A quienes luchan y denuncian las guerras
A quienes cuidan el agua, el clima y los bosques
A quienes vigilan y se oponen el despilfarro económico de los países
A quienes se enfrentan a la corrupción y manipulación de democracias
A quienes resisten a las industrias extractivas
A quienes develan y rechazan las deudas ilegítimas e injustas
A quienes se oponen en contra de los agrotóxicos
A quienes mantienen su vinculo con la tierra y la cuidan
A quienes promueven el transporte alternativo, individual o colectivo
A quienes luchan por la conservación y protegen de los bosques
A quienes rechazan los monocultivos
A quienes trabajan por la salud de las personas y la naturaleza,
a todos y todas quienes apuestan por la vida del planeta.
El planeta vive una urgencia. La concentración de dióxido de carbono -CO2- en la atmósfera crece más del 3% anual en lugar de decrecer a más de la mitad como debería. Mientras tanto, las comunidades que viven en armonía con la naturaleza y la cuidan están siendo presionadas a extremos insoportables.
Para la producción de energía, principalmente para la industria y el transporte, para el desmesurado consumo de materiales y manufacturas provenientes de petróleo, se contamina la atmósfera, se daña los ríos, se destruyen los bosques, se acaba con las bases de subsistencia de comunidades del Sur y se afecta la salud de las personas, los pueblos y la naturaleza.
En el planeta entero, país a país vivimos cada vez con mas fuerza y frecuencia, escasez de agua, crisis energética, crisis por la falta de lluvias, crisis social y violencia.En este escenario, el tránsito a una civilización pos-petrolera es inevitable. Sin embargo se dilatan las acciones desde los gobiernos. Las cumbres internacionales sobre el clima, a pesar de las espectativas, terminan siendo una farsa, pues se imponen las falsas soluciones como son el mercado de carbono y o tecnologías que pueden afectar aún más el ambiente.
Los gobiernos deben ser coherentes y entender que es imprescindible avanzar con acuerdos mutuamente consentidos de responsabilidades comunes y diferenciadas que protejan el planeta, su clima, su biodiversidad y su gente.
Es claro que los esfuerzos más claros frente a los cambios climáticos y en función de otro modelo están en los pueblos y las organizaciones; entre colectivos de hombres y mujeres que alrededor de todo el mundo están comprometidos con la vida y la naturaleza. Estos saberes y esfuerzos, locales, regionales o globales, adquieren más trascendencia cuando se articulan colectivamente.
Nuestras comunidades siguen existiendo, a pesar de que el capitalismo impone un modelo individualista basado en las teorías de la competencia. Las comunidades se expresan con prácticas que corresponde reforzarlas y replicarlas.
Nuestras organizaciones necesitan fortalecer y ratificar sus convicciones con la certeza de que es posible un cambio, superando el pragmatismo que conduce casi siempre a renuncias debilitantes.
Nuestros países siguen avanzando, con participación y presión social, en conquistar nuevos derechos, tales como devolver a la naturaleza su condición de sujeto de derechos, sus defensores actores claves de las políticas pública, así como en el reconocimiento de la deuda ecológica.
HACIA UNA AGENDA PARA EL FUTURO
OILWATCH nació impulsada por la necesidad de desarrollar estrategias globales frente a las actividades petroleras y para apoyar los procesos de resistencia de las comunidades afectadas.
OILWATCH propone una agenda que vaya má allá de las negociaciones internacionales sobre el clima, que sirva de base para avanzar positivamente hacia la constitución de sociedades y territorios libres de petróleo:
En lo tecnológico: trabajar por la transformación del patrón tecnológico hacia uno que nos libere de la dependencia a los hidrocarburos y a los minerales; investigar y crear tecnologías propias que construyan y fortalezcan las soberanías y que respeten los derechos y los ciclos vitales de la naturaleza.
En la energía: respaldar los esfuerzos de los pueblos para emanciparse del petróleo como fuente de energía; construir soberanía energética; reconocer los esfuerzos de las comunidades que con su resistencia están logrando mantener el crudo en el subsuelo; amplificar las propuestas de energías renovables, limpias, descentralizas, diversas y de bajo impacto.
En la agricultura: fortalecer la producción de alimentos ya no para traficar sino para calmar el hambre; para construir y fortalecer la soberania alimentaria con modelos agrícolas diversos, sustentables, saludables; cultivar a pequeña escala y local, de manera orgánica, basada en la agricultura campesina.
En el transporte: contrarrestar el culto al auto, a la urbanización salvaje, a las carreteras, con el culto a la naturaleza; trabajar por el transporte publico y colectivo y promover los ciclovehículos.
En lo económico: romper con el paradigma del crecimiento ilimitado basado en el mercado y en la renta de la naturaleza; desacelerar en lugar de alentar la aceleración de las economías; favorecer las economías y los mercados locales.
En lo jurídico: avanzar en un sistema jurídico de protección de los derechos de los pueblos que resisten y que son reprimidos y criminalizados; adelantar el camino hacia una doctrina que sustente los derechos de la naturaleza; definir una estrategia para el reconocimiento y resarcimiento de la deuda histórica, social y ecológica; luchar por un sistema jurídico que penalice a nivel internacional los crímenes ambientales.
En lo internacional: determinación de una meta global de países sustentables, respetuosos de la naturaleza y de los derechos humanos y colectivos, de los derechos económicos y sociales, derechos ambientales y del derecho del planeta de continuar existiendo (Países ANEXO 0); alterar las relaciones de poder en las relaciones económicas internacionales; reconocer y restituir la deuda histórica, social y ecológica que tiene el norte industrializado con los pueblos del Sur.
Fuente: Oilwatch Mesoamérica