La porción es tan pequeña que hacer un gráfico de torta terminaría siendo una pérdida de tiempo. Las fuentes alternativas representaron en enero tan sólo el 0,37% de la generación del país. Un número insignificante en momentos en los que el sistema apenas cubre la demanda y resulta necesario aumentar la potencia instalada.
Según el último informe del Instituto General Mosconi (IAE), la generación eólica ofreció en el último año 468 GWh, lo que representó un 0,36% del total. La solar, en tanto, aportó apenas 16 GWh. Pese a que la participación de ambas tecnologías crece en el país, aún es muy baja en relación con los métodos que utilizan combustibles fósiles, y todavía se está muy lejos de cumplir las metas mínimas impuestas por ley a nivel nacional.
Más allá de la ausencia de crédito para estos proyectos y de una política dirigida al sector, no existe para las energías verdes un programa de generación distribuida que permitiera sumar pequeñas instalaciones a la red interconectada.
Curiosamente, el único programa de generación distribuida, que nació como una emergencia y ahora parece institucionalizado, es el que fomenta la generación térmica a través de la quema de gasoil, un combustible caro, poco eficiente y altamente contaminante.
Por estos días hay más 2.000 MW de motores distribuidos por todo el país. Ese costo termina siendo 10 veces más alto que el que se cobra la energía en el Mercado Eléctrico Mayorista.
Desde la Cámara Argentina de Energías Renovables aseguran que con la mitad del precio que se paga por la energía generada a gasoil puede hacerse viable un proyecto verde, como un parque solar o uno eólico.
Aseguran también que si bien parte de la tecnología es importada, el impacto industrial local resulta considerable. Además, argumentan que la operación de estos parques genera la misma cantidad o mayor de puestos de empleo que la industria hidrocarburífera.
Pero más allá de la ausencia de legislación, el gran enemigo de estas tecnologías es por ahora la falta de crédito blando, ya que se trata de proyectos de capital intensivo y con tasas de retorno bajas en relación con otros sectores.
Esto no ha impedido que otros países –europeos en general pero también hay experiencias exitosas en Brasil– creen las condiciones para aumentar la generación verde, como forma de diversificar su matriz energética.