En los días siguientes al vertido de una mezcla de gasolina, sosa cáustica y sulfuro de mercaptano, hubo 15 muertos. Otras 100.000 personas presentaron síntomas de envenenamiento, desde quemaduras cutáneas y desmayos, a vómitos de sangre, diarreas y abortos. Según la compañía, “a lo sumo pudieron darse síntomas de gripe” junto a los trece basureros donde fue arrojada la carga.
Por Isabel Ferrer.- El caso de los vertidos tóxicos procedentes del barco Probo Koala, fletado por la multinacional petrolera holandesa Trafigura, y abandonados en 2006 en Abiyán, capital de Costa de Marfil, se cerró ayer con una indemnización y un pacto legal. El monto de la primera asciende a 33 millones de euros (unos 1.000 euros para cada uno de los 30.000 afectados). En virtud del trato, los demandantes costamarfileños admiten, por falta de pruebas, que las basuras no causaron las lesiones padecidas. En los días siguientes al vertido de una mezcla de gasolina, sosa cáustica y sulfuro de mercaptano, hubo 15 muertos. Otras 100.000 personas presentaron síntomas de envenenamiento, desde quemaduras cutáneas y desmayos, a vómitos de sangre, diarreas y abortos. Según la compañía, “a lo sumo pudieron darse síntomas de gripe” junto a los trece basureros donde fue arrojada la carga.
Pruebas de peso
En 2007, Trafigura ya destinó 150 millones de euros a compensar a los familiares de los 15 fallecidos. Entonces, como ahora, negó cualquier culpa y describió los desechos como “los restos de aguas sucias del lavado de los tanques, gasolina y productos cáusticos”. Cuando la pasada semana un informe de Naciones Unidas señaló la existencia de “pruebas de peso” que relacionaban las sustancias arrojadas con las muertes, la compañía montó en cólera. “Nos asombra la falta de equilibrio y rigor analítico emanado de ese estudio”, dijeron sus portavoces. Pero, según la correspondencia interna de la firma, recién publicada, se desprendía que el director, Claude Dauphin, conocía ya en 2006 el elevado índice de toxicidad de los residuos del Probo Koala. Una vez comprobado que ni la UE, ni Estados Unidos o Singapur querían las basuras, intentaron sin éxito dejarlas en Túnez y Nigeria. En última instancia, fue Tommy, una empresa local de Costa de Marfil, la que se hizo cargo. Su falta de experiencia derivó en el vertido tóxico. La diseminaron de noche por trece basureros de Abiyán.
Pactos entre abogados y empresa aparte, el caso del Probo Koala reveló los peligros de refinar gasolina en alta mar. Las basuras resultantes fueron las que acabaron en Costa de Marfil porque era más barato. En Ámsterdam las rechazaron, y en Rotterdam pedían 500.000 euros por limpiar el barco.
El País