Sólo se presentó un consorcio encabezado por Petrobras, Total y Shell, que explotará las reservas del campo de Libra, una de las mayores del país; hubo protestas contra la “privatización” y choques
Alberto Armandariz.- En medio de fuertes choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad, y con apenas una sola oferta presentada, ayer fue licitado para su explotación el mayor yacimiento petrolero de Brasil en aguas profundas, el campo de Libra, en la llamada capa presal.
El consorcio ganador está integrado por la estatal Petrobras, la anglo-holandesa Shell, la francesa Total y las chinas China National Petroleum Corporation (CNPC) y China National Offshore Oil Corporation (Cnooc), y se comprometió a pagar el mínimo necesario para entrar en esta subasta, de la que otras grandes petroleras mundiales desistieron de participar.
“No hay ninguna frustración. Necesitábamos que hubiese un consorcio ganador y hubo un consorcio ganador”, señaló el ministro de Minas y Energía brasileño, Edison Lobão, tras celebrar en el hotel Windsor de Barra de Tijuca la primera licitación de un campo en la capa presal, ubicada a unos 7000 metros de profundidad, a unos 180 kilómetros de las costas de Río de Janeiro.
Se estima que estos megayacimientos descubiertos en 2007 guardan reservas de hasta 100.000 millones de barriles de crudo (tan sólo en el campo de Libra se calcula que se podrán recuperar entre 8000 y 12.000 millones de barriles).
Aunque entonces el hallazgo generó muchas expectativas, la nueva ley para la licitación de sus contratos de explotación, aprobada en 2010, alejó a muchos potenciales inversores internacionales, como las norteamericanas Exxon y Chevron, la británica BP y la española Repsol, que se retiró a último momento.
La presidenta Dilma Rousseff evitó también mostrar decepción y destacó que las ganancias obtenidas se destinarán la educación y la salud.
“Comenzamos a transformar una riqueza finita, que es el petróleo, en un tesoro indestructible que es la educación de alta calidad. Estamos transformando el presal en nuestro pasaporte para una sociedad futura más justa y con mejor distribución de renta”, señaló en un discurso televisado.
De acuerdo con el nuevo régimen regulatorio, de reparto, Petrobras retendría por lo menos el 30% de cada concesión. Así, y al integrar el consorcio vencedor, la estatal brasileña mantendrá el 40% del negocio, mientras que Shell y Total tendrán participaciones del 20%, cada una, y CNPC y Cnooc, 10%, respectivamente. El precio de las acciones de Petrobras, que será la única operadora, subió ayer un 5%.
El consorcio vencedor, que tendrá la concesión del campo de Libra por 35 años, ofreció entregar al Estado el 41,65% del petróleo excedente (descontados los costos de producción), que era el mínimo requerido por el pliego. El grupo deberá pagar un canon de adelanto de 15.000 millones de reales (unos 6900 millones de dólares), y se comprometió a invertir por lo menos 610.900 millones de reales (unos 280.000 millones de dólares) en exploración.
Según la directora general de la Agencia Nacional de Petróleo, Magda Chambriard, el programa exploratorio mínimo en el campo de Libra requerirá entre 12 y 18 plataformas y entre 60 y 90 barcos de apoyo. La producción de crudo empezaría en 2019 y en unos diez años alcanzaría su capacidad máxima de bombeo, de 1,4 millones de barriles diarios.
Al destacar la alta capacidad técnico-financiera de las petroleras del consorcio ganador, Chambriard afirmó: “Un éxito mayor que éste es difícil de imaginar. Nadie puede estar triste con eso”. En el salón del hotel, sin embargo, muchos empresarios petroleros dudaron de sus palabras y apuntaron que el “marcado intervencionismo” estatal había disuadido a otras empresas de participar en la subasta.
Pese a todas estas aseveraciones grandilocuentes, en las inmediaciones del hotel Windsor Barra unos 300 manifestantes, la mayoría de ellos trabajadores de Petrobras en huelga, protestaron desde temprano en contra de la subasta, que para ellos es una “privatización de las riquezas de Brasil”. Por temor a que la manifestación se desbordara, la presidenta Dilma Rousseff canceló su participación en la ceremonia y envió 1100 efectivos del ejército y de la Fuerza Nacional para garantizar la seguridad del evento.
Con balas de goma, gases lacrimógenos, palos y escudos, las fuerzas de seguridad se enfrentaron a los manifestantes que intentaron acercarse al hotel, frente a la paradisíaca playa de Barra de Tijuca. En los momentos de mayor tensión, las escenas fueron muy surrealistas: bañistas en bikinis y sungas, y surfistas con sus tablas corrían en medio de una nube de gases lacrimógenos y buscaban protegerse de la lluvia de piedras y palos lanzados por los manifestantes y de las balas de goma de los soldados.
Los enfrentamientos dejaron por lo menos seis heridos y numerosos destrozos en la zona, una de las más codiciadas por los turistas que buscan tranquilidad.
“Dilma se ha puesto al servicio de las grandes petroleras internacionales, se ha convertido en una simple sierva de ellas. Petrobras tendría la capacidad técnica para realizar la exploración del presal sola. Y esta violencia contra los trabajadores es una incoherencia de ella, que justamente fue prisionera política durante la dictadura. ¡Es cobarde! Está traicionando todos los valores de su Partido de los Trabajadores”, se quejó la manifestante Irma Cavalcante.