro país. En este caso, las retenciones lejos de ser una herramienta política para controlar y desalentar la producción y exportación parece estar ajustada a la necesidad de generar recursos frescos.
Cabe recordar que el 11 de marzo del 2008, el gobierno nacional a través del ahora ex ministro de economía Martín Lousteau dijo que era necesario buscar la producción de otros cereales para frenar la sojización. Está claro que, a cuatro años de esa declaración el gobierno no ha cambiado el rumbo, sigue alentando el monocultivo. El ser hoy líder en materia de exportación de agrocombustibles lo confirma.
El respaldo para tomar este tipo de medidas es porque “Argentina es el primer productor mundial de biocombustibles, con un 13 por ciento de la producción mundial y un incremento del 13 mil por ciento desde 2006″, concluyó Kicillof.
Saber que Argentina es primera en algo resulta alentador para cualquier ciudadano/a que lea el titular. No obstante, al analizar el anuncio, la obtención del primer puesto en este juego no es motivo de celebración. Sucede que generar agrocombustibles significa destinar la parte de la superficie cultivable a la producción de granos para alimentar motores en vez de alimentar a la población. En realidad, se está siguiendo al pie de la letra las metas planteadas por el Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial en materia de objetivos productivos sin tener en cuenta las consecuencias sociales, ambientales, económicas y culturales que acarrea.
Tal es la urgencia de alcanzar la meta de producción de agrocombustibles, unas nuevas 800.000 toneladas, que el gobierno decidió abrir temporalmente la importación del poroto de soja de Paraguay y Bolivia. En este sentido, Neuquén sigue avalando y sosteniendo las metas económicas. El gobernador Sapag declaró a la prensa sobre la posibilidad de ampliar el cultivo de soja y otros cultivos de oleaginosas para la producción de agrocombustible, “Al haber una industria se generará un efecto multiplicador y se alentará a productores para que, en base a las tierras irrigables que hay en la provincia del Neuquén no solamente en Senillosa sino en otros lugares, se pueda producir soja”, sostuvo Sapag.
Es obligación saber que aceptar el cultivo masivo de plantas para producir agrocombustibles supone incrementar la presión sobre la tierra y no justamente para producir alimentos para las poblaciones locales, lo que se traduce en el aumento de nuestra vulnerabilidad alimentaria.
Como si eso fuera poco, la voracidad sojizadora no repara en avanzar sobre comunidades originarias y productoras que puedan obstaculizar el propósito empresarial. Así lo demuestra la investigación del periodista Darío Aranda en el diario Página 12 publicada el pasado 14 de agosto: “Desde la década del ’90 la Comunidad Indio Colalao, en el norte de Tucumán, mantienen conflictos con privados que pretenden 19 mil hectáreas para agricultura. Enfrentaron desde amenazas y matanza de animales hasta contaminación de pozos de agua e intentos de desalojos.”
Pero a su vez significa producir combustibles para producir y transportar más bienes de consumo a un ritmo ecológicamente no sustentable. La producción de agrocombustibles no discute ni un poco el modelo de desarrollo mundial.Es más, es parte de un engranaje nefasto que vulnera ecosistemas y comunidades enteras.
El 9 de febrero de 2009 un alud arrasó parte de la ciudad en de Tartagal en Salta. ¿El motivo? El impacto de la acción extractiva del desmonte y de la tala de árboles para la agricultura y la venta de madera potenciaron lo que hasta el momento era un simple fenómeno natural. Nadie nos asegura que con la soja no suceda lo mismo.
* Decimos agrocombustibles y no biocombustibles porque éste último hace referencia a la vida pero su insinuación nos resulta incómoda ya que en pos de generar el combustible se desmotan bosques que son sustituidos por monocultivo, se desplazan los cultivos tradicionales y alimenticios, se desplaza y mata campesinos/as y pueblos originarios, entre otras cosas. En cambio hablar de agrocombustibles refiere al origen agrícola del carburante.
Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria
Universidad Nacional del Comahue
Agosto 2012