Durante el boom energético, los magnates del petróleo recurrieron a la analogía de una rueda de molino que gira cada vez más rápido para explicar por qué no podían hacer nada para evitar la subida de los precios –estaban obteniendo una cantidad progresivamente menor por cada dólar que destinaban a las exploraciones–.
Entre 2000 y 2008, aunque el gasto en exploración se cuadruplicó, el crecimiento del suministro apenas varió. Entretanto, la nueva demanda de los países en desarrollo absorbió lo poco que se podía haber producido de más. Teniendo en cuenta que cerca de la mitad de la producción mundial de petróleo procede de grandes yacimientos en lento declive, y casi un tercio de ella de los descubiertos previos a la década de 1970, los yacimientos que habría que explotar para mantener la producción son cada vez más pequeños y complejos.
Este argumento ha sufrido dos contratiempos recientemente. Uno fue el colapso de los precios el año pasado, que indica que la demanda es más flexible de lo que se creía. Otro menos apreciado es una serie de descubrimientos que han sido posibles gracias a los avances tecnológicos.
Las formaciones salinas en las profundidades de la costa de Brasil tienen potencial para convertirse en un nuevo mar del Norte, mientras que también se han realizado nuevos hallazgos en aguas profundas del Golfo de México y de las costas de África. A esto se unen las formaciones de pizarra en EEUU, que han convertido la escasez de gas natural en un exceso de oferta. Las formaciones geológicas similares en todo el mundo podrían implicar que los cálculos sobre las reservas potenciales de hidrocarburos se habrían quedado cortos. Nada de esto habría sido viable sin los avances en las tecnologías de modelado sísmico y perforaciones, que han sido desarrolladas y mejoradas gracias al incentivo de los altos precios.
Así que, incluso si la teoría del «fin del petróleo barato» tuviera sentido desde el punto de vista geológico, ¿deberían recalibrarse las actuales previsiones? No corramos tanto, expone la firma especialista en energía Simmons & Co. Los grandes descubrimientos marítimos son caros y con frecuencia han alcanzado su cota de máxima producción con rapidez, mientras que los hallazgos bajo las formaciones de pizarra podrían no compensar el descenso de reservas en los campos tradicionales. Incluso de hacerlo, exigirían gigantescos proyectos de infraestructuras. La sustitución de los actuales sistemas de captación y la actualización de una quinta parte de las refinerías podría costar 17 billones de dólares (11,5 billones de euros).
El mundo está más lejos de lo que pensaba de quedarse sin petróleo, pero tal vez diste menos de quedarse sin crudo barato de lo que sugieren los recientes titulares sobre los grandes hallazgos.
Fuente: Expansión.com