Para lograr el autoabastecimiento se necesita aumentar la capacidad de procesamiento en 200.000 barriles diarios, lo cual implicaría inversiones por un monto cercano a los u$s 8.000 millones.
Promesas de inversión incumplidas, anuncios de proyectos que nunca se concretaron, falta de optimización de la capacidad instalada en las plantas y creciente importación, conforman un panorama acuciante para el negocio de refinación en Argentina. El sector energético local atraviesa una diversidad de problemas evidentes que están dados por la escasez de gas, limitación en la expansión del parque de generación eléctrica, declinación acelerada de la producción de petróleo y escasez de gasoil, entre otros.
En los últimos dos años la mayoría de los empresarios y expertos manejan cifras prácticamente inalcanzables. Se estima que para el 2020 la demanda de combustibles podría registrar un crecimiento del 30% y nada indica que el parque refinador, tal como está, pueda acompañar ese ritmo.
Desde el 2007, el país es un neto importador de gasoil y desde hace un par de años sumó crecientes volúmenes de naftas. La balanza comercial del sector energético pasó a ser negativa debido a las crecientes importaciones de gas natural, GNL, gasoil y naftas. Los costos para el país podrían superar los u$s 15.000 millones este año.
Capacidad ociosa
Daniel Montamat, exsecretario de Energía de la Nación, considera que la capacidad de refinación con la que cuenta el país no está totalmente utilizada y que el proyecto de una nueva refinería deberá esperar otra política energética. Un 60% de la capacidad total (que promedia los 650.000 bpd) se localiza cerca del mercado metropolitano y de vías marítimas.
“Sucede que el parque refinador está preparado para procesar una mezcla de petróleo liviano/pesado de 80/20, pero la producción nacional de crudo es de 60/40. Hay saldos exportables de petróleo pesado y hay déficit del liviano. Este año se empezó a importar crudo liviano para mejorar la utilización de la capacidad instalada”, explicó.
Y señaló que “aunque optimizando la capacidad de refino existente se pueden importar menos productos terminados, la cantidad de gasoil (4.000.000 mv/año) y naftas (1.000.000 mv/año) que el país está importando puede justificar la evaluación de un proyecto de nueva capacidad instalada. Pero para eso hace falta horizontes de largo plazo, tanto en reglas de juego como en señales de precio. Por el momento, sólo Axion (la ex-Esso, ahora en manos de los hermanos Bulgheroni) está ampliando la refinería de Campana por conveniencia para integrar su cadena de valor”.
Panorama complicado
Según el especialista Daniel Redondo, director de International Oil Consultants, miembro del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG) y profesor de posgrado del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), si bien la demanda de naftas viene creciendo desde hace varios años, el segmento de refinación no activó inversiones para aumentar sustancialmente la oferta.
De las nueve refinerías locales, YPF maneja tres: la de La Plata, en Buenos Aires (que procesa 198.000 barriles por día -bpd-); la de Luján de Cuyo, en Mendoza (126.000 bpd); y la de Plaza Huincul, en Neuquén (26.000 bpd). Las restantes están a cargo de Shell (en Dock Sud, Buenos Aires, con 110.000 bpd), Axion Energy –ex Esso– (en Campana, Buenos Aires, con 90.000 bpd), Oil (en San Lorenzo, Santa Fe, con 38.000 bpd), Petrobras (en Bahía Blanca, Buenos Aires, con 32.000 bpd), Refinor (en Campo Durán, Salta, con 30.000 bpd), y Renesa- Petrolera Argentina (en Plaza Huincul con una capacidad de 240.000 mv de nafta virgen anuales.
En julio del 2014 esta refinería, pese a estar subsidiada por el gobierno nacional, tenía serios problemas económicos. Ya despidió a 70 trabajadores y amenaza con desvincular a sus 300 empleados.
Lo cierto es que la solución todavía no llega, complicando no sólo la continuidad de Renesa sino también la ambiciosa propuesta de un nuevo proyecto que se ubicaría en las cercanías del Polo Petroquímico de Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires.
La planta, de importantes dimensiones, que proyectaba operar el Grupo Más Energía, tendría una capacidad para procesar 238.000 mv de naftas y 540.000 mv de gasoil por año.
Sobre la base de sus características de acceso al mercado, suministro de crudo, escala o capacidad y complejidad de conversión, algunas refinerías estarían en riesgo.
“En otro país, las plantas de Bahía Blanca, Campo Durán, Plaza Huincul y San Lorenzo ya hubieran cerrado por su baja capacidad de conversión de crudo. Quedarían cuatro en pie, de las cuales tres están bien (La Plata, Dock Sud y Campana) y una con algunos problemas (Luján de Cuyo, que debe derivar casi toda su producción a otros puntos del país, además de que su abastecimiento petrolero es difícil)”, advirtió Redondo en un seminario organizado por el Instituto Petroquímico Argentino (IPA).
proyecto de larga data
En 1984, en pleno gobierno de Raúl Alfonsín, ya se hablaba sobre la necesidad de construir una refinería y la zona elegida era Comodoro Rivadavia en la Cuenca del Golfo San Jorge.
En medio de idas y vueltas, y tras 22 años de promesas incumplidas, el 28 de diciembre del 2006, durante la presidencia de Néstor Kirchner, el ministro de Planificación Julio De Vido se reunió con representantes de las principales empresas petroleras para pedirles la construcción en el país (una de las posibilidades era en la provincia de Chubut, cerca del yacimiento de Cerro Dragón, que actualmente opera PanAmerican Energy) de la refinería General Mosconi, con capacidad para producir 150.000 metros cúbicos de barriles diarios.
La iniciativa implicaba una inversión superior a los u$s 2.500 millones e iba a ser financiada por las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP), que aportarían, según los cálculos oficiales, unos 600 millones de dólares. El resto lo iban a aportar las petroleras.
El gobierno preveía que la obra empezara a funcionar en un 30% en el 2008 y en un 94% en el 2009. Además, que el margen de refinación sobre el precio fuera del 23% en el 2008, del 30% en el 2009, del 24% en el 2010 y del 23% en el 2020.
“Da rabia y bronca que el petróleo que se extrae de las entrañas de la Patagonia tenga que ser refinado en el puerto de Buenos Aires”, se le escuchó decir a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en más de una oportunidad. Finalmente, la refinería nunca se construyó.
La pregunta que sobrevuela por la cabeza de los actuales funcionarios y de los CEO de las principales petroleras es la siguiente: “¿Existe una buena oportunidad para instalar una nueva refinería en la Argentina?”
Para la mayoría de los expertos, todo depende de cuál va a ser el esquema de precios de los combustibles en el mediano plazo. De persistir el divorcio actual entre valores domésticos e internacionales, la única posibilidad para que el negocio de refinación sea viable es que se disponga de un excedente de petróleo para procesar y que a su vez tenga un precio inferior al internacional, producto del esquema de retenciones. En ese contexto, aseguran, la refinación puede ser un buen negocio.