Por Martín Álvarez Mullally* para LID. El Ministerio de Ambiente de Nación aprobó los permisos de sísmica para la exploración de hidrocarburos en el mar. Se trata de una luz verde para el ingreso de las petroleras a la costa norte del Mar Argentino que desató debates, tensiones y movilizaciones. ¿Es coherente con los compromisos climáticos globales avanzar sobre nuevas fronteras fósiles?
Fotos: Asamblea por un mar libre de petroleras.
La postal de dos jóvenes con sus cuerpos manchados de crudo en la costa se viraliza en las redes y con ello el mentado comportamiento social de la grieta se expande como petróleo en el mar. Al margen de ciertos detalles que le quitan credibilidad a la intervención, la imagen logra impactar en ambos bordes de la contienda. Las réplicas no demoran y bajo la misma retórica se publican hermosas playas de distintos países en los que las plataformas petroleras marítimas son parte del paisaje. Así como el meme de los Spidermen señalándose entre sí.
La imagen de los cuerpos empetrolados atrapa publicaciones, posicionamientos y posteos, centrando la idea de que la crítica es esa. Entonces los promotores de la exploración y explotación de hidrocarburos en el mar salen a lucir sus planillas con supuestas estadísticas sobre la baja de accidentes de las últimas décadas en las plataformas del Mar Argentino, allá en la Cuenca Austral, en el sur. Suman como argumento a favor lo extraído, los altos salarios de sus trabajadores y hasta se animan a sostener que el único derrame posible es el económico. Esta ampliación de frontera extractiva sedujo provocando una reedición de sueños en las filas neodesarrollistas locales. “Mirá si hay un Presal y no lo sabemos”, me dijo en confianza una esperanzada fuente del sector que dejaba percibir en sus ojos el cántico “Brasil decime qué se siente”. Si Vaca Muerta pudo ser vendida como la salvación del país, imagino que las reservas por descubrir nos pueden llevar a cumplir los deseos del cenit fósil, una silla en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Maradona, Messi, el Papá y las reservas en el mar.
Sin embargo, es necesario trascender las discusiones que giran en loop exclusivamente en torno a los derrames. Para eso, considero que hay dos ejes fundamentales que no debemos perder de vista: el de los compromisos climáticos asumidos y el del camino hacia una transición como consecuencia política. Bajo estos ejes, el avance extractivo pierde sentido. Para quienes sostenemos que es urgente frenar la consolidación de la matriz fósil acompañando el fortalecimiento de las economías regionales, es menester encauzar los debates para contradecir la máxima del neodesarrollismo que postula que se puede financiar la transición con más extractivismo, ¿se imaginan lo que puede ocurrir si todos los países usan esa misma receta? ¿Cuánto se aceleraría el cambio climático?
Ahora, ¿puede ocurrir un derrame? Sí, claro que sí, quién diga lo contrario es negacionista. El estudio “Evaluación de la probabilidad de ocurrencia de derrames de petróleo en la plataforma marítima continental argentina” que realizó el Centro de Tecnologías Ambientales y Energía de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Centro da cuenta de los riesgos que implicaría y hasta la empresa noruega Equinor, vinculada a los recientes permisos de exploración en la costa argentina, se mostró preocupada por el aumento de accidentes en su empresa durante el 2020. Aún así, los debates tienen que tender a ser más integrales, que nos permitan ir hacia lo profundo, allí donde las apariencias se difuminan. Con o sin hipotéticos derrames, avanzar sobre nuevas fronteras fósiles está mal, muy mal. Porque detrás de la acusación de “falso ambientalismo” está el supremacismo económico que viene afirmando sin éxito que el extractivismo nos sacará de la pobreza, cosa que no solo no ocurrió, sino que además de más pobres estamos más contaminados.
El año pasado se realizó la Audiencia que formó parte de los Procedimientos de Evaluación de Impacto Ambiental de los Proyectos de Obras o Actividades de Exploración y Explotación Hidrocarburífera firmados por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y la Secretaría de Energía a fines de 2019. Hubo una participación récord de más de 500 personas, de las cuales aproximadamente 300 se pronunciaron en contra y solo una docena a favor. Sin embargo, este tipo de participación ciudadana no es vinculante, por lo tanto está en la voluntad de las autoridades considerar o no esas voces. En un primer momento parecía que habían escuchado, al menos el entonces secretario de Cambio Climático Rodrigo Rodríguez Tornquist había dejado esa impresión y encauzado el debate en relación a los compromisos climáticos, invocando la necesidad de un plan de descarbonización antes de cualquier aprobación. Casi como un presagio, el funcionario renunció a mediados de diciembre y días después saldría la aprobación de los permisos de exploración marítima en manos del ministro Cabandie, quién en su momento hizo suya la posición del secretario.
En el Golfo San Jorge el rechazo de los permisos sísmicos otorgados a Pan American Energy derivó en que la Legislatura de Santa Cruz prohíba las actividades sísmicas en 2013. Sin embargo, cuando se debate sobre la afectación a la biodiversidad marina salen a señalar que saqueo es lo que hacen los buques de bandera extranjera en la frontera de la plataforma. Otra estrategia para entrampar los debates en cuestión. Hoy, mientras el rechazo y las movilizaciones en las ciudades costeras se multiplican, el embate de los defensores de la consolidación de la matriz fósil también crece, porque deslegitimar al movimiento crítico, infantilizarlo y demonizarlo también forma parte de los mecanismos frecuentes del manual del extractivista básico. Pero por suerte de eso, ya estamos inmunizados.
*Investigador del Observatorio Petrolero Sur