En el contexto del paro internacional de mujeres del 8 de marzo, entrevistamos a Graciela Alonso, docente universitaria e integrante de la Colectiva Feminista La Revuelta, quien se refiere a las características de la movilización, sus desafíos y las particularidades que tiene en un territorio como Neuquén, invadido por el extractivismo. Alonso sostiene la importancia de visibilizar los trabajos de reproducción de las mujeres -“esas cuatro horas diarias que aportamos cada una de nosotras al sostenimiento del capitalismo”-, tan invisibilizados que parecen un recurso natural. Por esto procesos como el acompañamiento a mujeres para interrumpir sus embarazos implica una soberanía de los propios territorios de reproducción. “Son de esas situaciones en la vida que no te dejan en el mismo lugar. No por el hecho en sí, no por practicarte un aborto. Igual que el paro. No es por el paro. Es por todo lo que se mueve para que esto se produzca.”
Por Hernan Scandizzo y Fernando Cabrera
– ¿Qué es un paro internacional de mujeres? ¿Qué va a pasar el 8 de marzo o qué esperan que pase?
– Es un desafío muy interesante y hay mucho entusiasmo. A mí me parece que el paro va a ser un acontecimiento, con todo lo que esa palabra significa. Un acontecimiento que probablemente marque un antes y un después para nosotras mismas, las mujeres, pero también para la sociedad que puede empezar a ver un movimiento. Creo que hay dos cosas que se están moviendo: esto de desmenuzar la profundidad estructural que tiene la violencia y el tema del deseo. El deseo muy profundo de decir la sociedad que queremos y el tipo de relaciones que queremos está puesto en el centro del paro.
– El 8 de marzo es una fecha internacional y que tiene raíz en un hecho de violencia porque es justamente el haber quemado a las obreras ¿Con esta convocatoria puede ser que se recupere el carácter internacionalista del 8 de marzo?
Creo que en este acontecimiento en algunos de esos momentos se está logrando fusionar la fragmentación. Tengo algunos problemas con el término ‘internacionalismo’. Tiene su lado de construcción de luchas anticolonialistas, pero también tiene su lado masculino y blanco. Está bueno, pero resignificado en aquellos movimientos que está emergiendo o queriendo emerger con algunas otras criticas a la modernidad, al estado moderno, al occidentalismo.
– Desde el 3 de junio de 2015, el primer #Niunamenos, hubo un cambio en la agenda pública en relación al movimiento de mujeres o feminista ¿Qué cambió en el movimiento?
– Para este 8 de marzo hay muchas organizaciones y muchos grupos que están trabajando intensamente por avanzar en acuerdos, por tratar de embanderarse en este paraguas del #niunamenos, #vivasnosqueremos, #nosmueveeldeseo, ‘si nuestro trabajo no importa produzcan sin nosotras’, tratando de impulsar que el paro se concrete en muchos lugares. Muchas compañeras lo asumieron como un cuerpo a cuerpo y un desafío muy personal. Debe ser uno de los pocos paros que se construyó tan cuerpo a cuerpo.
Nos hemos propuesto que se visibilicen los trabajos de cuidado, que se visibilice el trabajo invisible, esas cuatro horas diarias que aportamos cada una de nosotras al sostenimiento del capitalismo. Creo que estas grandes consignas están pudiendo ser instaladas. En Neuquén vamos a salir a hacer pegatinas en los barrios visibilizando el tema del paro y, además, el paro de qué, el paro de un trabajo. Que las mujeres que lo hacen, saben que es un trabajo, un trabajo que no está considerado así socialmente. Una gran acumulación de este paro tiene que ser que se empiece a visibilizar cada vez más el trabajo de cuidado, el trabajo de reproducción.
– Si la consigna “Nuestro trabajo no vale, produzcan sin nosotras…” que tiene que ver con una lógica más vinculada con lo salarial, ¿esas demanda se pueden vincular de alguna manera con el extractivismo, se puede hacer ese cruce?
– Como las mujeres indígenas dicen: ‘caminamos con nuestras ancestras, porque ellas nos dan sabiduría’. Nosotras también caminamos siendo parte de genealogías. Por eso es también que este paro tiene mucha intensidad. Porque te encontrás dentro de un movimiento, de una genealogía, parece que por un rato podés salir de esa fragmentación. Podés conectar una quema de cuerpos en un lugar, con las brujas y con la profundidad y la violencia donde también te queman o te empalan. Entonces hay conexiones que se pueden hacer y eso hace que una se sienta parte de un movimiento.
En esto de caminar pensando con otras, yo releía a Silvia Federici y en un pie de página con una letra muy chiquita encontré una relación que a lo mejor es una tontería. Pero la encontré con mucho sentido para pensar esto. Ella hace una llamadita en El caliban y la bruja que dice que el trabajo de cuidado, el trabajo no asalariado, no pago, está tan invisibilizado que es como un recurso natural. El trabajo de reproducción se volvió un recurso natural. Ella llegó hasta ahí, yo digo está ahí disponible para el saqueo, para la explotación, para la violación, para extender la fronteras de la violencia con ese recurso natural y ese cuerpo. Así como comunidades indígenas, mapuches, campesinas, están visibilizando que no se puede hacer cualquier cosa con los recursos naturales, aunque en frente tenés un monstruo, la frase de Silvia me hizo pensar que el paro del 8 de marzo también es una forma de sacar al trabajo de reproducción de la noción de recurso natural. En todo caso, es un bien común. El trabajo de reproducción es un bien común, que tenemos que poner en otras relaciones sociales. No tiene que estar al servicio del desarrollo, sino que tiene que estar al servicio de una sociedad que se piense de otra manera. Si lo seguimos dejando en el lugar del recurso natural va a entrar en la lógica del extractivismo salvaje, que cada vez necesita más estos cuerpos de mujeres y su trabajo porque cada vez más nos despoja de aquellas cuestiones que parecía que, por lo menos algún grupo, tenía resuelta y ahora resulta que tampoco está tan resuelta para nadie: las catástrofes siguen pasando y la contaminación del agua es para todas y para todos.
