Por Nicolás Gildengers / Va Con Firma .- El fuego sigue avanzando, a pesar del esfuerzo de los y las 170 brigadistas del Sistema Provincial de Lucha contra los Incendios Forestales (SPLIF), a los que se sumaron unas 200 personas de Córdoba y de otros lugares rionegrinos.
Fotos: Nicolás Gildengers
Las cenizas del incendio que empezó el 24 de enero caen sobre la Comarca Andina del Paralelo 42. El cielo parece nublado todo el tiempo, pero en realidad es el humo de los árboles que se queman desde hace casi 15 días. A la mañana, si no hay una brisa que mueva el aire, el Cerro Piltriquitrón está tapado, como con neblina. Por momentos se levanta un hongo gigante en el cielo y se tapa el sol, y a la noche se ven en la montaña las lenguas de fuego quemando todo a su paso.
El contraste que se ve en el pueblo entre la gente local, consciente de lo que pasa, y los turistas, que no perciben la magnitud del incendio, es notable y hace un ruido ensordecedor. El turismo que llega a El Bolsón lo hace, justamente, por su atractivo paisajístico: el bosque, las montañas, el agua de ríos y lagos. Ahora también se ven filas de autos al costado de la ruta 40, que bordea el aeroclub, y la gente que filma el aterrizaje y despegue de los aviones y helicópteros que cargan agua en el lugar y van a los focos a intentar apaciguar un poco las llamas.
Durante la semana pasada, vecinos y vecinas de El Bolsón empezaron a reunirse en la Plaza Pagano, en el centro de la localidad, para intentar visibilizar ese humo que no deja ver el bosque, pero que parece invisible para muchas personas. El jueves 4 de febrero se hizo una marcha improvisada al municipio para pedir al intendente Bruno Pogliano, de Juntos Somos Río Negro, que tome cartas en el asunto.
Mientras tanto el fuego siguió avanzando, a pesar del esfuerzo de los y las 170 brigadistas locales del Sistema Provincial de Lucha contra los Incendios Forestales (SPLIF), a las que se sumaron unas 200 personas de brigadas de Córdoba y otros lugares de la provincia de Río Negro.
“Fueron días difíciles, es difícil pelear contra el fuego, es un incendio que comienza a unos 15 kilómetros de acá, pero en 15 horas llegó a cien metros de la casa, el viento fue muy fuerte y avivó el fuego, estaba muy bravo y se prendía por todos lados. No se podía hacer nada…”, relata Néstor Anticura, poblador Mapuche del lof Anticura de Cuesta del Ternero. Esa distancia, desde la Ruta Nacional 40 hasta su casa, es de 15 kilómetros de bosque quemado: se ven los esqueletos de los árboles negros, sin hojas, sin vida alrededor. La tierra está seca y expuesta, y de algunos lugares sale humo, porque las raíces siguen prendidas.
La mirada de Néstor es profunda; está triste y pensativo. Sus animales están bien, pero las consecuencias del incendio recién empiezan: “Los animales domésticos están bien, pero los pájaros y otros animales no. También a vecinos se les quemaron animales, y es el trabajo de toda la vida, de nuestros ancestros también”, dice con voz calma. “Este fuego va a afectar bastante, lo poco que uno tiene va a costar el doble, no tenemos alimentos y mucha gente va a vender los animales que le queden. La primavera también va a ser difícil, sin alimento no va a haber buena parición. Y sin árboles, después de las primeras lluvias van a venir las heladas fuertes, las lluvias pueden lavar las tierras quemadas y eso va a empeorar todo”.
Los focos de incendio se siguen esparciendo, ya quemaron lengas de 300 años, alerces más antiguos, bosque nativo, y pinos. Muchos pinos: “Lo que no estaría bueno es seguir plantando pinos. Yo creo que las parcelas de pinos son las que más empujan el fuego, y vienen hace muchos años. Estaría bueno plantar más nativos, y frutales. Nosotros no comemos pino, no vivimos del pino, de los aserraderos. Pero es una política del Estado que financia esa forma de producir”, explica, mientras se ve a unos metros como sale humo de la tierra.
Si bien se acercaron algunos funcionarios del Estado para evaluar la situación, Néstor explica: “Ahora pasamos un momento difícil, estamos en verano, pero a largo plazo se van a sentir las necesidades, igual es como que uno no tiene muchas esperanzas en este estado, uno ya viene tan golpeado, desde hace generaciones, que la pasaremos, es una más. Sí tengo expectativas en la gente, que cuide este territorio Mapuche”.
Cuesta del Ternero está a unos 30 kilómetros de El Bolsón, el destacamento policial, la escuela, el centro sanitario dependen de la administración municipal y provincial. En la montaña quemada, a lo lejos, se ven las siluetas de los árboles, la tierra pelada y, de pronto, una figura amarilla, alguien de la brigada haciendo guardia de ceniza. Uno de los aviones pasa por la ladera noroeste del Cerro Piltriquitrón, descarga el agua, que parece insignificante el lado de la inmensidad de la montaña.
“El fuego es una fuerza más, ancestralmente siempre estuvo con nosotros. El fuego, el aire, el viento, la tierra, el agua. Y es una fuerza que se manifiesta con mucha fuerza. El fuego lo usamos en invierno para abrigarnos, para cocinar para comer. Pero el desequilibrio que hay hace que se manifieste muy fuerte, es una fuerza que no es ni mala ni buena. Así como te saca, también te da. Hay cosas que se van a recuperar con el tiempo, como los árboles”, dice Néstor.
La desolación nace en los corazones cuando se ve ese paisaje. La ruta de tierra que lleva al paraje está quemada casi en su totalidad. Cuesta del Ternero empieza con un arco formado por dos maitenes, arboles considerados sagrados, uno de cada lado del camino. Ninguno se quemó. Tampoco el santuario del Gauchito Gil, que está al lado de uno de los árboles.