El pueblo sabe de que se trata: La Cordillera no se vende y por eso no tiene precio
La UAP se solidariza con la lucha de los vecinos de El Bolsón, los felicita y acompaña en ese inolvidable “Bolsonazo” del miércoles 29 de mayo de 2013.
La comunidad de El Bolsón, junto a vecinos y organizaciones de toda la región, están enfrentando otro delirio inmobiliario en la Cordillera (1) que, a primera vista, parece ser producto de lucrativas ocurrencias del grupo empresario Laderas.
En realidad Laderas es, comparativamente, un pelotero experimental subordinado a una red de intereses transnacionales mucho mayor, directa o indirectamente vinculada al grupo Tavistock, del cual el sr.Joe Lewis es principal accionista (2). No es una empresa sino una red transnacional de variados intereses privados, con o sin pasaporte argentino, a la que le interesa controlar toda la cordillera de los Andes. Con suerte pueden ofrecer algunos “puestos de trabajo” que, imitando a Dios, ellos “crean”. El resto que emigre, qué tanto.
Lewis, junto a quien ahora es accionista mayoritario de la corporación Monsanto, George Soros, fue uno de los responsables del “Viernes Negro” en 1992, cuando ambos apostaron contra la libra esterlina, arduo trabajo que -con el sudor en la frente de otros- los transformó en personas ricas en pocos instantes. Riqueza medida en términos de dinero, claro.
¿Cómo reaccionó la clase política profesionalizada de la región y el gobierno cuando se enteró de este y otros proyectos asociados en la Cordillera? Deslumbrada por las fantasiosas presentaciones y lujosa folletería, prefirió creer y delegar – otra vez – la conducción económica a terceros, sin considerar que el desarrollismo económico excede lo que publicitan las empresas y que las consecuencias que afectan a generaciones presentes y futuras no figuran en su contabilidad.
El proyecto de Laderas en los faldeos del Cerro Perito Moreno es solo la muestra de una serie de inversiones de diferentes escalas, sea en Puerto Madero y zonas aledañas, a lo largo del río Paraná, del Limay (Paseo de la Costa, Canales de Plottier) y la cordillera de los Andes de Jujuy a Tierra del Fuego, o en franjas selectas en todas las ciudades argentinas donde se origina alguna renta sojera, minera, petrolera, financiera, lo que sea. A cada cual según la capacidad monetaria, pero lejos (alienados) de la sociedad, rodeados de naturaleza intervenida (“campos” de golf) (3), con vigilancia privada, fantasías comerciales y optimismo forzado.
La burbuja inmobiliaria de la Argentina, y el flujo de dinero o promesas de ganancias que genera, no resulta de caprichos o del diseño de estudios de arquitectura sino exactamente al revés: la organización territorial de nuestro país responde a un modelo desarrollista que no sabe, no puede, ni quiere hacerse cargo de la economía real sino que flota en la estratósfera especulativa, entre espejismos y espectáculos, lejos del pueblo o, peor aún, del control ocial sobre qué producimos, para quién, en qué condiciones y con qué consecuencias. La burbuja inmobiliaria es la necesaria contracara del saqueo colonial que, de esta manera, “destina” cuál es zona de consumo, acumulación, refugio de capitales o sacrificio.
Se desvinculan del horror urbano (los barrios altos de Bariloche, Rosario, el conurbano bonaerense y tantos otros) o las zonas marginalizadas del campo (los paisanos, las comunidades originarias, las familias de trabajadores rurales), delegando esa parte “oscura” a fuerzas policiales brutalizadas o tratando de comprar voluntades por medio del asistencialismo clientelar y simulacros participativos. También esa estrategia resulta ser rentable porque habla mucho sobre la realidad pero deja afuera lo que más cuesta, que es resolver problemas concretos desplegando la creatividad social.
Queremos señalar que no se trata solamente de conductas individuales de quienes intentan lucrar con bienes comunes sino que proliferan dentro de un sistema que los sostiene, protege, subsidia y concede acceso privilegiado tanto a tierras fértiles, riego, infraestructura pública, mesetas y montañas para su (literal) “explotación”, como a costas de lagos, mar y ríos o montañas y valles para consumir naturaleza.
Estamos hablando de un plan de entrega, nada más ni nada menos. Los gobiernos actuales, provinciales y el nacional y buena parte de la oposición parlamentaria, son fervientes seguidores de este modelo, y solo buscan garantizar un “clima de inversiones” al que, en el mejor de los casos, agregan florida retórica de “responsabilidad social empresaria”, “sustentabilidad” o “crecimiento”.
Reprochar al “extractivismo” sería como culpar al mecánico del Titanic, en vez de ese proyecto naviero en su conjunto, por el choque fatal. No son las erráticas conductas de “ovejas descarriadas” (Monsanto, Cargill, Syngenta, Barrick, YPF, Chevron, telefónicas, bancos, negociantes de energía, especuladores inmobiliarios, apropiadores de territorios en gran escala), como si éstas hubieran extraviado la brújula, sino la característica central de un sistema que rechazamos en todos sus términos.
Es ese rechazo, y la enorme creatividad de la comunidad de la Comarca Andina del Paralelo 42, lo que destacamos como futuro posible e inevitable. La montaña, igual que los valles, los ríos, los lagos, tanto como la producción creativa y el comercio local, deben estar en manos de los vecinos y sus organizaciones. Cancelación YA del contrato de Laderas!
Referencias:
(1) http://www.jpu.com.ar/
(2) http://es.wikipedia.org/wiki/
(3)http://