Me parecía que esta otra categoría de los ‘cuerpos territorio’ que decimos, se pueden transformar en ‘cuerpos territorios’ si los podemos sacar de la lógica en que los está poniendo el ‘extractivismo epistémico’, esa forma de conocer, que también implica el extractivimo. Si los podemos sacar de esas definiciones, de esas consolidaciones epistémicas, entonces podemos entrar en este paro internacional desde otro lugar, con proyección. No se termina nada ese 8, empieza una posibilidad de construcción diferente. Con mayor capacidad de diálogo quizá entre las mujeres también. En el acompañamiento a mujeres a interrumpir sus embarazos que implica el movimiento de socorristas, creo que algo se va instalando en ese sentido. Ser un poco soberana de tus propias decisiones y de tu territorio de reproducción. Entonces esa soberanía sobre la decisión, sobre un territorio, de alguna manera te da un poco de poder. Son de esas situaciones en la vida que no te dejan en el mismo lugar. No por el hecho en sí, no por practicarte un aborto. Igual que el paro. No es por el paro. Es por todo lo que se mueve para que esto se produzca. Lo importante es el movimiento. Lo que cristaliza, cristaliza y no es menor y no son menores las consignas, ni la estética, pero eso se genera por todo el movimiento que se va produciendo. Entonces la intención nuestra es poner todo eso en movimiento. Evitar la cosificación, la cristalización, la repetición de la estética, de la forma, de la lógica.
– ¿Cómo podemos pensar esa relación entre extractivismo y mujeres?
Creo que nuestro desafío conceptual es que no es sólo la llegada de algunas empresas que van a extraer petróleo mediante el fracking y si es rentable se van a quedar y si no se van a ir. Es mucho más profundo. Por eso, hablar de que se está transformando ese modelo de acumulación y el concepto de extractivimo es muy poderoso. De hecho, no es sólo un término que expresa una relación económica sino que están expresando formas de conocer y relaciones sociales y formas de querer ser.
Entonces ahí me parece que las mujeres estamos teniendo una intuición muy poderosa en relación al extractivismo porque afecta fundamentalmente aquello que la sociedad nos ha encomendado que es la tarea de cuidado y transmisión de conocimiento. Y que el mandato haya sido el cuidado, no quiere decir, que una no lo resignifique como una tarea de humanización, de un cuidado extendido sobre lo humano y lo no humano. Yo creo que hay una profunda intuición -que ya la han tenido las compañeras indígenas y probablemente también las compañeras campesinas- que es que la violencia que implica la instalación de esta transformación en las formas de acumulación del capital también implica nuevas violencias en su articulación con el patriarcado y violencias de todo tipo, cada vez más crueles. Así como antes decíamos la metáfora de la penetración con el petróleo. Ahora es mucho más cruel. Es decir la metáfora de la destrucción y el empalamiento. Las formas que asume, la crueldad que asume la violencia, la estamos entendiendo. Porque también hay una memoria de larga duración y también hay una memoria histórica y estamos sintiendo que es mucho, que hay que ponerle un límite. La única forma de pararlo es plantear un sistema de relaciones diferente. También entiendo, por otro lado, que todo límite que se le quiere poner a los sistemas tan violentos siempre produce más violencia. Un sistema estructuralmente violento siempre va a responder con más violencia.
Entonces, el 8 de marzo va a tener su lado no deseado: la producción de violencia cruel. Porque todo privilegio va intentar defender esa situación de privilegio. No auguro que esto vaya en un sentido romántico, sino que va a ser difícil y que va a ser cruel. Pero creo que nosotras entramos por un canal que tenemos que seguir porque no nos podemos permitir no luchar en todos los planos frente a tanta violencia que está generando el sistema. Ahí necesitamos muchas aliadas y necesitamos que todas entendamos, por ejemplo, la magnitud que tiene el trabajo de cuidado y el trabajo no pago. Y en esto también se necesita que lo entiendan los varones compañeros de ruta, que a veces tampoco le dan la dimensión que el problema tiene.
– Vos fijate como las relaciones de poder y de maltrato, por lo menos lo que había trascendido, a los que sometían a los nuevos obreros del petróleo. Lo que era una broma pesada al nuevo, parece llegar hoy a niveles de violencia muy fuerte.
– Sí de hecho en una etnografía que leí de un trabajo en Comodoro Rivadavia donde se contaba de las violaciones… Porque lo que se trasmite además de la acción misma, es la posibilidad de que se puede hacer eso. Es lo que en realidad queda como aprendizaje social: nosotros hacemos esto, porque podemos hacerlo. Nosotros avanzamos porque podemos avanzar, nosotros destruimos porque podemos destruir, nosotros compramos porque podemos comprar, es decir, nosotros podemos todo. Nosotros podemos todo. Esa lógica puede hacer guerras, apropiarse de territorios, puede matar, puede violar, puede dar y puede sacar, puede irse y puede quedarse. Alguna masculinidad muy hegemónica se nutre de esto. A mi me parece que el paro del 8 marzo también es contra esto y es fundamentalmente con esto, porque es un modelo que se extiende.
There are 2 comments
Comments are closed.